¿Argentina y Venezuela otra vez hacia el abismo?
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Esta decisión produjo la sorpresa en los expertos, pues tal procedimiento era característico de las dictaduras y siempre fue rechazado por los gobiernos democráticos.
"Quien a solas se jode al diablo se queje"
— dicho popular
Igualmente, apenas pasó cinco días en la Casa Rosada y el flamante presidente decidió devolver el favor a su mentor principal, el Grupo Clarín, el mimado de las dictaduras, proponiendo la derogación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, llamada Ley de Medios aprobada por el Congreso en 2009 el que rompió el monopolio de aquel grupo mediático argentino y lo obligó a dividirse en seis empresas. De acuerdo al presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audioivisual (AFSCA), Martin Sabbatella, este anuncio "es grave y la sensación que tenemos es que estamos frente a un Estado mafioso. Hay una suerte de red que funciona con una parte de la justicia, poderes económicos corporativos concentrados y una parte del poder político". El periodista uruguayo Víctor Morales bautizó esta alianza como "una troika, entre la justicia, Clarín y Cambiemos" (alianza electoral de Mauricio Macri).
Inmediatamente al anuncio sobre la pronta derogación de la Ley de Medios anunciada por el ministro de Comunicaciones Oscar Auadi por el encargo del presidente, miles de personas convocadas por medios virtuales se concentraron en diferentes plazas del país bajo las consignas: "La Ley de Medios no se toca", "Democracia sí, mediocracia no".
Así está comenzando su jornada laboral el gobierno dirigido por el partido Propuesta Republicana (PRO) que Mauricio Macri definió como "el primer partido promercado y pronegocios en cerca de 80 años de la historia de Argentina". Según el analista uruguayo Fernando López D'Alesandro, estamos frente a la situación cuando la derecha "democrática" llegó al poder en Argentina por el voto popular.
Y no es de extrañarse Macri lo dijo a lo largo de toda su campaña. El Estado será manejado, de acuerdo a los mensajes del presidente, por una élite altamente profesional guiada por los valores del mercado y lo privado y el pueblo debe confiar en su capacidad gerencial y no preocuparse de nada, en especial por la política que está excluida de la agenda de los nuevos dirigentes del país. Si nos remontamos en la historia inmediatamente recordaremos los años cuando la economía de Chile fue entregada por Pinochet a los "Chicago Boys" que prometían lo mismo que ahora está haciendo Macri. Después de unos dos años de su gerencia y la crisis que crearon, Pinochet tuvo que tomar los principales sectores de economía bajo el control de Estado. En Argentina también en la época de Carlos Menem (1989-1999) la severa crisis económica fue producida por los gerentes y tecnócratas a cargo de Estado.
Sin embargo, como lo recalcó Mauricio Macri en una entrevista en el canal 9 de la televisión argentina donde debatía con Hugo Chávez en el programa de "Almorzando con Martha Legrano", "la política no debe basarse en los hechos del pasado sino enfilarse al futuro". Chávez le contestó que "no se puede manejar en el presente sin entender el pasado, todo ese pasado neoliberal que nos vendieron y vendieron en la Argentina y mira como ha terminado".
La misma consigna está guiando a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) de Venezuela que ganó la mayoría en la Asamblea Nacional de Venezuela sin tener una sola idea suya o una propuesta alternativa a la gestión de Nicolás Maduro. Actualmente la oposición venezolana, a diferencia de la Argentina, tiene que esperar hasta el cinco de enero próximo para lanzar su fuerza contra el proyecto bolivariano para hacer retroceder su país los 14 años que le tomó a Hugo Chávez para sacar a Venezuela de la pobreza, dependencia y una extremada injusticia social.
Es curioso constatar que tanto los dirigentes del PRO argentino como de la MUD venezolana adoren olvidar el pasado y hasta lograron desarrollar una técnica especial de persuasión para convencer a sus pueblos de sumarse a este olvido y entrar en un estado de trance donde se confunden los valores, donde los explotadores se convierten en los salvadores y los deseos en verdad. Han llegado a una confusión total y olvidan lo que el pensador e historiador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859) escribió: "cuando el pasado ya no ilumina el futuro, el espíritu camina en la oscuridad".
¿Qué es lo que estaban esperando los votantes venezolanos, argentinos igual como ecuatorianos, peruanos y el resto de Latinoamérica al entregar su confianza a los representantes de la derecha y qué es lo que realmente aspiran obtener los pueblos en general de sus gobernantes? No hace mucho, el gobierno de Ecuador entabló unos diálogos a través de la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (SENPLADES) a nivel de todo el país para conocer qué es lo que realmente quiere la gente. El resultado fue no muy promisorio para las ideas progresistas y alternativas en América Latina. Resultó que en realidad la gente no quiere ni el socialismo ni neoliberalismo puros. Aspiran a tener el bienestar, la eliminación total de corrupción, atención gratuita y prácticamente todas sus demandas básicas para disfrutar la vida en una democracia auténtica.
No cabe duda que estas aspiraciones de su pueblo indujeron al presidente de Ecuador Rafael Correa a declarar que no participará en las próximas elecciones en 2017 y se retiraría a Bélgica para disfrutar de la vida familiar con su esposa y sus hijos (su esposa es de la nacionalidad belga) lo que no ha podido hacer durante los últimos años de lucha por tratar de poner en marcha su proyecto de Buen Vivir para todos los ecuatorianos. Resulta que los ciudadanos de América Latina no les está convenciendo mucho la idea de un sistema de Buen Vivir o del Socialismo del Siglo XXI que requiere ciertos sacrificios, trabajo honesto en colectivo y la igualdad de los derechos, obligaciones y posibilidades. Seducidos por largos años de propaganda sistemática y diaria del consumismo, los pueblos latinoamericanos quieren simplemente vivir bien pero no perciben que eso es imposible en el sistema capitalista y en especial en su período neoliberal que necesita de esclavos pobres y baratos para sostenerse en el poder.
Hace 24 años, el expresidente del Banco Europeo de Reconstrucción y desarrollo, Jacques Attali predijo en su libro "Millenium" que en "el nuevo milenio el destino de la humanidad va a estar formado por nuevos grupos de perdedores y ganadores…los países latinoamericanos no están en una posición prometedora. Sus deudas detendrán el desarrollo y su pobreza no permitirá el crecimiento de las raíces de la democracia. Su dependencia de la exportación de la materia prima no les permitirá un desarrollo sostenible". También Attali recalcó que el neoliberalismo en realidad no sabe "cómo balancear el crecimiento económico con la justicia social".
Precisamente este balance estaban tratando de encontrar para Argentina Néstor Kirchner y Cristina Fernández durante 12 años (2003-2015), lo estaba haciendo Hugo Chávez (1999-2013) y después ha seguido este camino Nicolás Maduro, en Ecuador, Rafael Correa está luchando desde 2006 por una Revolución Ciudadana, y en Bolivia Evo Morales también desde 2005 está tratando de erradicar la extrema pobreza y promover el desarrollo de su país con su propio programa de Buen Vivir y encontrar un aunque relativo "balance entre el crecimiento económico y la justicia social" lo que el sistema capitalista, según Attali, es impotente de hacer. Los gobiernos progresistas nombrados, lograron muchos éxitos en el desarrollo económico y social de sus países lo que ha sido reconocido por el mismo Fondo monetario Internacional, el Banco Mundial las Naciones Unidas etc. Su clase media se convirtió en una de las más pujantes en América Latina.
Sin embargo, su sistema político-económico que podría ser llamado populista, progresista llegó al límite de su capacidad estructural. En Venezuela, por ejemplo, los sectores populares administraban el poder político pero el 75 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) es producido por el sector privado y sus empresarios seguían controlando la economía del país. Finalmente se produjo un choque estructural entre lo burgués y lo popular, precisamente en el momento de la severa crisis económica mundial que repercutió inmediatamente en Venezuela, país dependiente de la exportación del petróleo, al bajar dramáticamente su precio en el mercado internacional. En Argentina, tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández creyeron que se podría producir cierta redistribución de la riqueza, enrumbar el crecimiento industrial logrando una convivencia entre el populismo y el capitalismo en su forma neoliberal.
No calcularon que el populismo o los intereses populares representan un obstáculo para el neoliberalismo y la disminución de su plusvalía. Tampoco se acordaron de que el mercado libre promovido por el neoliberalismo en realidad no existe porque detrás de él siempre está un puño oculto y que el neoliberalismo es un sofisticado instrumento de la globalización que, según el geopolítico francés Ives Lacoste, "nunca sirvió para que los pueblos se entienden mejor entre ellos, sino para mundializar capitales y negocios".
Los argentinos y venezolanos no quisieron percatarse que "viven" con el resto del mundo, como dijo George Orwell, "en el tiempo del engaño universal" y tomaron la decisión de retornar al pasado aunque modificado. Entonces les tocará a vivir un nuevo ciclo donde sus aspiraciones de bienestar serán reemplazadas por la necesidad de sobrevivir lo que les empujará a un nuevo período de lucha por sus reivindicaciones, repitiéndose la historia pero en condiciones más complicadas debido a nuevos métodos de desinformación y el control de la élite globalizada sobre la sociedad de consumidores.
El pueblo latinoamericano está advertido y debe estar atento a lo que pasa en Argentina y Venezuela pues ese será su espejo.
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