Carmelo Anthony también puso su calidad cósmica en La Habana
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Hablamos de un jugador ocho veces todos estrellas, líder encestador de la temporada 2013, doble oro olímpico y legionario estadounidense bajo los cinco aros desde el convulso bronce de Atenas 2004.
Por esas coincidencias fortuitas del destino el corpulento basquetbolista de 2.03 metros de estatura, 240 libras de peso y una versatilidad extrema para destrozar el aro rival, penetrar como felino, sacudirse de las marcas, donquear o asestar una estocada fina de tres puntos desde el angosto corredor de la cancha, puso su anatomía en Cuba.
Acompañar al club neoyorquino de fútbol Cosmos, conviviente en la Gran Manzana con sus Knicks, a mí se me antoja una coyuntura fortuita. Sangre caribeña circula por las venas de Melo Man. Su padre fue puertorriqueño, su madre afroamericana. Nacido el 29 de mayo de 1984 en el corazón de Brooklyn, el fornido crack de los Knicks bien pudo decantarse por representar a la Isla del Encanto en certámenes internacionales.
Hubiera sido algo así como traer al presente aquel quinteto de leyenda de José Piculín Ortiz, James Carter, Eddy Casiano, Jerome Mincy y compañía. Ese que pugnaba a brazo partido con Roberto Carlos, Lázaro Borrell, Roberto el Flecha Amaro, Ángel Oscar Caballero… el mismo al que le escamoteamos el título del Centrobásquet de 1999 en un hervidero de Ciudad Deportiva.
Por un instante soñamos con escenas posibles. Melo no ofreció clínicas, ni deleitó con sus embestidas al canasto en la Mariposa del Fajardo o 23 y B, siquiera lanzó respuestas más allá del perímetro. Apenas se limitó a decir, con una marca férrea de su representante, que estaba ansioso desde hacía tiempo por conocer Cuba, que la consideraba un país especial, que despertaba su curiosidad y que constituía una oportunidad histórica haber compartido su viaje con O Rei Pelé y Raúl.
Para muchos Carmelo bien pudo pasar por un guardaespaldas, no únicamente por sus dimensiones. Pensamiento lógico cuando son tiempos en los que la fiebre del fútbol nos abraza, los Knicks se quedaron fuera de los play off de la NBA y por ende se redujo su visualidad en Vale Tres.
Pero no, hablamos de que la estrella rió, como cualquier buen cubano degustó nuestro ron y un habano, se abrazó a Pelé, vitoreó al Cosmos y ahogó en un cántico de gol sus emociones, descubrió algunos acertijos de nuestra Isla.
Esa es la esencia, para quien brilló desde ese 2003 de calidad endemoniada en el Draft, año en el que se estrenaron Lebron James, el serbio Darko Milicic, Chris Bosh y Dwayne Wade, por solo citar algunos. Una de varias, porque no puedo dejar de pensar en los vocablos puente, acercamiento, genes, sangre, Puerto Rico, Cuba… Y las dos alas del pájaro.
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