MIRAR(NOS): No estamos aptos para decir adiós

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MIRAR(NOS): No estamos aptos para decir adiós
Fecha de publicación: 
24 Abril 2015
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Da lo que sientes a la persona que te lo hace sentir
Gabriel García Márquez

 

Por definición, el cuerpo humano no está adaptado a las partidas. Recuerdo que desde pequeña odiaba la palabra “adiós” (aunque fuera por un rato), me parecía  sin sentido desprenderme de algo que realmente amaba. Lógicamente, amor, desprendimiento y despedida son palabras complicadas para que las entienda una niña.

 

Ahora tengo 25 años (todavía puedo decir mi edad) y me sigue pareciendo un tin mediocre dejar partir lo que amas. Aunque intrínsecamente resuelvas olvidar, la verdad absoluta es que ni en el país de Nunca Jamás puedes enterrar las imágenes de un recuerdo.

 

Hace poco tuve una pareja de canarios, bueno, por pareja entiéndase que eran dos. Con el rigor que dictan esas “novedades familiares” me di a la tarea de construirles una casa (leáse jaula) y un nido. Como al descuido les estaba exhortando a aparearse.

 

Sucedió lo inesperado. El canario hembra, literalmente casi descuartiza a su compañero de celda. Aquel no quería cumplir sus roles de macho y ese desplante no fue tolerado por ella. Según me documenté más tarde la pareja del pajarito había muerto y era imposible que volviera a aparearse con alguien más. Manera de ser fieles esos animalitos. Su fidelidad comprobada hizo añicos mi sueño de convertirme en experta criadora.

 

Por asombroso que parezca, él como el mundo entero, sufría por su pérdida y en consecuencia, no podía concentrarse en su nueva relación.

 

Esta crónica no va para nadie en específico. En todas las latitudes la gente llora, muchas veces en silencio, cuando alguien se va de improviso. A mí, en lo personal, me gustaría que me explicaran siempre cuando el amor se acaba. Porque es así no más, se acaba y ya. No intenten darle vueltas para plantear lo inevitable.

 

Peor lo pasan quiénes pierden a alguien, físicamente hablando. Nadie se cura de un dolor tan insoportable… terminas asumiéndolo como una herida que se abre en fechas simbólicas, sin previo aviso y pareciera que para recordarnos que algo nos duele, somos humanos y no podemos escapar de la tristeza.

 

Tener la conciencia limpia no es siempre sinónimo de mala memoria. Particularmente, me gustan las flores sí pero las prefiero en vida. No tilden de fatalista a esta redactora. Sucede que hay que darnos hoy, sin guardar para mañana. Absolutamente, quien se guarda pierde.

 

Una de mis frases preferidas en el mundo la puso García Márquez  en la voz de una solterona. En la obra “El amor en los tiempos del cólera”, Escolástica Daza advertía a su sobrina Fermina, por cierto requerida de amores por Florentino Ariza: "Contéstale que sí -le dijo-. Aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le contestas que no”.

 

Arrepentimiento vitalicio debe ser lo más parecido en el mundo a la cadena perpetua.

 

Si alguien supiera cuando iba a ser su último día… ¡Qué aburrido! Prepararía todo con muchísima antelación y se daría el lujo de comer su manjar favorito. Supongan que una cartomántica les dice que es mañana. ¿Qué harían? (Espero que si es mañana hayan leído esta crónica bien temprano).

 

Mejor no saber, prefiero el suspense y no precisamente porque crea que deba vivir cada minuto intensamente. De la forma en que lo veo, cada momento de nuestra existencia lleva una velocidad límite e incluso un tema musical adecuado. Por lo mismo tanta gente se accidenta en la primera curva porque anda por la vida dando bandazos y sin respetar las señales.

 

En favor de mi salud emocional procuro tomarme las cosas con calma. Como supondrán no fue algo que aprendí hace diez años. A mi pesar debo decir que es algo bastante reciente. Entre las enseñanzas antiguas atesoro una de Gabriel García Márquez, la frase del principio, y con perdón del Gabo de mis amores le añadiría: … antes de que sea tarde.

 

La Habana, ciudad de semáforos apresurados que no me dejan pensar en mi nombre cuando cruzo la Vía Blanca, me ha enseñado a tomar las cosas con calma, aunque este no es un canon inamovible… y todavía me caigo en plena Rampa metida en mil y un pensamiento y arrebolada, sorprendida todavía, con la altitud de los edificios.

 

P.d: Perdonen tanta recurrencia a la obra del Gabo, se cumplió hace poco un año de su muerte y este es mi sencillo homenaje.

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