Cuba: Hay que hablar más del racismo

Cuba: Hay que hablar más del racismo
Fecha de publicación: 
26 Marzo 2015
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Ya sabemos que la Revolución, en un acto ejemplar de justicia, acabó con todas las formas institucionales de discriminación en Cuba por el color de la piel.

Ya no hubo clubes exclusivos «para blancos», ni sociedades recreativas «solo para negros». Ya no hubo segregación en cabarets, playas, centros recreativos.

Negros, blancos y mestizos pudieron acceder en igualdad de condiciones al trabajo, la educación, la salud y todos los servicios públicos.

Pero una revolución social no significa, necesariamente, una revolución en todo el pensamiento de cada uno de sus individuos. En Cuba persisten manifestaciones más o menos veladas de racismo.

Algunos dicen que se trata de una cuestión cultural. Pero en realidad son más bien una expresión de profunda incultura.

El viernes de la semana pasada, la Mesa Redonda de la Televisión Cubana puso «sobre la mesa» este fenómeno.

Pero hay que decirlo: fue un programa puntual. Del tema no se habla lo suficiente en los medios de comunicación, a pesar de su permanente y nociva incidencia en todo el entramado social.

Hay cierto reparo en reconocer manifestaciones francamente discriminatorias por el color de la piel en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Pero lo cierto es que pueden estar ahí.

La falta de un debate permanente y contundente sobre el asunto (al menos en la radio, la televisión y la prensa escrita) ha contribuido al enraizamiento de algunos prejuicios o conceptos mal enfocados.

Uno de ellos: el mito mismo de las razas humanas. La raza humana es una sola, con singulares variaciones. Pero es una sola. Ya se ve que hasta el propio término «racismo» tiene una raíz socialmente construida.

Hacen falta más programas como esta Mesa Redonda. Pero el sistema de las artes, de la cultura en general, también puede contribuir en ese empeño.

En la emisión del pasado viernes se ponía un excelente ejemplo: la telenovela brasileña que está trasmitiendo Cubavisión. En Dos caras, el fenómeno del racismo, con sus más chocantes implicaciones, está tratado con sensibilidad, con franqueza, con una clara vocación social.

La televisión en Brasil, sin escapar de la lógica del mercado, se ha sumado a la lucha contra todas las discriminaciones. Y las telenovelas son un espacio privilegiado.

El pasaje de la cena en el capítulo del pasado viernes, cuando el acaudalado abogado Barreto pretendió humillar al invitado de su hija, un hombre negro habitante de una favela, puso el dedo sobre la llaga.

No vamos a hablar del excelente ejercicio de dramaturgia que constituyó esa escena. Vamos a centrarnos en la oportunidad, en la claridad de los conceptos, en los valores humanos que se pusieron de manifiesto, en la profundidad, y al mismo tiempo, en la sencillez de los argumentos que esgrimieron los personajes.

Y todo sin una gota de demagogia, sin la hipocresía o el paternalismo con que muchas veces se ha abordado el problema.

 

racismo-dos-caras

La actitud de Evilasio, la actitud del diputado, no fue la posición «de una raza» (asumiendo el lugar común de la raza). La de Evilasio y el diputado Narciso Tellerman fue una perspectiva esencialmente humana, enfrentada a la incultura galopante y reaccionaria del abogado.

Viendo la telenovela brasileña, no podemos dejar de hacer comparaciones. Pocas, muy pocas veces, nuestra propia teledramaturgia nos ha mostrado tanto vuelo y tanta rotundez en el tratamiento de ese problema.

Es que, a decir verdad, el tema ha sido muy poco abordado en los seriales que se ocupan de la contemporaneidad.

Aquí se habla de racismo cuando la telenovela está ambientada en el siglo XIX o en la primera mitad del XX. Es como si viviéramos en una sociedad perfecta, sin sombra de discriminaciones.

Y no hablemos solo de discriminaciones. Es que la presencia misma de personajes negros está bastante deprimida en nuestros seriales. Y que conste: no estamos pidiendo cuotas preestablecidas: las cuotas son reduccionistas y superficiales.

Pero llama la atención que en las últimas décadas nunca una pareja negra haya protagonizado una telenovela cubana.

O sea, la pareja principal, nunca ha sido negra. Los actores negros que se gradúan en el sistema de enseñanza artística, por muy buenos que sean, están en desventaja con los blancos.

En eso los brasileños también nos llevan la ventaja. Más de una telenovela brasileña de la hora estelar ha tenido como protagonista a una negra o a un negro. Y sin que signifique necesariamente que el tono sea reivindicativo.

Alguien dirá que la realidad de ese país lo demanda: el racismo se manifiesta allí de forma explícita y violenta, no así en nuestro contexto. Lo mismo pasa en los Estados Unidos.

De acuerdo, en Cuba el racismo suele ser más sutil. Pero no por ello deja de ser racismo. Y por supuesto, opera en todas las direcciones.

Hay racismo de blancos hacia negros (el peso oneroso de un pasado de opresión) y hay racismo de negros hacia blancos (en alguna medida, como reacción).

Es necesario que esa problemática encuentre más espacios de debate y orientación en los medios públicos de comunicación. Hace falta un compromiso más decidido, sin dañinos paños tibios.

En esa batalla, la creatividad del arte puede ser (ha sido, de hecho) una aliada.

En la Mesa Redonda se manejaba una idea esencial, que el mismo José Martí esbozaba hace más de un siglo: hombre es más que negro, más que blanco, más que mulato. Dígase hombre y habrá que respetar y garantizar sus inalienables derechos.

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