Ni de aquí, ni de allá
especiales
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Hace un par de años diría que era cubano. Por sus ademanes, su acento con raíces orientales, sus maneras. No tenía dudas de que era cubano, santiaguero, de hecho. Y lo admiraba.
Me estremecía con cada ataque, bloqueo, ice. Era extraordinariamente bueno, asombroso, aunque apenas era un muchachito; tal vez por eso era tan asombroso porque aunque era solo un muchachito tenía un don para levantarse y rematar.
Ahora lo escucho y descubro un acento ficticio, importado, un acento que no le pertenece y que se le escucha tan falso que no sé si reír por la ridícula imitación o sentir vergüenza.
Lo encuentro en “ el paquete”, un espacio que en los últimos tiempos nos ha dejado ver a esos atletas que admirábamos y que un día al desaparecer de Cuba, se les da "delete" en los medios. Lo encontré en una entrevista y me entusiasmó, porque lo extrañaba en la cancha, porque quería escucharlo.
Un periodista argentino conversaba con él. Un periodista que no necesitó mencionar su nacionalidad para que se supiera: las maneras de acentuar, el ritmo, la cadencia. A pesar de vivir en Europa seguía siendo argentino.
Pero el nuestro, el que nació en Cuba y se elevaba en los tabloncillos; ahora hablaba como un extranjero, lo intentaba más bien. Nunca antes escuché alguien que sonara tan artificial. Un híbrido entre cubano y europeo. Ni de aquí, ni de allá. Una mezcla amorfa e insípida.
Entiendo que vivir en un país diferente, con otro idioma y costumbres pueda cambiarnos; y que se modifique nuestro acento, tono, modulación, pero no al extremo de lo que vi en esa entrevista.
Él, con la nariz ancha y abierta, con los labios voluminosos y levantados, con la piel negra y perfecta, balbuceaba el español con un acento defectuoso y ajeno.
Antes no tenía duda de que era cubano. Ahora, ya no sé que es. Imagino que él tampoco.
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