Historia de los Centroamericanos: Mientras asesinan a Jorge Agostini

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Historia de los Centroamericanos: Mientras asesinan a Jorge Agostini
Fecha de publicación: 
12 Noviembre 2014
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Estamos en la primera ronda de los bocaditos untados con jamón del diablo y, a pesar de que cumplo 13 años y quiero estirarme bien rápido hacia hombre, - y eso tiene significado especial en mi natal Cayo Hueso - sigo prefiriéndolos, junto al pedazo de cake y los refrescos, a la amarga cerveza o el caliente ron, vasos repletos con los que quiere el viejo que yo debute delante de los amigos. Apenas los pruebo; eso sí, voy enloquecido tras los glúteos potentes de Nita y los muslos atrapadores de Lidia.

   
Junio 9 de 1955. Mientras recorro mi camino hacia lo que creo hombría, trato de apretar a mis primeras muchachas en los boleros de mi fiesta y busco lucirme en el rock y el chachachá, un ser humano está entregando su vida por mí y por millones como yo: Jorge Agostini Villasana.

 

MÁS ALLÁ DE FLORETES Y ESPADAS

 

Agostini: campeón de florete y espada (individual y colectivo) en los Centroamericanos y del Caribe Barranquilla 1946; en la cita de Guatemala (1950), floretista de plata y oro por equipos. Con 41 años integra los seleccionados de su país conquistadores del bronce en ambas armas en los Primeros Juegos Panamericanos, Buenos Aires, 1951. Participa en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 sin llegar al podio.

 

No se encadenó al deporte. Oficial de la Marina de Guerra, lucha contra la tiranía machadista y debe exiliarse en 1933, la muerte cerca de los talones. Retorna en 1936, y vuelve a ser perseguido por los reacccionarios durante el poder del trío asqueroso: Caffery, Batista y Mendieta. España. Armada republicana. Herido. Regresa al combate. Participa en el hostigamiento a las naves nazis que apoyan a los falangistas. La traición, el revés, el campo de concentración y, de ahí, a la patria.

 

Golpe del 10 de marzo. A menos de un año de competir en los Panamericanos iniciales, batalla por la libertad de Cuba. Los perros tras él. Hacia la tristeza del exilio. No se conforma con bregar desde Miami. Clandestino en la Isla. Conspira contra el régimen entre los miembros de las fuerzas armadas.

 

Calles 2,4, 15 y 17. Vedado. Baja del auto. Hacia la casa. Los esbirros. Apresado. A las órdenes de Laurent, teniente del Servicio de Inteligencia Naval, dos ¿hombres? sujetan al prisionero. Culatazo sobre la nuca; disparos, disparos, disparos...
 

A los carros. Lanzan el cuerpo frente a la Casa de Socorros de la localidad. Los médicos únicamente pueden extender el certificado de defunción de Jorge. La víctima presenta numerosos orificios de entrada y de salida de proyectiles, trece en el cráneo.

 

”¿Quedará sin castigo la salvajada? ¿Tiene acaso un grupo de hombres el derecho de arrancar la vida a sus semejantes con más impunidad que la que tuvieron los peores gángsters? Hoy es Jorge Agostini, nuevo mártir en la lucha por la liberación nacional; ¿quién será el próximo combatiente en  caer acribillado?”. Fidel Castro en La Calle, vespertino dirigido por el revolucionario Luis Orlando Rodríguez.

 

Junio 9 de 1955. Estoy de espaldas a estas realidades. Solo devoro los espacios deportivos de las publicaciones, la radio y la televisión e intento huir de mi adolescencia. Me divierto en mi fiesta: voy detrás de las vecinas y condiscípulas para aprovechar el ritmo de Lucho Gatica; trago dulces, bocaditos, refrescos, sin dejar de pensar en el más reciente jonrón de Eddy Mathews, la tercera de los Braves, y en los puñetazos de Marciano. Ya me desquitaré de esa superficialidad al encontrarme y sentir como golpe terrible en mi alma el asesinato de un ser humano como el de Jorge Agostini Villasana.

 

Algún día me vengaré de mí mismo.

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