EN GALERÍAS: Mis dos islas

EN GALERÍAS: Mis dos islas
Fecha de publicación: 
15 Agosto 2014
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Sin mucha algarabía mediática, Carlos García de la Nuez está exhibiendo en Galería Habana un muestra excelente: Mis dos islas, que reúne pinturas de marcada vocación conceptual con un extraordinario calado simbólico.

Más allá de los círculos académicos, expositivos y del mercado del arte, García de la Nuez no es un pintor muy conocido por los grandes públicos en Cuba, quizás porque buena parte de su obra ha sido concebida y expuesta fuera de nuestras fronteras.

Pero esta propuesta de Galería Habana es una buena oportunidad para descubrir a un artista con una poética muy singular, de altísimo vuelo, que se manifiesta en sus creaciones sin altisonancias, con una esencialidad y suficiencia ejemplares.

No hay aquí (o al menos no son evidentes) tanteos experimentales. La intención del pintor parece consolidada, fruto de un proceso investigativo, de una reflexión que ha discriminado hasta el punto de plasmar con aparente sencillez grandes verdades de la vida. La economía de recursos soporta y remarca el carácter lírico de estas visiones.

A primera vista, parecen pinturas abstractas. Y lo son, en buena medida. Pero una observación más detallada, descubre elementos de una figuración tranquila, muy intencionada, que apela a los sentidos.

Ya lo apuntaba: la esencialidad de las pequeñas cosas como punto de partida de asuntos más complicados y abarcadores. Cuando pinta un bosque, se regodea en la hermosa línea de una simple hoja. Cuando recrea una catedral, es la aspillera y la piedra. El juego son unas pelotas sobre una superficie desnuda. La semilla (que es el comienzo de todo) es una forma elemental, casi geométrica, en medio de la nada.

La paleta va desde un negro ciertamente enigmático hasta tonalidades cálidas. Imperio de los amarillos y los rojos, que son colores que impulsan, que no invitan al descanso. Es muy posible que haya referencias al inclemente castigo del sol sobre estas tierras.

Mi dos islas, la obra que da nombre a la exposición, parece evocar uno de nuestros mediodías, explosión de luces y calores. Pero esas son ya interpretaciones personales.

El autor devela algunas claves en los títulos (muy sugerentes, evocadores) y en los textos que inserta como al descuido en las obras. Pero, repito, los sentidos definitivos son una construcción muy personal. El artista, más que afirmar, sugiere.

En un mundo colmado de fuegos de artificio, Carlos García de la Nuez nos invita a viajar a los orígenes, que son, de alguna forma, una tabla de salvación.

 

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