¿Por qué estaría desolado un dragón?

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¿Por qué estaría desolado un dragón?
Fecha de publicación: 
1 Julio 2014
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Imagen principal: 

Como hizo con El hobbit, Un viaje inesperado, Peter Jackson le dio a La desolación de Smaug un trabajo visual espléndido, con paisajes espectaculares –mucho más luego del trabajo en 3D-, que mostraron ampliamente la belleza natural de su Nueva Zelandia.

Así, El hobbit, La desolación de Smaug muestra secuencias asombrosas cimentadas en un diseño artístico sobresaliente, que revela un cuidado extremo de los detalles. Un filme prodigioso que incluso puede ser que marque un nuevo paradigma en el género de aventuras, ya que Jackson hace una amalgama bastante lograda entre tradición narrativa e hipermodernidad audiovisual; mezcla pasión por el storytelling y recreación infantil, en un espectáculo donde hay tanto de cine como de videojuego.

La recreación al estilo del universo infantil en La desolación de Smaug es entendible: tanto esta cinta como su predecesora –y su continuación: El hobbit, Partida y regreso, que saldrá en diciembre de este año- son adaptaciones de El hobbit, novela de J. R. R. Tolkien, profesor de literatura medieval de la Universidad de Oxford, quien concibió esta obra para los niños.

Como ya ocurría en El Hobbit, Un viaje inesperado, el protagonista de la historia vuelve a ser Thorin, Escudo de Roble y su búsqueda de la mítica ciudad de los enanos, Erebor, y del dragón Smaug. El profesor Tolkien, primer autor de todas estas aventuras, era un apasionado de la Tierra Media y su abundante folclor; la parte de la historia que en esta cinta refleja Jackson es bastante representativa de eso: un dragón custodia un tesoro. ¡Exótico! Viejo, como toda historia medieval, pero excitante, sobre todo si el dragón tiene la contundente y viril voz de Benedict Cumberbatch.

Es precisamente en la recreación –en gran medida, digital- de la escena del dragón Smaug donde está el mayor logro del filme, atendiendo tanto al impacto dramático como a la concepción escénica. Y aunque nunca se llega a entender el título de la película (¿por qué estaría desolado un dragón de seis kilómetros de largo, con la piel fortísima y aliento de fuego, que además, duerme sobre oro?), sí acierta en dirigir las miradas hacia el personaje de Smaug; es él el gran antagonista de esta cinta. Al menos en esta película, es el dragón y no otro –ni siquiera el orco digital, que se autoproclama el más malvado entre los malvados- quien se interpone entre los personajes protagónicos y el cumplimiento de su destino.

Y ¡qué vida le da Martin Freeman al personaje de Bilbo! Sabe dar los toques de comedia justos. Mucho mejor que la pobre Evangeline Lilly, que, aunque campeona del amor interracial y con orejitas mordisqueables, supone una subtrama totalmente prescindible. ¿Por qué se empeña Jackson en asumir que una historia de amor hará más taquillera una película? O a lo mejor no fue idea de él, y sí de los otros coguionistas: Guillermo del Toro, Fran Walsh y Phillipa Boyens.

Lo que sí fue idea de Del Toro fue la ciudad de los humanos: anclada en un lago, muy fantasiosa, alejada de las fastuosidades de los elfos; con Bardo, nuevo Aragorn, (Luke Evans), que como la elfa que interpreta Lilly, fue creado para resolver un problema que suelen tener las partes del medio de toda trilogía: se quedan un poco en el aire.

Porque, ¿qué es la segunda parte de una trilogía sino una historia que ni comienza ni termina? Por eso en El hobbit, La desolación de Smaug no hay arco completo en los personajes, ni se abre ni se cierra ninguna historia. De ahí que se necesiten historias de amor que no vienen a tema, o recreación de ciudades sobre lagos…

Por eso el final de la película, aunque lógico, resulta muy frustrante. Termina en un gran cliffhanger, o sea, un final sin resolver, que deja todo en el aire, y en el momento más inoportuno. Quizás la novela de El Hobbit daba, como pensó Jackson en un inicio, para dos películas, y no para tres. Pero ya está hecho, y aunque la sensación de frustración al final del metraje es inevitable, y a Jackson se le fue ampliamente la mano con la magia del digital –todo el mundo, hasta los orcos, tienen muy buen cutis-, esta cinta resulta más entretenida y deliciosa que su primera parte. Mucho más.

Título: El Hobbit, La desolación de Smaug.
Director: Peter Jackson
Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen, Cate Blanchett, Andy Serkis, Christopher Lee, Hugo Weaving, Luke Evans, Ian Holm, Evangeline Lilly.
País: USA Año: 2013.
Duración: 161 min.
Género: Fantástica

Comentarios

Diana,si usted puede busque en el diccionario la palabra desolación y verá que sus primeras acepciones son Destrucción,ruina .Posteriormente aflicción y angustia.Si no leyó El Hobbit y vió la película verá que allí se le llama la Desolación de Smaug a las ruinas de la ciudad de Valle y a los territorios alrededor de Erebor que fueron arrasados o desolados por la bestia.En el Mapa de Thror aparecen dichos territorios señalados como La Desolación de Smaug porque el dragón no dejó nada en pie y de ahí el título del filme donde varias veces se hace referencia a la destrucción de Valle.Estoy de acuerdo con que el personaje de Tauriel y su romance con Kili está de más pero el de Bardo es imprescindible (Bard I en la versión original en inglés), llamado el Arquero, es un personaje ficticio del legendarium del escritor J. R. R. Tolkien, crucial en el desenlace de su novela El hobbit. Así que no fue creado por cuestiones cinematográficas.De cualquier modo los tolkiendili agradecemos esta versión de El Hobbit.
Tres comentarios: 1/ En el título, la "desolación" no hace referencia a que el dragón esté desolado, sino a lo que el dragón desoló (o asoló): esto es, la montaña de Erebor, la ciudad de Valle, y todo el territorio circundante. 2/ La ciudad de los hombres del lago, no es idea de Guillermo del Toro sino de JRR Tolkien. 3/ Esto ya es opinión: La incursión del personaje de Tauriel es de lo más ameno de una película en la que todo se ha alargado excesivamente, empezando por el aclamado discurso de Smaug, que si bien técnica y vocalmente es excelente, se hace muuuy largo. Efectivamente, el libro daba para dos, no para tres películas.
Lo único que puedo decir al respecto de este comentario es que Diana debería leerse la obra de Tolkien que al parecer no lo ha hecho. Una vez que lo haga, y le recomiendo que comience con El Silmarilion, ya no le quedaran ganas de criticar al autor. Y a proposito, no me atrevería a decir que Tolkien era un apasionado de la Tierra Media. EL LA CREO JUNTO CON TODO SU UNIVERSO AL CUAL EL LLAMABA "EL LEGENDARIUM".

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