CINEMATECA: El arca rusa
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El arca rusa (Aleksandr Sokurov, 2002) maravilla por la capacidad de trascender la propuesta técnica —innovadora y desafiante— para establecer un universo lírico, una metáfora poderosa. La hazaña de haber sido filmada en un solo plano secuencia es apenas la superficie de una obra que se adentra en la conciencia de una nación: Rusia.
Sokurov no se conforma con el virtuosismo formal: utiliza la cámara como extensión de la memoria, como instrumento para pensar el arte, la historia y la identidad. La continuidad visual es continuidad espiritual.
Onírica y racional —ensoñación y análisis confluyen sin conflictos—, la película pone en valor, sin excesos panfletarios, los hitos de la historia y la cultura de un pueblo. Es un maridaje de fascinación y melancolía: el esplendor artístico convive con la tragedia, sin idealizaciones ni condenas. Sokurov logra esa rara alquimia entre lo real y lo imaginado; el espectador no asiste a una lección convencional de historia, sino a una experiencia sensorial y reflexiva.
El arca rusa habla de la densidad y la volatilidad del tiempo, de sus meandros y cascadas. Cada sala del Hermitage, cada pasillo, es un pliegue temporal, un tránsito entre épocas que se funden y se confunden. La cámara navega por un río de imágenes que nunca se detiene, revelando la presencia hipnótica del pasado en el presente.
Esa fluidez asume al museo como un organismo: ámbito de tensiones anatómicas.
El título es un acierto extraordinario. En un arca todo se entremezcla, pero es posible distinguir el espíritu aglutinador de un conjunto. El Hermitage se presenta como arca de la cultura rusa —y, por extensión, de la humanidad— donde la belleza y la memoria sobreviven a los naufragios del tiempo. Allí coexisten emperadores y artistas, santos y cortesanos, ruinas y esperanzas. Sokurov propone el arte como refugio y, al mismo tiempo, como interrogante: ¿qué se salva realmente cuando todo cambia?
La película transcurre, en su toma única, como una montaña rusa. Quizás al principio ofusque, pero dominada la sensación de vértigo, se encauza en la irreversibilidad. Los saltos temporales son, en todo caso, el aporte de la imaginación y la poesía, la capacidad del hombre de recrear circunstancias y dotar de sentido al caos de la historia.
El arca rusa reafirma una gran aspiración del cine: ser a la vez pensamiento y emoción, sueño y testimonio, un ámbito donde lo fugaz y lo eterno se entrelazan: un maravilloso simulacro de la vida.
LA SINOPSIS
El arca rusa es un viaje hipnótico a través de tres siglos de historia y cultura de Rusia, narrado en un solo e ininterrumpido plano secuencia dentro del Museo del Hermitage de San Petersburgo. Un narrador invisible y un diplomático francés del siglo XIX recorren los salones del museo, encontrándose con personajes, épocas y símbolos que se entrelazan en una reflexión sobre la memoria, el arte y la identidad nacional. Aleksandr Sokurov convierte este recorrido en una experiencia poética y visual donde el tiempo se pliega sobre sí mismo y el pasado revive con la fuerza de un sueño lúcido.
LA FICHA
Título original: Russkiy kovcheg
Director: Aleksandr Sokurov
Guion: Aleksandr Sokurov
Fotografía: Tilman Büttner
Música: Sergei Prokofiev, Georgy Sviridov y otros compositores clásicos
Producción: Hermitage Bridge Studio / Egoli Tossell Film / Telefilm Canada
País: Rusia
Duración: 96 minutos
Formato: Plano secuencia único, filmado en alta definición (HD) en el Museo del Hermitage, San Petersburgo
Reparto: Sergey Dontsov (Marqués de Custine), Leonid Mozgovoy (narrador). Centenares de actores y figurantes
Estreno: 2002 (Festival de Cannes)
DISPONIBLE EN YOUTUBE: https://youtu.be/cAdngeArvrk?si=pdcZZKHs0fNcW4fY
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