Silvio, «Mi cariño te abriga la garganta»
especiales

El trovador cubano ofreció en su segundo concierto en Argentina, una de las noches más humanas y profundas de su carrera: entre la poesía, la emoción y la comunión con su público.
Quienes tuvimos la posibilidad de presenciar el segundo concierto de Silvio Rodríguez en Argentina, en el marco de esa gira 2025, salimos con la sensación de haber vivido un momento histórico: un encuentro con la poesía del gigante trovador cubano, con su música, pero fundamentalmente con su humanidad, capaz de sortear las encrucijadas de una garganta dolorida para regalarnos, a todos quienes tuvimos el honor de estar allí, un momento conmovedor que reafirma el cariño y la admiración por el autor de El necio.
Suenan los primeros acordes de Ala de colibrí y, desde el costado izquierdo del escenario, aparece la silueta inconfundible del aprendiz de zurrón. Los aplausos y la emoción por ver a quien conmueve a mi generación —pero también a las anteriores— llenan el aire. Recita un texto de José Martí y, al poco de avanzar en la prosa, se le escucha un tono ronco en la voz, que incluso al declamar se nota carrasposa y dolorida.
Al finalizar el segundo tema, el trovador dice: “Como notarán, hoy estoy peor que ayer, con lo cual los invito a que cantemos juntos”. La ovación de todo el estadio deja en el aire algo que luego se irá profundizando y transformando en magia: el enorme cariño entre Silvio y el público argentino.
El concierto avanza, y con él también la evidencia de que la garganta de Silvio se vuelve cada vez más frágil. La sensación es que la propia garganta duele: ya no es solo el cantante al que admiro, el ídolo de las canciones de mi infancia y militancia; es alguien cercano, un afecto en el escenario de un estadio repleto, haciendo algo más que cantar, dando una muestra de dignidad, de amor a su público, de compromiso con la música y con nosotros.
Todo el cariño quiere abrigarle la garganta a Silvio. Cada canción es una ráfaga amorosa en un combate con una afonía que amenaza dejarlo sin voz. Pero está la poesía, la presencia de Silvio, la profundidad de cada palabra, lo íntimo de este momento singular. Cada canción emociona más; las lágrimas brotan en adhesión cariñosa a una atmósfera gestada de modo imprevisto, pero cargada de magia.
El concierto fue, en canciones, más extenso que otros que pude ver estos días. Silvio da su palabra de honor de que, si alguien reclama por su entrada, le van a devolver el dinero. El estadio entero explota en “te quieros” y el compañero vuelve al combate, por momentos declamando sus poemas, entonando con pasión e hidalguía, arremetiendo con la adarga a los vientos que arrecian su voz. Aun cuando ella se quiebra, Silvio canta, el pueblo escucha, aplaude, acompaña, y en una brisa hecha coro completa los finales de algunas canciones.
Mi ídolo se vuelve héroe: nuestro cariño le abriga la garganta. Al terminar el show, hay un diálogo entre él y nosotros, una complicidad maravillosa que “solo el amor” puede alumbrar, que perdura desde hace muchos años. Y en esta noche porteña, esa alquimia de respeto, revolución y trovador de enorme talla gestó uno de los conciertos más bellos de Silvio, una de las noches más mágicas de la música, uno de los momentos más lindos de mi vida.
Gracias, Maestro.













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