Habana mundialista
especiales
Sin importar el sitio: la sala de la casa, un bar, una esquina o un cine, el fútbol en la capital cubana es tema corriente para los transeúntes por estos días.
Lo que años atrás era un espectáculo de consumo hogareño, ha ido desplazándose al ámbito público y adoptando maneras de un verdadero ritual colectivo. Hoy, en Cuba, cada partido del Mundial es transmitido en vivo por la televisión nacional. Pero muchos prefieren verlo en grupo, en sitios donde vivir eufóricamente la magia de los goles.
En las calles las banderas y camisetas de las más disímiles naciones y clubes son normales en estos días. Pocas, comparadas con otras urbes del mundo, pero se notan. La Habana vive la fiebre mundialista aunque Cuba no está representada entre los 32 equipos que disputan por un mes el máximo trofeo planetario de la especialidad.
Como sucedió en la anterior edición de 2010, el céntrico Cine Yara vuelve a convertirse en sitio de culto para disfrutar, en talla extra, de cada uno de los choques. Allí, la entrada normal ($2.00 MN) ha subido cinco veces su precio, más eso no es inconveniente que frene a los asiduos.
“Hoy no hemos tenido tanta asistencia, pero aún es temprano”, comentó la portera del cine mientras rasgaba las entradas de quienes arribaban para disfrutar el choque entre España y Holanda. “Ayer vinieron casi quinientas personas a ver el partido de Brasil; por eso te digo que dentro de un rato esto se llena”, me aseguró antes de continuar con su seguidilla de boletas rasgadas y recomendaciones a los clientes.
Algunos antes de entrar indagan el “por qué han subido tanto le entrada”, o “¿quién pone estos precios?”, preguntas para las cuales los trabajadores de la taquilla y la puerta no tienen una respuesta concreta. Lo cierto es que, con más o menos holgura, 10 pesos cubanos no parece excesivo a juzgar por la cantidad de público que se reúne en el sitio.
Aún más caro, y por ende más exclusivo, es el Sport Bar del Meliá Habana; sitio que habitualmente mantiene una transmisión ininterrumpida de deportes en vivo y cuyo precio de entrada es de 10 CUC con dos bebidas incluidas. Allí, con las comodidades de una megapantalla y otros siete televisores instalados en diferentes ángulos del local, los visitantes pueden disfrutar de los partidos.
Mas, el alto precio del “cover” limita a muchos. “Es verdad que las condiciones son muy buenas, pero ir allí es un lujo que casi nunca puedo darme”, asegura Emilio Herrera, joven periodista cubano. Aún así, en los últimos partidos de la Champions League, el Sport Bar cerró por capacidad, abarrotado por fanáticos dispuestos a pagar el elevado precio por presenciar dichos encuentros en vivo.
También hay otras modalidades, como las implementadas por algunos bares y restaurantes en La Habana. En dichos sitios, dependiendo de la situación, se elimina el cobro de la entrada, y es sustituido por el consumo dentro del local. En el caso del Mundial, como la transmisión en vivo no es patrimonio exclusivo de unos pocos, algunos sitios como la taberna El Conejito optan por tener sus puertas abiertas, apostando por la reputación ganada con los años.
Desde hace mucho tiempo, el céntrico establecimiento ubicado en El Vedado habanero, se ha convertido en un puerto seguro para los fanáticos del fútbol, con transmisiones permanentes de las ligas más importantes del mundo. “Allí, a veces y cuando los partidos no los ponen por la televisión en vivo, cobran la entrada de acuerdo con la importancia del juego; pero ya casi nunca es así porque tiene un público habitual que va y consume, y se queda a ver el partido en El Conejito”, explica Juan Manuel, quien más de una vez ha visitado la lugar.
Apenas a tres cuadras de distancia se ubica el restaurant Fabio, en cuyo piso suprior se encuentra también un bar que durante todo el Mundial estará abierto al público para quienes decidan disfrutar algún partido mientras consumen. La joven camarera que nos atendió fue muy específica, “no se paga la entrada, solo el consumo”.
Además, están también los espacios particulares, algunos de ellos ambientados y diseñados para acoger a los fanáticos del deporte. Esta es una modalidad creciente entre los múltiples negocios que emergen en La Habana, pues los seguidores del deporte son una audiencia amplia y en constante crecimiento.
Nadie quiere quedarse fuera de las posibilidades que se abren este mes. La plaza comercial Carlos III ha instalado una pantalla gigante en su patio interior en la cual es posible disfrutar de los partidos diarios, con la realización de actividades colaterales como juegos de participación y animación con el fin de atraer potenciales clientes con el gancho del Mundial.
De lo privado a lo público: pago para vivir
Desde hace aproximadamente una década, en Cuba, los jóvenes hablan, consumen y viven el fútbol de maneras muy variadas. En ese tiempo hemos visto como la imagen de los hinchas crece, hasta sustituir a la de los aficionados, el escalón inicial de una verdadera religión que a diario gana adeptos.
El fútbol internacional, por bueno y transmitido, ha conseguido que el béisbol en Cuba ya no sea hegemónico en una generación que creció a la sombra de los mejores partidos y ligas del planeta, que configuró sus pasiones al ritmo de gambetas y goles.
Sin embargo, con la masificación del deporte y el crecimiento de su gusto han cambiado también las formas de consumir este producto, el cual abandonó la comodidad de las salas familiares para convertirse en acontecimiento de multitudes que se reúnen para vivir —por 90 minutos— rencillas y amores compartidos.
“No son únicamente grandes pantallas y señales de alta definición. Es más sobre el ambiente y la posibilidad de compartir con tus amigos un trago mientras disfrutas de tu selección favorita. Aquí pagamos por vivir, al menos de esta forma, nuestro pedazo de Mundial”, me dice Emilio antes de regresar con su grupo de amigos.
No importa si se trata de rivales o hermanos: el fútbol no es una experiencia para vivir en soledad; porque en soledad no se puede discutir o celebrar, porque en soledad el fútbol pierde el encanto gremial de un gol cantado a pleno pulmón.
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