Nigeria: El círculo vicioso de la violencia
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Tal como hace propagandísticamente en los comics o “muñequitos”, Estados Unidos ha enviado “superasesores” a Nigeria para enseñar a las autoridades cómo se debe actuar contra el grupo denominado Boko Haram, rescatar a las casi 200 niñas que secuestró e impedir que, a cambio de estas, libere a varios miembros de la entidad en prisión.
Lo cierto es que, aunque lo niegue, la injustificable acción, -achacada en un inicio a la venta de las secuestradas a millonarios califas-, permite a Washington infiltrar a sus “justicieros” en el sistema de seguridad del Estado petrolero, cuando se acusa al gobierno africano de haber actuado con excesiva lentitud ante el atroz hecho de una entidad que hasta hace poco no era calificada de terrorista por EE.UU. tan proclive a endosarle el calificativo a quienes no comulgan con sus intereses.
Las especulaciones sobre cómo consigue Boko Haram financiación eran constantes, hasta que David Alton, miembro de la Cámara de los Lores británica, reveló que organizaciones basadas en el Reino Unido captaban fondos para el grupo, creado hace 12 años como una simple organización estudiantil.
En el 2002, ante la crisis económica que asolaba el norte de Nigeria (de mayoría musulmana), cerca de 200 estudiantes de la clase alta decidieron establecerse, junto al líder religioso Mohamed Yusuf, en un campamento cercano a la frontera con Níger.
Sin embargo, fue curiosamente la muerte de su líder lo que radicalizó al grupo. El 30 de julio del 2009, Yusuf fallecía en un enfrentamiento con las fuerzas armadas, tras, presuntamente, intentar escapar después de haber sido detenido momentos antes. Durante esos días, al menos 186 personas perdieron la vida en la ola de violencia causada por su captura, cifra que asciende hasta ahora a unas 5 000.
Desde entonces, la violencia se ha convertido en el único modo de vida de estos nigerianos.
El pasado mes de agosto, el Ejército aseguró que Abubakar Shekau, líder de la entidad, fue herido durante un ataque de las Fuerzas Armadas a una base insurgente en Sambisa, al noreste del país. Posteriormente, habría viajado a Amitchide, una comunidad fronteriza de Camerún, para ser tratado de sus lesiones, donde finalmente falleció. Verdad o ficción, desde entonces la confirmación sobre la muerte de Shekau continua sin producirse.
Aunque el Departamento de Estado norteamericano congeló los activos del grupo armado e impuso prohibiciones de viaje a sus miembros, la realidad demuestra que las operaciones sobre el terreno no son para nada costosas:
Primero, ante la facilidad para reclutar en el deprimido norte. Ya el 7 de septiembre del 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera, había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. Apenas 16 meses después, en enero del 2012, otros 40 correligionarios del grupo huían del penal de Damaturu, a unos 280 kilómetros del anterior centro.
Las estrategias reclutadoras de Boko Haram se desarrollan a cuatro niveles: Incentivos financieros, parentesco (muchos de los nuevos afiliados están relacionados con miembros del grupo primigenio), reconducción del histórico conflicto religioso y radicalización de los líderes (caso de Ibrahim Datti Ahmed, quien provocó una sangrienta campaña contra los efectivos sanitarios del país).
Segundo, el flujo de armas heredadas del conflicto libio que ha inundado la región, que sirvieron de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso del propio Boko Haram.
Como reconocía recientemente el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno, resulta clave. “Ya en enero del 2012, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla (al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad del 2011) fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. El apoyo de Borno es evidente”, afirmó.
No es la primera acusación que recae sobre las autoridades políticas de esta región. En el 2012, el general Jeremiah Useni, presidente del Arewa Consultative Forum (una organización formada por líderes del norte del país), acusaba a Ali Modu Sheriff, exgobernador local, de ser la mano negra detrás del explosivo crecimiento de la organización.
La guerra sucia, eso sí, parece ampliarse. Recientemente, fueron detenidos sin cargos cientos de personas acusadas de vínculos con Boko Haram, en tanto se afirma que se ha elevado el número de ejecuciones extrajudiciales o desapariciones forzosas.
Y es que el pueblo está atrapado en el medio del círculo vicioso de violencia vigente actualmente en Nigeria.
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Rabindranath
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