Tomás Sánchez en Cuba: «Aquí yo estoy en mi sueño»
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Este cubano ha mirado una vez más el paisaje de su islita querida, ahora a través del lente de una cámara que sin la maestría de sus ojos, acostumbrados a descifrar los más íntimos signos en los cuales confluyen la naturaleza y el espíritu humano, no habría conseguido jamás las imágenes que por estos días se exponen en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, en La Habana Vieja.
El mantra de las olas
«Notas al paso» no es el regreso de un hijo pródigo, más bien una declaración de amor de alguien que nunca se fue del todo. Feliz de exponer en Cuba y con muchos planes para acercarse cada día más, Tomás Sánchez conversó sobre las esencias de su obra:
«Mi obra siempre ha girado en torno al paisaje, al paisaje exterior y al paisaje interior, a los cambios en el paisaje exterior y a un paisaje interior que no cambia, que corresponde más bien a un mundo espiritual desde el cual uno percibe que todo el mundo exterior cambia, y mi paisaje se mueve entre el paisaje de la naturaleza y el paisaje del detrito humano, de los basureros, es decir, de la naturaleza y de la destrucción de la naturaleza por el consumismo».
Hasta ahora la pintura había sido el dominio casi absoluto de su creación, pero ciertas circunstancias hicieron emerger con muy buenos augurios a las instantáneas:
«Siempre he hecho fotografía, sin embargo, nunca se me había ocurrido exponer fotografía, pero hace cuatro años tuve un infarto y un amigo médico, mi médico de cabecera, que es un gran fotógrafo además, me dice: ¿por qué no haces una exposición de tu fotografía?, y él la conocía porque yo se la enseñaba en mi computadora. Yo no creía mucho en esa posibilidad, pero él insistió y me dijo: yo te voy a ayudar a seleccionar y vamos a editar algunas. Hice la primera exposición y tuvo muy buena aceptación, y esta es la quinta exposición ya de fotografía».
¿Diferencias y semejanzas en el proceso creativo? ¿Preferencias? Inquietudes que el artista, consecuente y renovador a un tiempo, no dudó en responder:
«Uno al pintar pierde la noción del tiempo, o sea, en la pintura el tiempo se detiene, incluso el momento de ejecutar una pintura, uno está el tiempo continuo de estar pintando, pero a la vez uno se olvida del tiempo y lugar. En la fotografía hay que estar muy consciente, muy en el momento presente, en la luz que está transcurriendo, y decir: este es el momento, tengo que hacer la foto ahora. Por ejemplo, las fotos de las olas, a veces tenía que pasarme mucho rato hasta que viniera una ola como la que yo quería para hacer la foto y lograr lo que yo quería. En la fotografía uno lucha, corre detrás del tiempo, para que no se le vaya el momento y poder congelarlo en la foto.
Pequeña nube oscura
«Ambas cosas me gustan, a mí me gusta trabajar con imágenes, sean como sean, incluso cuando estoy en mi jardín, que estoy sembrando árboles en mi jardín, eso yo lo disfruto como pintar árboles, es otra forma de crear, es trabajar con formas y colores y con la luz, a ver por dónde va a quedar, por dónde le da el sol al árbol, y todo eso es también creación».
El arte cubano contemporáneo, especialmente la temática del paisaje, lo motiva, no deja de sorprenderlo, y se refiere con respeto y admiración a sus colegas, incluso los más jóvenes:
«Cada vez que tengo un encuentro aquí yo aprendo mucho más que la gente que se encuentra conmigo, es increíble las preguntas que hace la gente joven aquí, los artistas jóvenes cubanos en cualquier parte, las conclusiones a las que llegan, es enriquecedor compartir con ellos.
«El movimiento de paisajistas es muy grande, en Cuba y en Latinoamérica hay un movimiento muy grande, hay un retorno a la pintura de paisaje, y en general hay un retorno a la pintura como medio. Claro, como es la vida, siempre es un puñadito de personas lo que se destaca y logra un lenguaje personal, y en Cuba hay un movimiento muy grande y muy interesante de paisaje y hay un grupo de artistas que realmente están haciéndolo de forma excepcional».
Se trata de un artista que vende, mucho y bien, sin embargo, asegura que lo comercial no pasa de ser «una necesidad, un medio para resolver ciertas necesidades»:
«Para mí no es lo primario, o sea, a mí el mercado se me abrió solo, por ejemplo, yo veo los artistas corriendo detrás de un galerista y digo: bueno, sí, tienen que vender su obra, lo necesitan para vivir, pero hay quien lo hace con dignidad y hay quien pierde toda dignidad y se vende a los galeristas. Yo creo que nunca seré un capitalista, no me he sentido nunca un tipo de derecha, de hecho, me tuve que ir de Miami a Costa Rica, porque esa idea de derrocar gobiernos y de hacer negocios con los medios y con la información, no podía con ella».
Tiene intenciones de donar piezas al Museo Nacional de Bellas Artes, a la Fototeca de Cuba y al propio Centro de Arte Contemporáneo que ahora lo acoge, pues, con todas sus letras, asegura que el destino natural de su obra es Cuba y observa con optimismo el contexto actual:
«Yo creo que cada día se abren más posibilidades de participación y siempre estoy instando a que los artistas cubanos que están fuera expongan aquí, y favoreciendo que los que están aquí expongan afuera también, porque es una sola cultura.
«Yo no estoy pensando mucho en el futuro nunca, aquí yo estoy en mi sueño en este momento participando aquí y exponiendo, pero yo quisiera que el día que yo no esté, poder dejar un legado a mi país. Siempre estoy compartiendo y pienso hacerme más presente cada vez».
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