Con las actuaciones de Jorge Perugorría como Ramón y Maydely Pérez como Laura, la hija; Daniel construye un drama que habla de la culpa, el perdón y el rencor.

La historia comienza cuando a Ramón, un taxista habanero, le llega la noticia de que su hija se marcha del país y decide intentar arreglar la controvertida situación de los dos, que los ha llevado al distanciamiento.

Las circunstancias o “una serie de eventos desafortunados” dramáticos, median en el encuentro entre Ramón y Laura, entre la necesidad de un adiós amparado en el perdón y la reiteración del rencor, la culpa y el dolor.

Lo que da el traste con este distanciamiento padre-hija es un no entendimiento sobre los sucesos del día de la muerte de la madre de Laura. Hecho que marcó un punto de giro en la relación pues cada uno sustenta una versión diferente sobre lo ocurrido.

Laura desprecia a su padre y lo culpa de todo. Ramón se ofusca en hacerle entender su realidad quizás para dejar de cargar este sentimiento a sus espaldas y con la esperanza de que el tiempo le devuelva a la hija que ha perdido, justo cuando es inminente la partida de esta.

Impulsado por sus sentimientos el protagonista decide ir al rescate y al encuentro de lo perdido y detenido esperando el cambio de luces en un semáforo es asaltado por un joven que lo amenaza con una navaja.

Ramón lo persigue y lo pierde entre las rejas de un pasillo, regresa a su taxi que esta vez no arranca y una vez más su tardanza se vuelve realidad.

Aparece en escena entonces un alma caritativa que lo intenta ayudar, un muchacho que lo convence con palabras de que es mecánico y me pregunto, ¿cuán inverosímil puede ser esta escena?

¿Hasta dónde puede llegar la confianza en un recién conocido luego de un asalto para confiarle el arreglo y cuidado del carro después de experimentar algo así?

¿Hasta qué punto puede ser esta una actitud cuestionable? En fin, el muchacho que resulta quedar como loco ante la opinión de un transeúnte que afirma que no es mecánico se torna en otro impedimento que pone a Ramón camino a su tardanza.

El corto se convierte en una carrera de obstáculos a sortear, para llegar a un desenlace de la historia donde la perspectiva juega un papel primordial.

El hilo narrativo parte de la necesidad de Ramón de mostrarse inocente ante su hija y el camino para llegar a esta meta que presenta a un hombre volcado al desespero.

La actuación de Perugorría no está en contraste con la de la hija, Maydely Pérez quien debuta con una actuación que no es orgánica.

El audiovisual cuenta además con las actuaciones de Yaniel Castillo, Yasmany Guerrero (La noche de los inocentes, 2007), Omar Franco (Penumbras, 2012) y Lynn Cruz (Larga distancia, 2011).

La fotografía es excelente, así como la calidad de las imágenes y el uso de los planos. La edición acompaña la narración y la banda sonora aporta el toque dramático que se espera.

El contexto de la narración se sitúa en La Habana actual, con sus conflictos a resolver y como escenario incuestionable para una historia.

Tarde para Ramón combina conocimientos teóricos sobre cine, sumado con una producción de primera, para dar como resultado el tercer corto de la filmografía de este joven realizador que da magníficos primeros pasos en el mundo del séptimo arte.