Israel Rojas: «Debemos aspirar a una sociedad con menos cosas materiales»
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Israel Rojas es uno de esos artistas con los que te podrías pasar horas de entrevista, no solo porque es un conversador espontáneo, sin muchos pelos en la lengua, sino porque dice con responsabilidad y en buen cubano lo que piensa.
Así, comienzas por un tema y de ahí a otro que surge y terminas queriendo escribirlo todo. Recientemente, conversamos sobre el concierto «Verso a Verso» que organizó el pintor Maykel Herrera en defensa de los derechos de la infancia, y qué les cuento, de los niños a los padres y de los padres al padre que es él mismo, llegamos a unas reflexiones que me confirman, primero, que una vez que te dicen mamá o papá, es inevitable verlo todo, la vida, todo, desde ese lente, y segundo, que no hay manuales infalibles sobre cómo ser un «buen padre», ¡pero qué falta nos hace a todos la presencia de uno!
«Yo soy padre de dos niños, de uno que ya es un adolescente de trece años y de Ana Paula, que va a cumplir un año en marzo, y creo que la educación de los hijos no se puede restringir solamente a la manutención, hay una manutención que no es exactamente económica, que es definitivamente afectiva, que es tan importante y a veces mucho más definitiva que la manutención económica, aunque obviamente hacen falta las cosas materiales, los sustentos…».
Esto, asegura, es para él sentencia comprobada en su propia relación con sus niños: «yo no vivo con el varón, sin embargo, eso no ha sido una mella para mantener una relación muy cercana, muy estrecha con él, estar muy atento a sus preocupaciones, a su escuela… y yo creo que eso me llena de tranquilidad porque vivimos una relación muy hermosa de padre e hijo: cuando él estaba en séptimo grado, yo estaba en séptimo grado; ahora que está en octavo, yo estoy en octavo; soy el que lo repaso en humanidades, vivo atento a sus notas, el resto de la familia también hala parejo, pero la labor de un padre es insustituible».
Y no es que sea cosa fácil: «de hecho yo creo que uno aprende a ser padre ejerciéndolo, no hay manual que te pueda preparar para eso, porque cada muchacho trae su propio carácter, su propio temperamento, y tú puedes mirar en el espejo de sus ojos un poco quién tú eres y quién no eres que es él». Es un reto que exige mucho, pero lleno de compensaciones y moralejas:
«Yo disfruto mucho a mis hijos, a cada uno en la etapa que le está tocando vivir y sí, me marcó muchísimo ver la vida desde el punto de vista de padre, te vuelve para bien o para mal mucho más conservador de cosas que te parecían antes menos importantes, y te hace también un poco más revolucionario desde el punto de vista de saber cuál es el país que quieres legarles, mejor que el que te tocó a ti, sin que por eso rompas las cosas buenas que te tocaron a ti, porque ese también es el otro peligro, a veces uno se pone hipercrítico y no se da cuenta de que cuando lanza críticas demasiado severas o sin tener todos los elementos, sin querer va volviendo a los hijos unos desagradecidos, gente que no comprende el por qué de las cosas, los vas volviendo acríticos de la realidad».
Y es que sí, los mimamos, los protegemos tanto como sea posible, pero la idea es educarlos para que vivan y donde queremos que lo hagan, diseñarles el mejor escenario posible, también nos toca:
«Yo creo que el paradigma de sociedad al que debemos aspirar es una sociedad con menos cosas materiales y con mucho más cariño y mucho más afecto entre nosotros, porque, por ejemplo, ese paradigma de cada cubano con un carro es un absurdo, porque este país no es productor de petróleo como para eso, el día que los carros caminen con aire, a lo mejor lo podemos aspirar, pero la tecnología todavía no lo permite. Siento que a veces nosotros como padres nos quejamos tanto de la dureza económica, que sin darnos cuenta vamos labrando en nuestros hijos una visión economicista de la vida, que después lo pagamos con una factura de soledad y además, muchas veces para mandarlos a lugares donde tampoco van a ser felices».
«Entonces lo que estoy intentando con mis hijos es legarles un país mucho mejor sobre las bases de lo que realmente sea posible, sin falsas utopías, sin eufemismos estúpidos, sin socialismos infantilistas, ni confianza absoluta en que el mercado lo puede resolver todo. Estoy intentando que aprendan voluntad, sacrificio, esfuerzo y autoconstrucción, no para que logren solamente cosas materiales, sino sobre todo para que sean felices».
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