El mundo del absurdo
especiales
Generalmente, en este mundo mayoritariamente de predominio neoliberal muchos gobiernos atienden primordialmente el mandato de los poderosos magnates que exigen protección de sus riquezas, en detrimento de la atención a los sectores mayoritarios de la población, es decir, los más necesitados.
Hasta el presente en México ha dominado ese diktat, y todavía no hay nada tangible que permita vislumbrar ese derrotero, aunque el actual mandatario, Enrique Peña Nieto, con mucha preparación y un discurso que hasta convence a muchos, incluidos detractadotes, asegura que no cometerá los errores de anteriores dignatarios.
Cierto, la presentación de Peña Nieto al final del 2013, luego de un año repreparación, no fue bien recibido por la mayoría del pueblo, debido a que hacía cambiar la Constitución y abría el capital nacional privado y extranjero a la inversión en la mítica rama energética, de tradicional orgullo independentista mexicano. Sin dudas, ello representó un serio retroceso político.
El poder mediático y el control de ambas cámaras legislativas anularon los esfuerzos para impedir la ley a todas luces desnacionalizadora, en un movimiento en el que habrá que esperar unos cinco años para comprobar sus beneficios para la mayoría de la población.
Mérito tiene, no obstante, que el Presidente haya reconocido los perjuicios que 20 años del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá han resultado funestos para la agricultura, con la mitad de los productos que se producían en el país tengan que comprarse a sus socios.
Se dice que el convenio si ha beneficiado a la industria y la comercialización, pero impedido elevar la producción en el campo, que es la base de la economía en los países de escaso desarrollo, porque invierte en obras que no ayudan a la producción.
En este contexto, el mandatario se fue fuera del guión tradicional para los gobiernos que son sirvientes de los dueños del capital, al recalcar que no se repetirá el error del anterior mandatario, Felipe Calderón, y empleará todo el dinero posible en beneficio de la población y no para el combate al narcotráfico, reconociendo verbalmente que la atención a los pobres y marginados eliminaría el caldo de cultivo de la violencia y la delincuencia.
No obstante, hay algo que no marcha bien, porque ya en el estado de Yucatán están siendo empleados millones de pesos en la instalación de más videos y cámaras, así como el financiamiento de patrullas de vigilancia para combatir la delincuencia.
Al respecto, el periodista Pedro Echeverría recurrió en una idea ya expresada en Rebelión en el sentido de que, a pesar del actual discurso oficial, los gobiernos mexicanos no han querido entender que la delincuencia no se combate con armas, sino resolviendo los problemas de la miseria y el hambre, la acumulación de riquezas y la terrible desigualdad, por lo cual menos podrán hacerlo “los pobres gobernantes de ‘provincia’, que sólo han leído cuentos de policías y ladrones y ni siquiera poseen cifras del desempleo, de los miserables salarios y la forma en que vive el 80% de los mexicanos”. En esta situación, se desarrolla la crisis delicuencial qu8e se desarrolla por estos días en Michoacán.
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