Gallos desplumados
especiales
Es verdad, les sacaron las espuelas una vez más, pero al menos yo vi otros Gallos, mucho más agresivos, y dignos de haber merecido más. Para su mala fortuna, nadie fue capaz de sacar el tercer out en el momento oportuno de ese fatídico octavo inning, cuando les faltaban cuatro para avanzar por segunda vez a una final nacional, y volvieron a fracasar en el séptimo juego.
Los lanzadores relevistas no pudieron hacer su trabajo y punto. La extraordinaria labor del novato Norge Luis Ruiz fue echada en saco roto, y quienes habían estado bien todo el año, no actuaron correctamente en el momento crucial.
Sí, pero eso fue solamente en este último desafío, en los anteriores fue la ofensiva la más endeble, sobre todo la de su columna vertebral, una vez más en deuda con la afición, a pesar de las conexiones, aisladas pero importantes, de Yuliesky Gourriel.
A pesar de todo merecen reconocimiento ellos, y sobre todo su afición, que sin importarle mucho los fracasos constantes en la última década, repletaron el Huelga con la esperanza de sepultar de una vez la maldición.
Por el contrario, Matanzas fue todo agresividad, y gracias a la encomiable labor de contención del refuerzo guantanamero Frank Navarro, no se fueron de partido y vaciaron el Huelga en el octavo episodio.
Lamentable, muy lamentable una vez más, el espectáculo de su mánager, retando otra vez a las autoridades como si fuera intocable. Mejor decirlo ahora que ganó, y no después de una derrota, para que nadie nos tilde de atizar la herida abierta: A esto hay que ponerle coto YA, porque día a día se va subiendo la parada y la sangre puede llegar al río. Eso sin hablar de la pésima imagen a los millones de espectadores que apreciaban el juego, y a quienes luego no les pidió disculpas, pese a tener los micrófonos a su disposición.
Se viene ahora una batalla épica: algo así como Villa Clara contra Villa Clara, porque son dos equipos muy similares en cuanto a estilo de juego. Lo más saludable sería que el espectáculo lo pusieran los peloteros y no los entrenadores, y mucho menos los árbitros.
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