Un año a todo color

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Un año a todo color
Fecha de publicación: 
3 Enero 2013
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La pradera de Bonachea

 

Bonachea: Vencedor de la muerte. 2011. Técnica mixta.

 

En julio de 2012 murió Juan Vicente Rodríguez Bonachea. Fue una pérdida sorpresiva y dolorosa para las artes plásticas, pues el pintor estaba en su plenitud creativa. Unos meses antes, en enero, la galería Imágenes acogía su exposición Una oscura pradera me convida.  Animales maravillosos, extrañas criaturas con rasgos humanos, paisajes ignotos… formaban parte de estas obras figurativas, que muchas veces trascendían la bidimensionalidad del cuadro. Los seguidores del pintor encontraron aquí las marcas de siempre, la misma poética: esa tendencia a la curva, a la figuración imaginativa. Aquí estaban sus personajes y también sus ámbitos. Pero se hacía evidente, en unos cuadros más que en otros, el deseo de provocar, de proponer situaciones singulares.

Kcho en grande

 

La conversación, instalación de Kcho.

 

Hasta abril de 2012, Alexis Leyva Machado, Kcho, presentó en el último piso del Gran Teatro de La Habana una exposición de grandes dimensiones: Sacrificio en la encrucijada, que reunía dibujos, esculturas e instalaciones producidos en los últimos años. Era una exposición antológica: estaban ahí las coordenadas del artista, ese arte con fuerte vocación conceptual, por momentos minimalista, siempre sugerente. Se trataba de reflexionar sobre la naturaleza del viaje, partiendo siempre de la insularidad que obliga al diálogo con el mar. El mar fue, en definitiva, el protagonista de esta muestra, aunque por momentos se le aludía indirectamente. Remos, botes, muelles, nudos… todo un universo que invitaba (o disuadía) a atravesar el agua, a cruzar los límites. La muestra posibilitaba al espectador la interacción con las obras: podía uno atravesarlas, caminar entre sus elementos.

Portocarrero: cien años

 

Portocarrero: Ciudad, 1952. Óleo sobre tela.

 

El Museo Nacional de Bellas Artes presentó en marzo una exposición antológica con obras fundamentales del pintor cubano René Portocarrero, en el centenario de su nacimiento. Como todos los grandes pintores, Portocarrero era un auténtico poeta, una criatura dotada de especiales sensibilidades. El mundo a sus ojos adquiría un lirismo multicolor. En la muestra estaban algunas de sus múltiples visiones de La Habana, en las que la ciudad es un trazado geométrico que apenas puede contener el estallido de color. Y también sus exquisitas Floras, rostros de mujeres de singular expresividad, barrocos también en su concepción, algo expresionistas también, en los que el trazado un tanto grueso se perfila por la carga de significaciones. Con estas obras, pudo el espectador seguir la evolución creativa del artista, el nacimiento y la cristalización de un estilo. Ubicadas en orden estrictamente cronológico, las piezas mostraron sus intereses temáticos, que casi siempre tienen una fuerte vocación social.

América en fotos

 

José Julián Martí: Sin título. Impresión digital.

 

En el mes de abril, La Habana Vieja acogió la tercera edición de la Jornada Fotográfica Latinoamericana, que incluyó varias exposiciones de creadores de todo el continente. Convocada por La Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la Casa Simón Bolívar, la cita tuvo como sedes varias de las galerías e instituciones culturales del centro histórico capitalino. La inauguración tuvo lugar en el Centro Hispano-Americano de Cultura, con la apertura de una muestra centrada en el tratamiento del cuerpo humano. Bajo el título La seducción de la mirada, el curador Rafael Acosta de Arriba reúne 38 imágenes de igual número de fotógrafos cubanos, obras que recorren casi un siglo de creación: desde 1920 hasta el presente. Se trataba de explorar las muchas posibilidades del cuerpo humano, desde una visión francamente erótica hasta acercamientos con mayor evocación social.

Una gran Bienal

 

Performance en el Centro Wifredo Lam.

 

Una Bienal inabarcable, así fue la oncena edición de una cita que ha incrementado la cantidad de expositores y acciones artísticas. A primera vista, las exorbitantes cifras de inauguraciones y participantes pudieran inducir a pensar que fue la mejor bienal de los últimos tiempos. Pero cuidado, porque mucho no significa necesariamente bueno. Y si es cierto que en esta oportunidad vimos propuestas de mucho valor, también abundó el intento fallido, fuera de lugar, irrelevante. La mayor ganancia fue para el público que no asiste casi nunca a las galerías y que en las jornadas de la cita encontró a su paso una instalación, un performance… En el Malecón, por ejemplo, se ubicaron obras muy interesantes por sus propuestas formales y conceptuales y otras en las que la peculiaridad del mensaje no estaba respaldada por un resultado estético consistente. Se evidenció la necesidad de ampliar el espectro temático y no circunscribirse a un tema establecido. De cualquier forma, la cita constituyó una auténtica fiesta popular que sacó a la ciudad de sus rutinas cotidianas.

Esculturas para un siglo

 

Rita Longa: Figura tronca (detalle), 1937, terracota.

 

El Museo Nacional de Bellas Artes acogió durante el verano una muestra por el centenario de la escultora Rita Longa, una de las más relevantes creadoras del siglo XX cubano. Longa está considerada la figura cimera de la escultura cubana. Sus obras están emplazadas en varias ciudades de la isla; en plazas y parques, cementerios, fachadas de edificios, residencias particulares, iglesias, teatros… Son piezas perfectamente identificables, porque ella les imprimió la marca de un estilo personalísimo, que transita con soltura por las tendencias y gustos de un siglo pródigo en movimientos artísticos. Con la perspectiva de varios años, fue posible admirar obras de profunda vocación revolucionaria. Ese viaje creativo de Rita nos dejó un patrimonio de extraordinarias significaciones. Sus piezas complacieron por su prestancia y suavidad, por la diafanidad de sus líneas, por una elegante frialdad que a veces era solo el contén de un cúmulo de apasionadas sensaciones. La muestra permitió seguir la evolución creativa de la artista.

Un daiquirí sin azúcar

 

Remember Hollywood (2011), de Tai Ma.

 

La galería Habana presentó en julio una exposición curada por el crítico y coleccionista norteamericano Gilbert Brownstone, en la que participaron jóvenes artistas y otros que no lo son tanto. Daiquirí sin azúcar reunió sobre todo pinturas que generalmente tienen en común una decidida apuesta por la figuración y por la metáfora bastante comprometida. Había una vocación: “la realidad es dura… tratémosla con ironía, con humor, con sarcasmo”. Daiquirí… no pretendió ser una muestra “antológica”. Brownstone lo explicaba en el catálogo: “Para alguien como yo, con los ojos adaptados más a los artistas de las generaciones anteriores, hacer esta curaduría ha sido un nuevo y agradable desafío pero a la vez no estoy muy contento porque de antemano sabía que no podría incluir todos los artistas que quería y lo merecían”. De todas formas, la exposición fue una oportunidad para tomarle el pulso a la obra de artistas contemporáneos cubanos.

Del desnudo y los conejos

 

La bella, 2012.

 

Un mes después, en agosto, la galería Habana exhibió la muestra El regreso de Jack el Castigador, de Rocío García, que incluía lienzos donde reinaba lo andrógino, lo sensual, lo erótico… y cierto regodeo en la violencia y las relaciones escabrosas. Cada pintura era el indicio de una historia que el espectador podía recrear, o completar. A veces las imágenes asumían una vocación cinematográfica. En ocasiones el título redondeaba la idea. Entre cuerpos hermosos, dibujados con economía de líneas, se asomaba un conejo que resultaba simbólico. La exposición hablaba, en definitiva, del amor… que todo el mundo sabe que puede llegar a ser un sentimiento peligroso.

Paisajes de García Portela

 

Se caerá. 2009. Acrílico sobre lienzo.

 

Mario García Portela se ha ganado un puesto entre los mejores paisajistas de Cuba. Ojo, no entre los de ahora mismo, sino entre los paisajistas de todos los tiempos. Sus piezas deslumbran por la maestría del trazo, por el diáfano trabajo con el color (con particular preferencia por los ocres y los sepias), por la elegancia tranquila de sus composiciones. García Portela no se conforma con “retratar” paisajes: sus pinturas son verdaderas creaciones, en las que la obra del hombre también está incluida. El pintor presentó en el Museo de Arte Colonial de La Habana una retrospectiva de su trabajo con el título de Homenaje, que incluía 11 óleos, concebidos para varias series. Hay obras de las series Viñales (que recrea el paisaje de la provincia de Pinar del Río), Retratos del Bosque y Pequeños Ciudadanos del Tiempo.´

Un mundo surrealista

 

Repensar el tema. Óleo sobre lienzo.

 

En octubre, Alejandro Pino Serrano expuso en la galería Orígenes la muestra Ideas Inteligibles, que ofrecía una visión muy intencionada del mundo en que vivimos. En las obras aparecían objetos de la cotidianidad, rostros realistas, alimentos del día a día… Pero las ecuaciones propuestas rompían casi toda lógica… Puro surrealismo, francamente comprometido con una época, con un estado de cosas, con el testimonio de una gran crisis. Cada cuadro era una “puesta en escena”. Los personajes o los artefactos estaban en medio de un proceso, el entorno invitaba a contextualizar, a armar el discurso. La meticulosidad del trazo deslumbraba, pero lo más interesante era la capacidad de comunicación.

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