El béisbol no tiene precio

El béisbol no tiene precio
Fecha de publicación: 
13 Noviembre 2012
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El acceso gratuito a las instalaciones deportivas fue algo que distinguió siempre al deporte cubano de sus pares en todo el mundo, donde a veces el precio de las entradas se hace inaccesible para buena parte de los fanáticos.

Las estrecheces económicas tuvieron un gran impacto en el deterioro de los recintos, y se hizo necesario buscar fondos para su mantenimiento, con lo cual se introdujo en Cuba el costo de las entradas, todavía a un precio más bien simbólico en comparación con cualquier otro lugar del planeta.

Sin embargo, para la actual Serie Nacional de béisbol se ha propuesto elevar a cinco pesos el importe de la entrada, y aquí tenemos varios desacuerdos.

En primer lugar, la justificación principal que se da es que ese fondo servirá para estimular a los peloteros. En mi modesta opinión, ese impulso económico no debe venir del bolsillo del pueblo, como no viene tampoco de ahí la estimulación económica en moneda nacional y en divisas en la gran mayoría de los sectores laborales.

Para esto hay muchísimas vías, desde el patrocinio de los equipos por empresas locales, como se hace extraoficialmente en muchas provincias, hasta darle al pelotero un por ciento por la venta de sus camisetas, afiches, tarjetas y todo tipo de materiales confeccionados alrededor de su imagen.
Además, cinco pesos para un trabajador medio es un monto considerable. Tomemos en cuenta que el salario promedio de Cuba ronda los 350 pesos si se incluye a todos los jubilados (y creo que estoy poniendo de más).

Un fanático va como norma unas 10 veces al estadio en un mes, y si eso ahora representa 10 pesos, para la venidera campaña serían 50, cerca del 15 por ciento de su salario. Eso sin contar lo que podría erogar en transporte y luego en consumir productos alimenticios en la instalación, porque el béisbol es un deporte de larga duración y nadie aguanta tres horas sin probar bocado.

Pudiera decirse que los jubilados, los más afectados con la medida, representan un bajo porcentaje en el total de asistentes, pero esto no es verdad. En Cuba la mayoría de los juegos se celebran en horario laboral, y esto limita el acceso del pueblo trabajador. Una buena idea hubiera sido dejar en un peso el costo del acceso a las gradas de sol, poner en tres la parte techada, y en cinco los palcos, para estar más acorde con el principio de calidad-precio.

Además, tampoco hemos tomado en cuenta que muchas veces el aficionado acude con más familiares, y esto multiplicaría toda la inversión para disfrutar de un juego de pelota.

Los apologéticos dirán que mucho más cuesta ir a un concierto. Es verdad, pero al concierto de un artista determinado se va una o dos veces al año, mientras que a estos “artistas” se les disfruta durante meses. Tampoco se puede comparar el aforo ni las comodidades de un teatro con las del estadio, donde se vive un verdadero fenómeno de pueblo.

El cubano de a pie sabe lo que representa eso para su bolsillo, y no porque uno pueda entrar al estadio sin pagar debe olvidarse de ello.

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