Jonder y Yeilyn: el amor en los tiempos del béisbol
especiales
El día que llegué a visitarlos y encontré al campeón listo para limpiar la casa, mientras «su reina» guardaba reposo por prescripción médica, entendí que estaba frente a una de esas historias de amor verdadero.
¿Cómo se conocieron? Yeilyn Rodríguez Benítez era carpetera del hotel Guanima, en Matanzas, y allí se hospedaban los peloteros del equipo provincial. Allí, con vista al mar, comenzó su relación con Jonder Martínez. Lo fácil, el romance, aquel salto en el estómago de maripositas revoloteando por el enamoramiento, y también lo difícil:
«Que casi siempre está fuera de casa jugando, el tiempo es corto, pero bueno... cuando está en Matanzas jugando, lo apoyo en el estadio, y siempre que hay tiempo, salimos. La distancia es difícil, pero cuando hay amor y deseos de estar siempre juntos, todo fluye, y más ahora con este bello regalo: nuestra mini princesa».
Jonder Martínez ha sido campeón con tres equipos diferentes en la Serie Nacional del béisbol cubano, fue a los más importantes certámenes internacionales, es un pitcher de Juegos Olímpicos y Clásico Mundial, pero sus cuatro niñas son el mejor juego que ha lanzado, y su esposa… que lo diga él mismo:
«Para mí es muy importante la pareja. Mi esposa es también mi amiga, mi confidente. Me gusta compartir las tareas en la casa, me encanta meterme en la cocina, siempre estoy inventando en la cocina, a veces limpio…»
Y como si tuviera en frente un bateador difícil, cuando la vida aprieta el paso, Jonder se autorreleva para estar a la altura; es ahí cuando escoge sus mejores lanzamientos: «Hemos pasado momentos muy difíciles. Hubo una vez que ella estuvo enferma como cinco meses y tuvimos que asumir mi suegra, mi cuñada y yo todas las labores de la casa; tenía que bañarla, cocinar, limpiar; la suegra era la que se ocupaba de lavar, pero yo tenía que organizar la casa y atender las tareas de la escuela de la niña mayor, que está ya en la Secundaria, y ahora con el nacimiento de la más pequeña, que es mi hija de la vejez, yo le cambio pañales, le doy la leche en la madrugada... Llevamos una relación muy amena, y así podemos dedicarnos tiempo de pareja también».
Y habrá quien crea que la única bola incómoda que le toca batear a la esposa es la ausencia, pero no:
«Cuando le toca jugar, la casa se inunda de nervios. Me siento frente al televisor o a escuchar la radio sin hacer más nada, aunque le respondo siempre a mis vecinos que gritan y están pendientes que confío en él cien por ciento, todavía hay 27 para rato. Cuando gana, imagínate, es una fiesta, pero si pierde... es difícil, porque Jonder se pone muy molesto; aunque no es conmigo, sé que se siente disgustado y solo le doy ánimo, le digo “para la próxima”, que es un deporte en equipo, y conversamos lo que le salió mal».
El diálogo, esa cofradía constante, es parte de la clave del éxito, dice Jonder: «Pienso que son tres palabras fundamentales, mucho amor, mucho respeto y mucha comunicación. Sin esos tres factores, ninguna pareja puede sostener las adversidades, y yo pienso que así hemos sabido suplir las distancias y todos los problemas que en un momento determinado podamos tener. El amor es lo que nos une, pero siempre respetándonos y comunicándonos mucho».
¿Qué si hay celos? Claro: «En casa, cuando él está, se encarga de la cocina; cocina delicioso, me pongo celosita porque a Haila le gusta su comida más que la mía».
Haila es la niña grande de Yeilyn, la que Jonder recibió como suya, la de las tareas de la Secundaria, la hermanita de Yaylé y Lorena porque la vida las juntó en una familia muy original, y la mini princesa, Sheilyn, regalo para todos, para los artemiseños y para los matanceros, que ha sido parte de la recompensa que el amor les ha dado, aunque no es la única, pues después de ganados y perdidos, de jonrones y bases por bola, después de lesiones y relevos oportunos, la admiración mutua, el amor, los salva:
«La recompensa es grande cuando lo paran en la calle y celebran su trabajo, porque en verdad me siento muy orgullosa de mi esposo... mi pelotero… mi 27... mi misil. Es ejemplo de entrega, disciplina, constancia, entrega por el béisbol», expresa ella.
Y él le advierte: «Siempre voy a estar ahí en buenas y malas, y tú sabes que aquí tienes un esposo hasta que la muerte nos separe».
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