EN FOTOS: Celia Sánchez, una vida para servir
especiales
Sin ella, José Martí no estuviera en la cima del Turquino, monumento entre nubes que eterniza el compromiso de un pueblo con el legado inmenso de su Apóstol.
Ella organizó redes clandestinas que a la larga garantizaron la superviviencia de los núcleos principales de la lucha contra el dictador Fulgencio Batista: fue puntal insustituible en los preparativos del desembarco del Granma.
Cuando algunos querían reducir a la mujer casi a objeto decorativo, ella subió a la Sierra, empuñó un fusil, organizó un pelotón femenino, probó su valía y sus reservas.
Ella guardó hasta el aparentemente más insignificante documento de la lucha revolucionaria; después muchos de esos "papelitos" sirvieron para contar en detalle la historia de un proceso.
Después del Triunfo se consagró a una labor de servicio: animó obras de gran impacto popular: escuelas, centros recreativos y culturales. Estaba comprometida con la utilidad y la belleza.
Ella fue portadora de cientos de mensajes de la gente, de aspiraciones y necesidades, de sueños por los que luchó hasta el último día.
Murió cuando todavía no había cumplido los sesenta años, cuando tenía mucho que hacer todavía.
A ella, por su sensibilidad y belleza, la compararon con una flor... pero era mucho más: era también árbol de profundas raíces y sólido tronco: árbol resistente, de acogedora sombra.
Ella fue (es) símbolo, pero también concreción fecunda.
Celia Sánchez Manduley (1920-1980) nació para sembrar.
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