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La relación de Elpidio Valdés, los niños cubanos y Juan Padrón fue intensa. Como regalo a los niños, en su Congreso Pioneril, que mejor que un largometraje de Elpidio Valdés. Comenté en otro artículo que los infantes consideraban a Elpidio un amigo cercano, del barrio, real. Cómo no pensarlo real. Para cualquier niño (incluso adultos) fue un héroe de carne y hueso, porque se sentían identificados con él, con su cubanía, con su humor popular, con su esencia desmitificada. Con sus episodios aprendían y aprehendían la Historia, que en la escuela, desgraciadamente, muchas veces se la llenaban de fechas y héroes almidonados e inaccesibles en sus pedestales. Comparativamente, lo asimilaban mejor, alguien cercano, a quien podrían parecerse, a quien podían incluir en sus juegos sin incurrir en un santo sacrilegio. Juan Padrón y su Elpidio hicieron más por mantener vivo el interés por la historia patria, el amor por los mambises, que muchos historiadores y educadores profesionales.
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