Racismo hasta el tuétano en el «país de la libertad»
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Una ex jefa enfermera, amiga, negra, platicaba que su hijo, quien emigro a Estados Unidos, tenía que cambiar constantemente de barrios en ciudades norteamericanas, debido a, dijo textualmente, “los negros allí son malos”.
Para él, para su madre, no había forma de que entendieran que la población negra ha sido, es, largamente discriminada, tratada como una fiera, y llevada en muchas ocasiones a convertirse en lo más criminal de la nación, sin contar los abusos policiales que han provocado la muerte de miles de afroamericanos, muchos de los cuales no habían cometido ni el más leve delito.
Otra conocida, taxista durante los siete días de la semana, me dice que es curioso que haya tan pocos negros en Georgia, a lo que le contesto que la mayoría fueron linchados y quemados por los blancos, en cifras que van desde la extraoficial de 4 000 hasta la admitida oficialmente de 2 000 en el estado cuya bandera tiene como única insignia un melocotón.
“¡MAMÁ! ¡MAMÁ! ¡NO PUEDO MÁS!”
Estas fueron las últimas palabras de George Floyd el 25 de mayo del 2020. Floyd, un hombre afroamericano de 46 años, fue linchado en Minneapolis por Derek Chauvin, un policía blanco, quien le puso su rodilla en el cuello durante ocho minutos y 46 segundos.
El Departamento de Policía de Minneapolis, al igual que otros en Estados Unidos, siempre ha utilizado una fuerza excesiva contra hombres y mujeres negros. En el 2015, la policía disparó mortalmente a Jamar Clark, un hombre negro de 24 años; al año siguiente, el asesinato de Philando Castile por oficiales de ese mismo departamento fue transmitido directamente por las redes sociales.
SIN JUSTICIA NO HAY PAZ
El fin de la esclavitud no fue sinónimo de libertad. En los estados del sur, los llamados códigos negros restringieron los derechos y la movilidad de las personas afroamericanas, mientras grupos de supremacía blanca, como el Ku Klux Klan, utilizaron la violencia para reestablecer su “ley y su orden”. El fallo de la Corte Suprema de 1896 Plessy vs. Ferguson, “separados pero iguales”, marcó el comienzo de la segregación y la discriminación legal.
Los linchamientos aumentaron, también la destrucción e incendio de negocios y barrios negros.
Con el pleno apoyo de la policía local, los linchamientos eran anunciados en los periódicos, fotografiados. Un espectáculo público que tenía a las familias blancas como espectadoras. Las imágenes de niños blancos sonrientes frente a un cuerpo negro carbonizado recuerdan el poco valor que aún tiene la vida negra en Estados Unidos.
La violencia racial y la segregación del espacio público también se extendieron por las ciudades del norte. En Chicago, Eugene Williams, fue asesinado el 27 de julio de 1919, cuando los blancos le arrojaron piedras desde la orilla del lago Michigan, porque nadaba en la sección “solo para blancos”.
En Harlem, una nueva generación de escritores negros, entre ellos Richard Wright y Langston Hughes, comenzó a denunciar el trato que recibían por la policía. La negación sistemática de servicios del gobierno federal, como la vivienda y las hipotecas, señalaron, exacerbaba las desigualdades existentes en las comunidades negras.
En la década de 1950, organizaciones de mujeres negras comenzaron a cuestionar las leyes que sostenían el sistema de segregación racial. Uno de los casos más emblemáticos fue Brown vs Board of Education que declaró que la segregación racial en las escuelas era inconstitucional.
Sin embargo, la violencia racial sancionada por el Estado, los linchamientos y la brutalidad policial continuaron. Al año siguiente, Emmett Till, un joven de catorce años, fue asesinado en Mississippi. La policía continuó reprimiendo a los activistas negros: Birmingham, Alabama(1963); la marcha de Selma a Montgomery en 1965; entre muchas otras.
En las grandes ciudades, las comunidades negras se movilizaron contra la brutalidad policial: Watts, Los Angeles (1965), Minneapolis (1967), Detroit (1967), y Newark (1967). Entre 1968 y 1972, se produjeron más de 2 300 levantamientos o rebeliones como respuesta a la violencia policial.
RACISMO ESTRUCTURAL
Las raíces de la violencia en Estados Unidos están en el racismo estructural. La gran inversión en vigilancia y seguridad contrasta con la falta de inversión en las comunidades más pobres. Los departamentos de policía y el sistema carcelario de los Estados Unidos consumen un gran porcentaje de los presupuestos de las ciudades, un hecho que ha sido criticado por los manifestantes.
La brutalidad policial se visibiliza en la larga lista de nombres.
En diciembre de 1979, cuatro policías blancos en Tampa, Florida, mataron a golpes a un motociclista negro, y la impunidad provocó una revuelta en Liberty City.
La policía de Nueva York asesinó a Michael Stewart (1983), Eleanor Bumpurs (1984), Michael Griffith (1986), Edmund Perry (1985), Yvonne Smallwood (1987), Abner Louima (1997) y Amadou Diallo (1999).
En 1991, cuatro oficiales blancos fueron filmados golpeando a Rodney King en Sylmar, California. Cuando fueron absueltos en 1992, se produjo un levantamiento que paralizó la ciudad de Los Ángeles por más de cinco días.
En abril del 2001, el asesinato de Timothy Thomas, por un oficial de policía blanco, dio origen a nueva rebelión en Cincinnati, Ohio.
A pesar de las promesas, los esfuerzos por reformar la policía no se han materializado. Michael Brown, un joven negro de 18 años, fue asesinado por un policía blanco en Ferguson, Missouri, en el 2014. Su cuerpo permaneció en la calle durante cuatro horas, a pesar de los llamados de auxilio de los vecinos. En su informe, el oficial responsable, Darren Wilson, se refirió a Brown como una “fuerza demoníaca”.
En Los Ángeles, la policía disparó y mató a Ezell Ford el 11 de agosto del 2014. Los oficiales alegaron que Ford intentó usar su arma, versión que fue cuestionada por los testigos.
En abril del 2015, en Baltimore, Maryland, Freddie Gray sufrió graves lesiones cuando fue arrestado y trasladado en una camioneta de la policía, murió una semana después. (Multivisión ofrece actualmente los aspectos al respecto en la serie dominical de Alto Impacto).
En septiembre de 2016, la policía de Carolina del Norte disparó y mató a Keith Lamont Scott, quien iba desarmado en su automóvil.
ALGO PARA NO OLVIDAR
En sus inicios, Estados Unidos estableció un sistema de castas y segregación racial; un sistema económico, social y político que explotó, esclavizó, encarceló, deportó, y asesinó a hombres, mujeres, y niños. Como señala la historiadora Kelly Lytle Hernández, las formas de conquista y asentamiento colonial en América del Norte marcaron el comienzo de siglos de violencia contra los pueblos indígenas y las comunidades afroamericanas, chinas y mexicanas.
La Guerra Civil marcó el paisaje estadounidense. El mito de la “Causa Perdida” reescribió la historia de la Guerra Civil como un conflicto por los derechos de los estados. Con ello se buscó borrar las referencias a la esclavitud de la memoria colectiva y romantizar el estilo de vida de las plantaciones.
Al igual que en el pasado, las autoridades y liberales blancos hacen llamados de unidad, las referencias a Martin Luther King. Jr. no faltan.
Luego de cada linchamiento público, la policía, los medios de comunicación, los liberales blancos y los grupos de supremacía blanca atacaban a la víctima para justificar la brutalidad.
Existe además una larga tradición de condenar la protesta en Estados Unidos. Kellie Carter Jackson señala que hay un doble estándar cuando se analiza quién utiliza la violencia para obtener derechos. A los negros siempre se les ha negado el uso de la violencia para obtener derechos. Esto tiene una larga historia. Después de la revolución haitiana, por ejemplo, los amos de esclavos en Louisiana y Natchez, Mississippi aprobó nuevas leyes para reducir las rebeliones en el sur de los Estados Unidos.
En un paisaje completamente alterado y redefinido por COVID-19, y en el que el racismo estructural estaba en plena exhibición durante la pandemia, comunidades enteras se han movilizado. En un principio las protestas fueron pacíficas, pero se volvieron violentas una vez que la policía golpeó, lanzó gases lacrimógenos, arrastró a los estudiantes desde los automóviles, y disparó balas de goma contra los manifestantes. A pesar del toque de queda impuesto en varias ciudades, las manifestaciones continuaron. Alcaldes y gobernadores no vacilaron en desplegar a militares (National Guard) para controlar los saqueos y defender la propiedad privada.
Las fuerzas de orden público han utilizado métodos de represión extremos y excesivos y han atacado a manifestantes y medios de comunicación. Algunos medios han mostrado a policías arrodillados con los manifestantes, lo que constituye un gran espectáculo de unidad.
CONSIDERACIÓN
Antes de finalizar este extremadamente largo pero aún inconcluso comentario, hay que subrayar que la muerte de George Floyd fue el resultado de siglos de violencia contra los cuerpos negros, una violencia consentida por el Estado. A lo largo de la historia de Estados Unidos, la policía ha asumido el papel de juez, jurado y verdugo, matando más personas que en cualquier otro país desarrollado. Y ello ha continuado, menos publicitado, en la actual Administración, de lo que aún no tenemos datos definitivos.
Pero en el anterior gobierno, presidido por Donald Trump, el ahora candidato republicano utilizó un lenguaje racista para describir tanto el asesinato de Floyd como la respuesta pública y a los manifestantes. Al declarar que “los matones están deshonrando la memoria de George Floyd”, Trump distorsionó, en forma deliberada, la verdad, un intento de desacreditar a los manifestantes negros y centrarse en los saqueadores. Su mensaje de “ley y orden” va dirigido a su base política: hombres blancos y cristianos evangélicos.
Trump no solo se refirió a los manifestantes como “matones”, sino que además sugirió que “cuando comienza el saqueo, comienzan los disparos”. Esta frase no es nueva. Fue utilizada por el jefe de policía de Miami, Walter Headley en 1967, para legitimar la represión de jóvenes negros como una “represión de matones”. Al año siguiente, el segregacionista de Alabama George Wallace utilizó una frase similar.
Al mismo tiempo, la policía de todo Estados Unidos siguió reprimiendo. En Nueva York, destruyó un piquete de primeros auxilios. Cuando las protestas llegaron a las inmediaciones de la Casa Blanca, Donald Trump y su familia se refugiaron en un búnker. En una demostración de fuerza y para apaciguar el ego de Trump, el Fiscal General William Barr invocó la Ley de Insurrección de 1807, que permite el uso de la fuerza militar en suelo estadounidense.
En un acto público, Trump se retrató con una Biblia, lo que despertó las críticas de Mariann Edgard Buddle, obispo de la Diócesis Episcopal de Washington, quien declaró que la sesión fotográfica de Trump era contraria al cristianismo.
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