Lula cumple: Para acabar con el genocidio indígena
especiales
Jair Messias Bolsonaro, quien permanece en el refugio gusaneril de Florida, debía ser juzgado, entre tantos de sus crímenes, por el sistemático genocidio de los pueblos indígenas de Brasil, además del comprobado con el pueblo yanomami, tan escandaloso que hasta la prensa más reaccionaria se ha tenido que hacer eco.
Messias, de pocas luces para hacer algo bueno y de tantas para lo malo, fue durante estos cuatro años un fiel cumplidor de aquellas disposiciones señaladas hace varios siglos por juristas-teólogos para que los indígenas aceptaran la imposición de “nuestro rey, nuestro dios y nuestra fe; los indígenas tienen que pagarnos impuestos y alimentarnos, trabajar sacando minerales y perlas, y, si no lo hacen, les haremos “guerra justa".
Pero los conquistadores, al igual que Bolsonaro y sus apoyos oligarcas e imperiales, llegaron haciendo "guerra justa", y después impusieron sus condiciones divinas y materiales.
Si en algo fue “consecuente” el anterior régimen fue en la continuación del maltrato a los pueblos originarios, extendido en gran parte al resto de la población brasileña, como fue la inacción ante la pandemia del COVID-19, la represión indiscriminada de la población de las favelas, las acciones vandálicas y asesinas contra los partidarios de Lula, y muchos etcéteras.
Entre esos capítulos bochornosos está el mencionado maltrato a la etnia yanomami, golpeada por el hambre, la desnutrición y las enfermedades.
Aproximadamente 30 000 yanomami viven en el territorio indígena más grande de Brasil, el cual abarca una superficie similar a la de Portugal y se extiende por los estados de Roraima y Amazonas, en el extremo noroccidental de la Amazonía brasileña. También hay algunos en el sur de Venezuela.
Consiguen sus propios alimentos mediante la cacería, la recolección, la pesca y de algunos cultivos en amplios jardines creados en medio de la selva. Cada pocos años, los yanomamis se trasladan de un lugar a otro, permitiendo que el suelo se regenere.
PROMETEN, PERO INCUMPLEN
Pero de una forma u otra, "los no indígenas prometen y no cumplen. Crean leyes y decretos que no cumplen. Traen enfermedades y pandemias que se propagan por el mundo, porque no saben respetar la naturaleza, que para nosotros es sagrada", dice un texto en defensa de los pueblos originarios.
Según el censo del 2010, más de 300 pueblos indígenas viven en Brasil, muchos de ellos aislados o no contactados. Más de la mitad viven en la Amazonía, amenazados por la explotación ilegal y a gran escala de los recursos de esta región.
Los mineros de oro ilegales aparecieron por primera vez en el territorio yanomami en la década de 1980, pero luego fueron expulsados en su mayor parte. Han reaparecido en gran número en los últimos años, atraídos por los elevados precios del oro y alentados por el expresidente Jair Bolsonaro. Su número alcanzó más de 20 000 durante el gobierno de Mesías.
Los mineros destruyen el hábitat de los animales que los yanomamis cazan, y ocupan tierras fértiles que la etnia usa para la agricultura. También procesan el mineral con mercurio, el cual envenena los ríos de los que los yanomamis dependen para la pesca.
La minería crea piletas de agua estancada en donde se reproducen mosquitos que transmiten enfermedades. Y los mineros que se reubican para explotar nuevas zonas propagan enfermedades entre los nativos, que tienen una inmunidad baja debido a su contacto limitado con otras personas.
OTRO AIRE
El gobierno de Lula rebautizó el organismo responsable por las políticas para los pueblos indígenas desde hace 55 años para excluir de su nombre el término “indio”, considerado discriminatorio y colonizador.
La Fundación Nacional del indio (Funai), creada en 1967 y que ha sido la principal impulsora y ejecutora de las políticas para los pueblos indígenas en Brasil, pasó a llamarse Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas (Funai) a partir de un decreto publicado por el líder progresista el pasado lunes.
“Indio es una palabra adoptada por los colonizadores para definirnos, pero desde hace ya algunos años nosotros venimos usando el término indígena, que significa ‘originario’, aquel que estaba aquí antes de los otros”, explicó a EFE la líder indígena Sonia Guajajara, quien asumió como titular del inédito Ministerio de los Pueblos Indígenas.
El cambio responde a la decisión del líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de impulsar una nueva política para los indígenas que los tenga como protagonistas, e igualmente a la política de promover un lenguaje incluyente, no solo para los géneros, sino también para las razas.
Según la nueva ministra, representante de los Guaja jara/Tantear, una etnia que vive en la reserva indígena Araribóia, en el estado amazónico de Maranhao, el nuevo nombre de la Funai representa y valoriza la diversidad de los pueblos indígenas brasileños.
“Por eso, en este momento de retomada, es fundamental que renombremos órganos institucionales, como la Funai, que actúa en la defensa y la promoción de nuestros derechos y tienen que garantizar nuestro sentimiento de pertenencia a nuestro pueblo”, afirmó la activista elegida el año pasado por la revista Time como una de las cien personalidades más influyentes del mundo.
Guajajara, electa diputada en las elecciones legislativas del 2 de octubre pasado, agregó que el término “indio” también es considerado impreciso por los especialistas, ya que generaliza las más de 300 etnias existentes en Brasil.
En el mismo sentido se pronunció la diputada federal y abogada Joenia Wapichana, quien se convirtió en la primera mujer indígena en asumir la presidencia de la Funai.
“Es un momento histórico para los pueblos indígenas de Brasil, que, después de tanta afronta y retroceso, y con el único órgano indigenista totalmente desmantelado, podamos retomar la Funai. Una Funai que ahora sí podemos decir que es nuestra”, afirmó Wapichana, al criticar las políticas del ahora expresidente Jair Bolsonaro.
Añadir nuevo comentario