Geopolítica: El voto Tiktok como resultado del orden postliberal

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Geopolítica: El voto Tiktok como resultado del orden postliberal
Fecha de publicación: 
29 Marzo 2025
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Las conversaciones de paz en torno a la cuestión ucraniana atraviesan un punto de cierto congelamiento. Por una parte, la administración norteamericana ha dejado claro su interés en eliminar el conflicto, por otra, los europeos con la élite globalista a la cabeza persisten en el error de mirar hacia Rusia como un enemigo geopolítico. Esta equivocación reside en la cuestión lógica de la dependencia económica y de hidrocarburos que está empobreciendo a la industria otrora pujante del Viejo Continente. Todo el choque que ha acontecido entre Moscú y Kiev posee como trasfondo la conservación, por parte de una élite, de los tratados y la estructura del mundo heredados del reparto de la Conferencia de Yalta. Equilibrio que reinó en la guerra fría, pero que ya no responde a la balanza real de fuerzas. 

En Europa se ha llegado a extremos de bloquear candidatos porque se sospecha que pudieran acercar sus países a Rusia, en caso de acceder al poder, así pasó con Rumanía. Este episodio conforma uno de tantos en una era postliberal en la cual ya hay que hablar de cómo las élites violan sus propios pactos sociales si estos no las benefician. Lo legal, en caso de contravenir los intereses de propiedad, se elide y obvia. Así pasó con el tema de las causas reales de la guerra de Ucrania que es un choque proveniente del año 2014 y no de reciente data como han establecido las narrativas occidentales. ¿Cómo puede saldarse este panorama con unos Estados Unidos fuera de la ecuación? En realidad, a lo que están apostando los globalistas es a la división interna de la clase política norteamericana, al regreso de los demócratas con las elecciones intermedias y la realización de una agenda continuada antirrusa. Cuestión esta última que es la mar de irracional en el nuevo ecosistema geopolítico. De manera que no quieren a Washington fuera y harán lo necesario para comprometer a la administración Trump.

Pero es que esta guerra, aparte de estarse librando con la mayor superpotencia nuclear del planeta, conduce al empobrecimiento de Occidente, es un catalizador de su decadencia y no beneficia los planes de crecimiento del Partido Republicano. El desgaste del Estado Nación norteamericano será mayor si se asume el costo de una división global con Moscú y por ende otra carrera armamentística. La deuda pública no puede asumir un golpe como ese. Se afirma que, a los enemigos de Estados Unidos, esta guerra les conviene, ya que actúa como elemento de desgaste de sus fondos. ¿Es George Soros un patriota de derechas norteamericano o más bien un globalista especulador cuyas lealtades ideológicas van más con un proyecto socioeconómico como el globalismo liberal? Por ahí se están moviendo los tiros en los análisis y, obviamente, solo viendo las cosas desde la dinámica izquierda/derecha no podremos entenderlo. Lo que está pasando es que, en la reconformación del mundo posterior a Yalta, se están dando choques entre la élite y eso repercute en lo simbólico, lo económico, lo cultural y la construcción de la vida en su dimensión existencial ontológica. 

Los demócratas, ese partido que funciona como arma de los globalistas en el eje del Estado Nación norteamericano, aspiran a volver en el periodo intermedio, radicalizar las políticas de género e identidad a partir del uso del caos trumpista como rebote, retornar con la geopolítica irracional contra Rusia y colocar las cuestiones en una crisis de la cual no se sabe qué puede resultar. En medio de todo, la agenda de deportación de la actual administración, sus políticas erráticas en materia económica y social, el golpe inmenso a la economía de los aranceles; justificarán cualquier exceso de la oposición demócrata. El juego está cerrado para la razón y abierto para la locura geopolítica, ya que un choque de mayor magnitud con Rusia puede desencadenar resultados apocalípticos, pero una vez más el cálculo de los globalistas se basa en un golpe efectista como lo que hicieron en Ucrania en 2014. El callejón sin salida de Occidente es como una serpiente que se muerde la cola. Están en crisis y como están en crisis la respuesta es incrementar la crisis. Es una huida hacia adelante en la cual se ponen en riesgo con el solo final de que las fortunas privadas prevalezcan. 

La agenda conservadora republicana no puede lidiar con el problema estructural que aqueja a unos Estados Unidos necesitados del retorno de capitales, cosa que solo se logra a partir de bajar los costos de inversión para las transnacionales. El país debe volver a ser una economía de oportunidades, pero por ahora el proteccionismo se basa en la fuerza, las leyes de coerción y el chantaje a los socios. Ello, aparte de debilitar el tejido de las alianzas del Occidente liberal, puede generar hacia el interior de los Estados Unidos un efecto contrario a lo preconizado por el movimiento MAGA acerca de la creación de empleos o el logro de un superávit. En tanto, la prensa pagada con sus narrativas hace su parte de la labor. Tras el ascenso de los precios de los productos para el norteamericano medio y los proyectos de eliminar presupuesto federal de ayudas sociales, se ha desatado una ola de ideas justificativas que buscan tapar el fracaso del modelo y establecer verdades alternativas donde debería haber explicaciones, pero nadie, ni los demócratas ni los republicanos, están dando las razones reales de la actual crisis en dicho país. Y es que hablar de estructura de poder y de deuda en una realidad polarizada puede costarte muy caro.

¿Y qué papel juega Europa en todo eso? Ya Trump dio las claves cuando dijo que hasta prefería unirse a la Comunidad Británica de Naciones antes que seguir el paso a los globalistas de Bruselas. En la reconformación de los poderes, ya la alianza atlántica es una piedra en el zapato para el aislacionismo trumpista. Un gasto que no representa otra cosa que los caprichos de una élite enfrascada en una guerra sin resultados. El desgaste, la muerte de todos los activos reales y la no existencia de arsenales competentes; todo eso ha colocado a la OTAN en su peor crisis en décadas. Su existencia dependerá de cómo se salden las cosas con el proyecto de poder de Trump y la salida que tenga en todo esto el reparto de los puestos claves en las elecciones intermedias. Si los republicanos se sostienen, veremos emerger otros fenómenos en la misma línea que hasta ahora, si son los demócratas los que resultan airosos, habrá un mundo parecido al que tuvimos con Biden. El daño que la pelea entre las élites globalista y nacionalista de derecha conservadora le está haciendo al mundo es quizás irreversible.

Europa entrará en una espiral de decadencia como potencia global, lo cual ya venía desde la salida del Reino Unido, que sin dudas dejó al bloque sin una de sus economías puntera y el país de mayor presupuesto militar. Todo eso pudiera acercar el continente a Rusia, lo cual es visto como un desastre para los globalistas que poseen intereses financieros y de tipo especulativo vinculados a las estructuras vigentes. El nuevo mundo, que aún es un monstruo en gestación, puede ser muy diferente a lo que conocemos y dar paso a transformaciones que no solo estén inscritas en la geopolítica, sino en la cultura y en la manera de asumir la existencia. El liberalismo en su crisis da paso a otros valores que se potencian desde la soberanía y el multilateralismo. Trump no tiene otra salida, por ahora, que jugar a la política del pingpong con Rusia y China, desatendiendo a los europeos. Cuestión que pasará factura al Occidente que hoy conocemos y que es la clave para el cambio global.

Lo que sí resulta irreversible es la huella del proteccionismo en la sociedad norteamericana y el impacto de los aranceles. Todo eso no produce un efecto llamado para los capitales, sino que establece un mal precedente. En materia de crecimiento lo que le convendría a los Estados Unidos es ser percibido como un país en el cual los valores liberales y la empresa privada siguen siendo pilares del sistema, pero lo que ahora mismo está saliendo ante el mundo como imagen deja mal parado dicho espacio comercial. La coerción y la irracionalidad no van de la mano del preconizado liberalismo de mercado y los inversores no han de establecer su confianza en un sitio cuyo gobierno, postliberal, mete las manos constantemente desde la política para regular y darles preferencias a personas y facciones afines. 

Detrás de lo que está pasando en los Estados Unidos están la crisis del liberalismo occidental y el surgimiento de nuevos espacios de expansión del capital desde la lógica del oriente. China con su peso productivo y con un PIB creciente amenaza con dejar descapitalizado el poder de quienes por siglos han dominado el planeta. El cálculo está previsto para este siglo, cuando Occidente será sobrepasado. La carrera se torna agónica, atropellada, llena de obstáculos, para frenar a los asiáticos. Pero el proteccionismo pareciera no funcionar. Ello dependería de ser aún competitivos y no solo deviene en espejismo, sino que le resta nivel de vida a los ciudadanos medios. Quizás este tema, unido a la agenda de las deportaciones, sea de las cosas que en materia estructural estén catalizando más rápidamente la descomposición del modelo a partir de sus mismas contradicciones. 

Aún queda por ver el último capítulo de la guerra en Ucrania, que está llamado a ser el principio del fin del mundo unipolar. Es o eso o el choque atómico con el consiguiente fin de la especie. Esas son las ecuaciones que se plantean delante de los ojos de los líderes mundiales, en uno de los instantes más críticos que se hayan vivido. Las elecciones de mediano término, los decretos trumpistas y el impacto negativo en la economía de los aranceles y las deportaciones son otras variables a tener en cuenta para establecer matrices de análisis y predicción. ¿Qué pasaría si se logra un tercer mandato de Trump con una transformación de la Constitución?, ¿cómo sería un gobierno de su sucesor Vance? Son interrogantes sobre la mesa de disección que una vez resueltas pudieran conducir hacia realidades concretas. Hace unos meses era evidente que un gobierno de Trump pondría al mundo en una crisis sin precedentes, hoy esa verdad nos golpea en el rostro. Las alternativas dentro del modelo vigente tampoco son halagüeñas. Habrá que esperar a los próximos meses, cuando las políticas aprobadas tengan un efecto mayor en el PIB. Solo ahí, quizás, el relato del poder vigente, tendrá la erosión suficiente para no soportar el ejercicio de la opinión. Pero hay que tener en cuenta que en el orden postliberal nada de lo que era lógico en las instituciones políticas resulta conservado o posee continuidad en el presente. Y puede que, aunque exista una crisis evidente, las personas sigan votando por las tendencias de Tiktok 

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