De película: la marginación
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Filmes como Los Dioses Rotos y Conducta no ocultan la herida de la marginación en la Cuba actual. Sacuden. Para bien. La nueva sociedad por la que se batalla, sin ser todavía la soñada, rodeada por la maldad interna y externa, hereda más allá de lo positivo, de lo heroico, de lo hermoso. Dentro de ella permanecen pedazos podridos intentando imponerse. Hasta se disfrazan y aparecen algunos nuevos al son de la etapa.
Apruebo lo planteado por Rolando Pérez Betancourt sobre películas de este tipo pues muestran “...una parte extrema y no menos real de la sociedad. Habana profunda que en sus afanes de vida y subsistencia duele...”. Conducta “(...) habla de una maestra buena y de su lucha contra los dogmas de una escuela, simbología sin par de una época obligada a hacer de la ética y otros valores humanos acompañantes, algo más que propósitos arduamente mencionados”.
Muchas veces quedamos en las frases sin lograr la manera correcta de transportarlas a la vida, con el uso equivocado del teque, del panfleto a destiempo, y al ensalzamiento por encima del estudio. ¿Por qué utilizar la emoción por encima del razonamiento? Lo emocional debe llevar a la razón lejos de oscurecerla. El Che opina: “Desgraciadamente, a los ojos de nuestro pueblo y a los míos propios, llega más la apología de un sistema que el análisis científico de él”.
El desmerengamiento y el bloqueo incrementado alimentaron a nuevos marginadores-marginados. Ahora, aprovechan los cambios necesarios que hacemos en busca de más impulso para saltar con mayor potencia en el camino de la construcción del socialismo, del que aún no estamos cerca material y espiritualmente. Si estamos mal en lo segundo, distanciamos considerablemente lo primero.
Apremia cuidarnos, con hechos concretos, de quienes se aferran a la propulsión o tratan de caer a la derecha. Las transformaciones deben ser instrumento, momentos de una fase, nunca fin. Urge desenmascarar a los tipejos de la calaña de Un hombre de éxito: sabotean el avance y avivan ese distanciamiento. Son los marginales de cuello y corbata. Los peores.
Prefieren la automarginación individuos muy bien reflejados en piezas como El Chino, Réquiem por Yarini, de Carlos Felipe, y la monumental María Antonia, de Eugenio Hernández. Su reciente desaparición física mereció un superior adiós, al estilo del recibido por Juan Formell o el entrenador de judo Ronaldo Veitía.
Los automarginados tienen de muchos personajes de Santa Camila de La Habana Vieja y de Andoba, de José Brenes y Abraham Rodríguez respectivamente y de la película De cierta manera, de Sara Gómez, donde otros luchan por salir de ese ambiente anticultural, encontrarse en y batallar por la verdaderamente humano. Más bien, los autores bebieron en lo real para llevarlo con más fuerza a la ficción.
La crítica Ileana Diéguez Caballero señala: “(...) los viejos valores que ayer eran una forma de resistencia, hoy tienen que transformarse o perecer”. Y llama a mostrar esa lucha sin idealizar: “(...) con sus verdaderas complejidades y peligros, con conciencia del desgarramiento que puede superar todo proceso de profundo cambio”. Tampoco debemos confundir la gracia, la forma de gozar y comunicar de los pueblos con lo grosero, lo perverso, lo guaposo, los traumatismos de la ignorancia. En nuestro caso, eso es cubaneo y no cubanía.
Existen personas, con tanto de aristocracia y racismo incluso, enredando la rumba y otras manifestaciones musicales nuestras, tan sabrosas, u otras expresiones artísticas y del habla popular, con lo negativo. La rumba no es culpable, por ejemplo, de los excesos en la vida ni el balompié origina el vandalismo de los hinchas. ¿Acaso nuestro béisbol fue causante de sucesos como la muerte del lanzador Le Blanc por un batazo de Susini (1922) y la prisión sufrida por el agresor (12 años) o que en sus filas estuvieran torturadores y asesinos?
Todavía ocurren agresiones y aparecen intentos violentos: de no ser controlados pueden terminar en peleas tumultuarias. Justificar estas acciones así: son la pimienta del juego, se deben al coraje y la entrega, es una barbaridad. No podemos hablar bien de los extremos fustigadores del deporte ni cantar regocijados desde el machismo y la indecencia: merecen ser desaprobados. Y la palabra fanático debe será erradicada del lenguaje de periodistas, entrenadores y funcionarios de las lides del músculo. El fanatismo en ese sector, también en la política, la ciencia, el arte, ¿dónde no?, dañan al cegar y ensordecer, y aun fertilizar la ira, transformadora del ser humano en bestia.
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