De lo que sí no conoce Bolsonaro es de dignidad

 La obsesión del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, por la dictaduras, parece ser ya tan profunda que ahora se dedica a difamar de todo lo que venga de la izquierda y definir a gobiernos progresistas y líderes de la región que nada tienen que ver con su absoluto desprecio por las necesidades de la mayoría, “como dictadores”.

En su encuentro semanal a través de redes sociales, que tuvo lugar el pasado jueves, Bolsonaro no solo arremetió habló de forma despectiva de Dilma Rousseff, Cristina Fernández, Evo Morales y Nicolás Maduro, lo cual tampoco a estas alturas debería sorprendernos, lo que resaltó a la prensa derechista de su país y a algunos medios de la región como una faceta más de su conocido carácter anticomunista.

Como si fuera poco, dijo no saber quién es el presidente de Cuba, aunque se refirió a él como un dictador y criticó a los medios de prensa que sí se refieren al último de los gobernantes militares de Brasil entre 1964 y 1985, Joao Baptista Figueredo,  "como dictador" y hablan del Comandante Fidel Castro, "como presidente" de Cuba.

Poco habría que decir de estas posturas, no por conocidas, menos irritantes, sobre todo si se trata de un presidente al que, definitivamente, si de algo sí no sabe nada, es de historia, respeto, diplomacia. De él ya hemos visto un poco de todo: su adoración e imitación de Donald Trump, su declarada lucha contra el comunismo, su nostalgia por etapas como las de Augusto Pinochet y Alfredo Stroessner, sus homenajes a torturadores de su pueblo como Carlos Alberto Brilhante Ustra, su afán por calificar al Che como un asesino inspirador de marginales, escorias y drogadictos; sin profundizar más en lo que ya para nadie es un secreto: su racismo, su desprecio por las mujeres, los homosexuales, los negros, los obreros.

Pensándolo bien, quizás lo que más le molestó a un personaje como este es que hayamos mostrado al pueblo de Cuba en la televisión nacional, sus imágenes con personajes de la mafia cubano americana que atentan contra nuestro país y pagan acciones terroristas para atemorizar y desestabilizarnos; los mismos que también se reúnen con Posada Carriles o el propio asesino del Che, al que seguramente él sí alabaría.

 “Es lamentable y preocupante que un país como Brasil sea conducido por un Presidente que utiliza la calumnia, la misoginia, el racismo y la negligencia en sus afirmaciones y discursos”, dijo este viernes el canciller cubano acerca de las afirmaciones irrespetuosas de Bolsonaro.

Si algo preocupa de toda esta historia es el daño profundo que les hacen a los pueblos. Mientras él se dedica a ofender, criticar,  señalar sin mérito alguno, Brasil arriba a los más de 7 millones de contagios por la Covid 19 y 185 mil muertes, solo superado por Estados Unidos, algo a lo que le da poca importancia el mandatario porque según él, se trata de una simple gripe que ya está acabando y que los más se preocupan por ella “son unos blandos”.

Brasil se duele, mientras tanto, valdría la pena enseñarle al señor Bolsonaro un poco de historia, de la buena, de la que sí se recoge en libros y marcan las buenas acciones que trascienden por siglos. El quizás no llegue a recordarse por mucho tiempo, a no ser por las consecuencias nefastas de sus acciones. Él no sabe que los que él critica, son hombres de bien elegidos en varias ocasiones por sus pueblos, que los siguen y respetan y que les sobra un valor esencial que él desconoce: la dignidad.