Contracrítica: Zizek y la caída de lo real

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Contracrítica: Zizek y la caída de lo real
Fecha de publicación: 
9 Septiembre 2024
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Leyendo el libro “Bienvenidos al desierto de lo real” de Slavov Zizek, encontramos grandes realidades de este siglo. Escrito en los albores de los años 2000, este volumen retrata con atrevimiento el espíritu de una época en la cual está prohibido el pensamiento y se va de forma indetenible hacia una estupidización de la realidad de manos del poder corporativo y de los estados. El autor, que es uno de los gurús de la filosofía posmoderna con una obra hecha en el presente desde el ensayo y la crítica de cine; se basa en argumentos lacanianos y hegelianos para arrojar un análisis en el cual, si bien existe pesimismo, no falta una nota de humor negro y una genialidad a la hora de abordar las grandes cuestiones. La razón por la cual es importante leer “Bienvenidos al desierto de lo real” es porque no deja lugar a dudas de que se habita un universo con una hiperrealidad líquida en la cual hemos perdido los límites de lo que podemos conocer y pensar y ello solo nos deja como saldo la confusión, la moderna esclavitud y la certeza de que no sabemos hacia qué horizontes nos movemos.

Zizek es un filósofo que a menudo vemos en los videos de YouTube con su manera peculiar de expresar los conceptos y las contradicciones de esta época. Sin dudas comunica en la línea de estos tiempos y se interesa más por aquello que nos resulta cercano, hiriente, presencial. Mientras que la filosofía como ciencia se ha encadenado a las academias y los eventos y no sale a la calle, para Zizek se trata de un ejercicio de crítica constante en el cual inscribimos los sucesos más banales y puntuales. En realidad, para este autor no hay nada que no sea susceptible de ser replanteado en códigos cinematográficos y se auxilia constantemente de escenas de las grandes películas para graficar los conceptos y los razonamientos. Pero, ¿por qué es importante leer “Bienvenidos al desierto de lo real”? Se trata de un libro en el cual, sin concesiones a la superficialidad, se dan elementos de una alta complejidad mezclados con un lenguaje ameno que populariza la sabiduría sin volverla doxa. El acercamiento con la academia se da por medio de analogías que están a la mano de los lectores y que pueden explicar cuestiones que de otra forma son extremadamente abstractas. El libro además es un compendio de lo que en materia de pensamiento ha sido de este siglo y de lo que pudiera expresar en los tiempos venideros. Pareciera que esta época no encierra nada de interesante en materia de filosofía, que en términos de pensar es una era banal, sin derroteros. Pero precisamente eso es lo que Zizek refuta.

Parado encima de los sucesos de las Torres Gemelas en el año 2001, el autor grafica las derivaciones en materia de pensamiento y nos propone rutas a seguir sin que ello implique una imposición. En realidad, de lo que se trata es de hacer que el pensamiento posmoderno se salga de los estancos de lo que en épocas anteriores ha sido: una forma cuasi vulgar de ver la filosofía en la cual quedan eludidos los acontecimientos y se valida la visión particular por encima de las grandes y necesarias miradas. Si la noción de acontecimiento era algo refutado por esa escuela, Zizek dice que a partir de los hechos del atentado terrorista se acaban las vacaciones de la Historia y las categorías de análisis vuelven a la escena, ya que se hacen necesarias para comprender el choque de civilizaciones que se comienza a manifestar en la guerra. La realidad es acuosa en el mismo sentido en que es sólida y ello predetermina que los planos que componen la virtualidad del posmodernismo no eliminan la consolidación de hechos que tienen una relación íntima con las estructuras duras de pensamiento y de acción.

Este ensayo tiene de alguna manera relación con unas largas tradiciones occidentales que describen las épocas desde el pensar y la reflexión críticos. Habría que retrotraerse por ejemplo a libros como “El mundo de ayer” de Stefan Zweig en el cual queda tratada la cualidad fundamental de la muerte del siglo XIX y la bienvenida al XX: las guerras y la caída de las utopías. En ese mismo sentido, no hay que olvidar que, si para Zweig era trascendente la primera conflagración mundial, para Zizek hay un parteaguas en la famosa lucha contra el terrorismo, que desató una confrontación irregular y asimétrica entre el occidente sólido y el enemigo acuoso e inasible que se escabulle en las montañas de países lejanos. El contraste es evidente, pero existe similitud en el análisis o sea en el interés por desentrañar la esencia de un tiempo que se nos va y que no por ello resulta más doloroso en términos de vidas humanas y de daño antropológico. Zizek se para encima de los hechos de Nueva York y nos dice que a partir de allí no puede dejar de pensar en los hechos duros que barren con el virtualismo y las categorías blandas de lo posmoderno; que, aunque las figuras que caen de las torres parezcan creadas a partir de una maqueta, se trata de personas que van a reventarse contra el suelo y a volverse una nada trágica. Si para Zweig era trascendente la caída de los dioses de que hablara Nietzsche, para Zizek ello se dirime en la caída de humanos y he allí lo importante de tener de la mano el libro “Bienvenidos al desierto de lo real”. O sea, no se trata de un manual, pero sí de un llamado de alerta en los momentos que corren y que no son para nada inteligibles con facilidad.

Cuando sale a la luz este volumen de Zizek se estaba comenzando a transfigurar una era de redes y de internet, pero la hiperrealidad de hoy no era del todo visible. Si bien ya había una web que se podía acceder en determinados puntos del globo, no estábamos en la cuestión colaborativa y de retroalimentación que ha creado el universo de las redes sociales. Un magma comunicacional que, aunque llegó con una vocación de democracia aparente, terminó creando mediante las narrativas un mundo de precepciones e interpretaciones en el cual no está clara la brújula a seguir. El pensamiento, el sujeto que aguanta a las categorías a partir de la razón, se hacía más necesario y con él la noción de acontecimiento. ¿Era o no un hecho que hubo una pandemia de COVID19? Para algunos se trató de una enfermedad rara, llena de sospechas, que nunca evidenció su genealogía a partir del paciente cero. Las redes hacen su trabajo con las narrativas y la noción de acontecimiento se diluye en las marcas del poder. He allí la utilidad de lo que nos expone Zizek. Con el atentado del 11 de septiembre de 2001 el mundo despierta de la modorra a la verdad del poder político de Occidente y no puede salirse de ese meollo, aunque haya mil vericuetos de la posmodernidad.

En la noción de acontecimiento no es que las cosas sean reales o se tenga la certeza de su existencia, sino que el pensador no ha renunciado a buscar. La filosofía auténtica es aquella que no elude su vínculo con la realidad, más aún, la que quiere modificar la verdad dura y dolorosa del mundo y tornarla más humana, al menos más racional y clara a las mentes de todos. La filosofía es emancipadora porque presupone el acceso de todos al conocimiento liberador y la crítica, por ello existen fricciones con el poder de todos los tiempos. Quien no haya entendido la metáfora de la muerte de Sócrates no ha llegado al trasfondo de la realidad del hombre y su entorno de pensamiento. Es en esa noción de acontecimiento donde hay que pararse para ver el mundo. De hecho, por eso es que Zizek nos habla de la virtualidad de lo posmoderno y de esa manera se anticipa a lo que iba a pasar con las redes sociales y su sustitución del mundo tangible. En un pasaje memorable del libro recurre a la película “La Mátrix” para recordarnos la posibilidad de que las ambiciones de la élite un día sean reales: un mundo feudal cibernético controlado por servidores, que recrean una irrealidad en la cual nos hallamos presos y un mundo real arrasado por las guerras y ambiciones.

¿Qué otras cuestiones se derivan del libro de Zizek? Que estamos en un escenario en el cual se nos quiere tratar como personajes, como un avatar de naturaleza prescindible. Ese es el proyecto de poder: la esencia acuosa para nosotros los plebeyos, lo sólido y tangible (los recursos naturales) para ellos, los nuevos patricios del planeta. En el reparto de la realidad, nos toca la irrealidad o sea la muerte. Si bien Zizek es un pensador de naturaleza marxista hegeliana, se basa en muchas de sus líneas en el psicoanálisis o sea en la ciencia que tiene que ver con aquello que es oculto en los seres humanos y que se expresa a partir de pulsaciones irracionales. En ese mismo sentido, nos describe un mundo en el cual el propio apetito de las élites tiene como representación más evidente la pulsión de muerte hacia los otros, ese gran otro cultural al cual se le dibuja de la forma más imprecisa, para deshumanizarlo. En el proceso de invisibilizar la explotación planetaria, la virtualidad juega su papel. Entonces nos damos de bruces con que el desierto de lo real, en el cual no existe otra cosa que una verdad descarnada, todo tiene un color político.

La virtualidad es un arma que nos compete a todos, pero en la cual perviven las estructuras de poder del siglo pasado a la manera de servidores cibernéticos que hacen de esa irrealidad un campo de concentración y de control. De hecho, la manera en que se trató de forma mediática el atentado a las Torres Gemelas prefigura la manipulación desde la imagen que luego sería el pan de cada día en las redes sociales. De pronto los miles de muertos eran de mayor peso que los millones que desaparecerían debajo de los escombros de los bombardeos. Unos humanos eran más valiosos que otros, porque esos otros, a partir del virtualismo y de la mediación de lo irreal, dejaban su esencia y ya no pertenecían a la especie. En esa frontera entre lo real y lo hiperreal se está definiendo hoy el proyecto de poder que va a regir este siglo.  Las peleas, si bien se dan a partir del mundo del relato, tienen su correlato real en la manera en que las potencias y los jefes corporativos mueven las fichas y se transforman en cocreadores de la propia virtualidad y de sus contradicciones.

En la misma medida en que la realidad es compleja, la irrealidad es simple. Y ello se dirime a partir de los intereses en uno y otro plano. Por ello, el libro de Zizek es un llamado a habitar la porción en la cual se está definiendo realmente este mundo. ¿Es un hecho o no la más reciente pandemia? Ya pertenece al universo de la irrealidad en tanto lo que tenemos de ese momento cercano es la interpretación de los poderes y no una única verdad investigada en la cual se expongan las causas y las consecuencias. Nos tenemos que quedar con el relato o sea con la virtualidad del acontecimiento, porque este último se nos escabulle entre las manos y no lo podemos percibir. Esa y no otra es la noción que debemos aprender de las páginas de Zizek y allí reside quizás la clave para entender a un mundo que pareciera condenado a no hallar su acontecimiento o sea ese hecho de hechos que una a la especie en una sola. Precisamente, la prevalencia de la doxa y no del conocimiento en la política posmoderna, prefigura una carencia de ética y de valores que colocan al ser humano en las antípodas de su esencia.

Esto es lo que explica lo que está pasando con las guerras proxy como la de Ucrania en la cual además del teatro de operaciones posmoderno sobre el terreno, está la irrealidad de las redes sociales en la cual nada es lo que parece y donde las personas han renunciado a informarse ante la evidencia de que lo que reina son los relatos, las narrativas, las interpretaciones las matrices de poder y los ocultamientos. Si la historia se vuelve un cuento de hadas en el cual hay buenos y malos, siempre estaremos perdidos en medio de un magma de categorías ficcionales que no expresan la complejidad de los hechos y que por ende no le dan solución a nada. Y por descabellado que parezca esa es la lógica que está rigiendo los conflictos actuales desde los estamentos de poder.

La forma en la cual hay que entender la irrealidad y su relación con el desierto de lo real es la del virus: somos infectados con una forma de ver el mundo que no es verdad y solo probando dosis de esa enfermedad podemos reconocerla y hacernos inmunes. Por ende, hay que probar el desierto de lo real en su dolor, en su asidero más humano y descarnado de los genocidios, hay que mirar de frente a los crímenes. Solo saliendo de los estancos de las burbujas de consumo y de congelamiento del pensar, de los sesgos cognitivos, podremos dibujar una verdad que exprese su núcleo. Zweig habló de la caída de los dioses y de la necesidad de que el superhombre de Nietzsche exprese su complejidad y salga de la irrealidad de la doxa a partir de la poesía y del conocimiento. En realidad, si se mira desde ese ángulo, el paralelismo entre el pasado y el presente arroja una transparente paradoja.
 

 

 

 

Comentarios

Me gustó lo que se habló de el en el artículo. Y a quien no le gusta La Matrix.
Zizek es buen escritor

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