¿Cómo murió Céspedes?
especiales
Imagen tomada de internet
La muerte de Carlos Manuel de Céspedes es uno de los acontecimientos más trágicos de la Guerra de los Diez Años. Fue una pérdida triste, lamentable y en la que la propia institucionalidad mambisa y la actitud de varios líderes tuvieron cuota de responsabilidad.
Céspedes había sido el iniciador de la primera guerra en la Mayor de las Antillas contra el dominio colonial español. Encabezó la contienda política y militarmente en el Oriente durante los primeros meses de lucha. A partir de abril de 1869, una vez constituida, fungió como presidente de la República en Armas, no sin los contratiempos propinados por la Cámara de Representantes y algunos jefes militares.
Las discrepancias con unos y otros conllevaron a su destitución el 27 de octubre de 1873 en Bijagual, Jiguaní. Sobre la ilegalidad de la decisión del poder legislativo han expuesto una pléyade de historiadores. Lo cierto es que el modo en que se procedió no solo significó la interrupción del primer gobierno republicano en la Isla, sino que también removió las bases de la unidad a lo interno del bando revolucionario y puso en el ostracismo y la indefensión a quien sería reconocido como el Padre de la Patria.
Imagen del artista de la plástica Amaury Palacio Puebla, tomada de Trabajadores
Destituido, y más que destituido, quedó sin escoltas ni ayudantes. ¡El primer jefe del Estado nacional cubano fue prácticamente abandonado, en plena guerra insurreccional! Las pertenencias —individuales y oficiales— le fueron requisadas y debió viajar junto al nuevo gobierno durante semanas. Pretendió reunirse con su esposa en el extranjero, pero tampoco tuvo autorización para salir al exilio.
En honor a la verdad, el propio Céspedes en ocasiones provocó —a propósito o no— la enemistad de sus oponentes. Y estos reaccionaron desproporcionadamente más de una vez. Sin embargo, a pesar de la hostilidad y los grandes costos personales que encaró, no se apartó del camino que él mismo inauguró. Se entregó a la suerte y evitó que una decisión contra sí derivara en una ruptura intestina de mayores magnitudes. Fue un hombre consecuente.
Con la vista ya afectada libró su combate final. Se encontraba en las inmediaciones de la vejez cuando una tropa ibérica de élite, los Cazadores de San Quintín, pretendió capturarlo en la finca San Lorenzo. En esas montañas de la Sierra Maestra dejó inconclusa su última partida de ajedrez y, en un vientre lugareño, al más joven de sus vástagos.
El 27 de febrero de 1874 su cuerpo descendió por un barranco tras el impacto en su pecho, casi a quemarropa, de las balas enemigas. Su alma ascendió a los altares de la patria.
- Añadir nuevo comentario
- 1126 lecturas
Comentarios
Miguel Ojeda
Añadir nuevo comentario