Aprovechando la crisis libanesa
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Ciudadanos libaneses con mascarillas protectivas (AFP or licensors)
Anteriores gobiernos venales que dilapidaron cuantiosos fondos públicos, elementos de la inteligencia occidental e israelí infiltrados en manifestaciones populares de protesta y el contubernio para borrar la presencia revolucionaria del Hizbalah (Hijos de Dios) han hecho caer al Líbano en una espiral que la puede llevar al lado de la reacción internacional que utiliza el terrorismo como su principal arma de combate.
Ya el presidente norteamericano, Donald Trump había hecho sus acusaciones de colocar al nuevo gobierno de Hassan Dida a favor de Hizbalah y al lado de Siria e Irán, pero esto no es realmente cierto, porque la organización libanesa que ha derrotado militarmente al ejército israelí no es favorable a medidas económicas que ponen a la pequeña nación en peligro de caer en las garras de los “fondos buitres”, mediante un préstamo pedido al pronorteamericano Fondo Monetario Internacional por 10 000 millones de dólares.
La crisis libanesa está presente desde hace años, con la ayuda de un Banco Central del Líbano como ente principal y otros bancos más pequeños con altas tasas de interés que conllevan la inflación de hasta el 50% y alza elevada de los precios de los productos de primera necesidad.
Todo esto ocurre en una nación que, a pesar de su pequeñez, es la séptima economía árabe, con el considerado mejor puerto del Mediterráneo, Beirut, que es también su capital.
Quizás muchos se pregunten porqué si este gobierno de ahora se ha mostrado más asequible a los intereses populares, siguen las manifestaciones cada vez más violentas, independientemente de la presencia de elementos ajenos que echan leña al fuego. Y es que muchos están pasando hambre en una nación considerada rica, pero que presenta números tan graves como el 45% de pobreza y el 35% de desempleo, aunque, según la corresponsal Wafika Ibrahim (una muy buena amiga de Cuba), estos acápites son mayores.
Detrás de ello, además de las ambiciones de Occidente en la zona, se agrega la comprobada, pero no explotada presencia de abundantes yacimientos de gas y petróleo.
Lamentablemente, El Líbano ha tenido que pagar los platos que otros rompieron, de lo que se han aprovechado actualmente tanto Estados Unidos como su socio Israel.
ANECDOTARIO
Pero esta ex colonia francesa sufrió de una u otra manera los problemas ajenos. Así, contaba mi padre de un duelo de cuatro días a cañonazos entre un barco turco y otro italiano –finalmente hundido- en el puerto de Beirut, donde más de 400 obligados espectadores libaneses perecieron y otros tantos resultaron heridos, entre ellos él, quien perdió para siempre la audición de un oído. Era en tiempos de la Primera Guerra Mundial, que dejó tristes huellas de sangre y hambre en el pueblo del Líbano (Al Lubnan, tal como se pronuncia en árabe), víctima de tantas confrontaciones ajenas interimperialistas y colonizadoras.
También recuerda como asistió en 1969 al Festival de Baalbeck, entonces paraíso turístico, colmado del simbólico pino y de la confraternidad entre sus múltiples etnias. Pero las disensiones sembradas por el cercano sionismo llevaron a la guerra entre la falange cristiana y los musulmanes, donde también fue espectador obligado durante 85 días, hasta que regresó a Cuba poco antes de la invasión israelí de 1982.
No fue hasta 24 años después que la resistencia libanesa, liderada por Hizballah, derrotó una nueva agresión sionista en el 2006, no sin que antes y después la aviación de Tel Aviv bombardeara y destruyera parte de Beirut y otras ciudades sudlibanesas.
Los nacionalistas hicieron desaparecer los daños, a pesar de luchas internas partidistas y las continuadas conspiraciones de un imperialismo que mantenía la fuerte presencia de sus servicios de inteligencia.
Este último factor propició la actual conspiración contra Siria, devenida en la penetración por la montañosa frontera común de elementos de la oposición del país vecino y de mercenarios árabes, pertrechados con sofisticadas armas y medios de comunicación comprados por Qatar y Arabia Saudita a Estados Unidos.
Washington utilizaba así el territorio libanés para enfilar sus cañones contra Siria, con el fin de debilitar el apoyo a Irán y proseguir su ofensiva en el Medio Oriente, para contrarrestar, desviar y aprovechar a su favor el derrocamiento por las masas de dos de los principales símbolos del imperialismo en Túnez y Egipto.
Y es que, pese a los veleidosos vaivenes posteriores, propiciados y alentados por la reacción internacional, fueron derribados dos regímenes cuya lealtad y obediencia al imperialismo, y sus fuertes vínculos con el sionismo, eran más que palpables. A su vez, sirvió para evidenciar la naturaleza tiránica de gobiernos que se ocultaban bajo unas instituciones que pretendían dar una sensación de aparente normalidad.
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