Cuba pos-COVID-19: ¿rumbo a la normalidad?
especiales
Coppelia ya está abierto al público. Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
A más de un centenar de días del reporte de los primeros casos de la COVID-19 en Cuba, el país ya transita por la segunda fase de la etapa de recuperación- son tres en total-, en un camino aún escabroso en aras de poner en marcha su economía sin descuidar las medidas sanitarias.
Esta segunda fase con flexibilizaciones -todavía no autorizadas para La Habana - apuntan a un rescate discreto de tales prestaciones.
Genéricamente se le ha llamado el tránsito hacia la nueva normalidad, que en modo alguno significa retornar a un estado normal, sino más bien poner en buen orden lo que antes conocíamos como normalidad.
Pensar de otra forma nos llevaría a caer en falta de percepción de riesgo, a no ver más allá de nuestros deseos de hacer lo mismo de antes o más, como liberarnos de las ataduras que tan maligno coronavirus nos impuso.
De ninguna manera podemos olvidar todo lo acontecido dentro y fuera de fronteras.
Durante el desescalamiento y tras él, la vida conllevará el rigor de mantenernos alertas, llevando el nasobuco, respetando el distanciamiento físico, y continuando con la higiene personal, del hogar y de los centros de trabajo y estudio, pues todo lo que hagamos con autodisciplina y autorresponsabilidad impedirá cualquier retroceso.
En este otro entorno- alertaba el doctor Francisco Durán García, devenido eficaz vocero del Minsap-, el país, como el mundo en su momento, irá recuperando aspectos otrora vitales; pero, insistió, sin abandonar todas las indicaciones previas y presentes, que han demostrado ser por ahora la única vacuna disponible contra el virus.
Considero que si hay un pueblo en condiciones de transitar por estas fases y pasar después al periodo subsiguiente, es el cubano, que por más de 60 años se ha superado asimismo con el enfrentamiento frontal a factores internos y externos, los cuales han conformado un muy personal concepto de normalidad, muy diferente al de otras latitudes.
Como conecuencia de un férreo y criminal bloqueo estadounidense, que no cedió ni un ápice en su brutal cerco durante nuestra lucha contra el SARS-CoV-2, la Mayor de las Antillas ha pasado por retos -cada vez más engorrosos y disímiles- a partir del propio 1959, con la arrancada de la Revolución triunfante.
A experiencias bien duras de nuestra historia reciente se sumaron más el déficit de combustibles y esta pandemia universal, nueva, letal- aún sin control en el planeta- y que se quedará entre nosotros y con probables oleadas de vez en vez, de no aprender a vivir con su azote de manera disciplinada y nada confiados.
Al listado de encrucijadas se unen también las dificultades internas, llamadas con justeza por un colega como insuficiencias propias, sobre las cuales se venía trabajando antes y con más fuerza se laboró durante la etapa pandémica en aras de, una vez controlado el virus, pasar a la liberación de las fuerzas productivas con la certeza de que la promoción de nuevas exportaciones, la sustitución de importaciones y el autoabastecimiento alimentario, sea el ABC de los cubanos.
Al cierre de este artículo, el país pasa a la segunda fase de la recuperación post-Covid-19, excepto La Habana que comienza en la primera y Matanzas, que se incorporó unos días después al resto de la provincias a la desescalada.
No obstante, no se pueden desoír los pronunciamientos de la OMS, que muy recién afirmó que se advertía en el orbe un panorama sombrío en relación con el coronavirus, sin pronóstico para su control.
Varado en la principal urbe de la Isla, el afamado escritor Ignacio Ramonet aprovechó para escribir un ensayo sobre el tema del momento. “Hay pocos hechos sociales totales, pero la pandemia es uno de ellos, no es una crisis sanitaria únicamente”, esta es una de sus aseveraciones más interesantes de acuerdo con detalles adelantados por el diario Granma.
La cubana es una población protegida, pero no se puede confiar frente a tan temible enemigo, por lo que el paso entre una fase y otra exigirá más responsabilidad y disciplina individual y colectiva, y cuando finalmente lleguemos a su control no podremos olvidar tampoco que no vivimos en una burbuja y aún el mundo, con el epicentro de la COVID-19 en Las Américas, tiene mucho por batallar.
Por eso aspirar a una nueva normalidad conlleva a la claridad de pensamiento de que nada volverá a ser como antes, sino que todavía queda camino por desbrozar, y no faltaran abismos inamovibles como el bloqueo y el cambio climático, por solo mencionar dos ejemplos contundentes.
Vivir en un supuesto estado normal constituirá,desde ya, una gran experiencia y un reto enormes para todos, en especial para naciones como Cuba.
- Añadir nuevo comentario
- 2615 lecturas
Comentarios
victor
UNA TARDE DE NOVIEMBRE
Yadira
Yadira
Daylin
Añadir nuevo comentario