ZAPPING: A la turca
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A nadie le debe asombrar la extraordinaria popularidad de Amor en blanco y negro, la telenovela turca que transmite Multivisión de lunes a viernes, porque es un producto pensado (y muy bien pensado) para gustar a las mayorías. Tiene todo lo que funciona para buena parte del público de los teledramatizados: romance, intriga, suspenso... Y todo está perfectamente aderezado en una puesta en pantalla más que funcional. Muchas peripecias. Muchos (muchísimos) puntos de giros. Y clarísima contraposición del bien y el mal, como todo folletín que se respete.
De hecho, la propia presentación explicita la clave. Una pareja: la mujer vestida de blanco, el hombre de negro; bailan y cada uno va «contaminando» al otro con su color. La metáfora es muy diáfana. Se trata de una historia de amor complicada, porque la protagonizan personajes a primera vista irreconciliables: una doctora bondadosa y un sicario. Pero el destino los une. Y es de suponer quién triunfará en la lidia.
A los turcos, que hace algunos años eran entusiastas consumidores de telenovelas mexicanas, les ha salido bien la fórmula: han hecho confluir melodrama tradicional con otros géneros como el thriller y han logrado marcar ciertas diferencias. Amor en blanco y negro ha sido una de las más populares teleseries de los últimos años precisamente porque no renuncia a ninguno de los golpes de efecto de los dos géneros. Y los asume sin complejos, partiendo de posicionamientos que bordean el maniqueísmo, pero que pulsan ciertas fibras de la sensibilidad popular.
Algunos dirán (y mucho de razón tienen) que la serie no profundiza en conflictos más allá de lo justo para garantizar la continuidad del espectáculo; algunos creerán que son cuestionables ciertos planteamientos (hay un evidente regodeo en los placeres de la venganza); algunos incluso se sentirán burlados por los cambios drásticos en algunos personajes, en las veleidades de las tramas (aunque en sentido general se logran justificar)... Pero nadie podrá quejarse de aburrimiento.
La telenovela turca es ya un fenómeno universal. Gusta en todas partes porque no se afianza en localismos. No significa que no haya ciertas implicaciones culturales específicas, e incluso, ciertas pautas limitantes. Pero con todo ha logrado lidiar con sectores conservadoras de la sociedad en Turquía y ha sensibilizado sobre temas importantes de la agenda pública, como el rol de la mujer. Las heroínas (y la que nos ocupa es un caso muy notable) no suelen ser mujeres sumisas, y aunque siguen aferradas a ciertas convenciones, son capaces de defender sus puntos de vista y hasta empoderarse. En estos lares eso puede parecer lo más normal del mundo, pero la sociedad turca está muy marcada por el impacto de la religión.
Pero nadie pretende hacer arte social en una telenovela turca. Amor en blanco y negro es un producto para el entretenimiento. No es burdo, pero tampoco es renovador ni excesivamente reivindicativo. Lo que mueve la historia son los altibajos del amor y el crimen. Y estas tramas no fluyen con el sosiego de un río manso. Esto es una montaña rusa.
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Xiomara Bobadilla
Teresa
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Peter Fallon
enrique
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