Quizás se enreda un poco la lengua en las eles para pronunciar esta palabra, pero es tan bonita que merece la pena traerla a este espacio. Su significado refiere un sonido excesivamente dulce, suave o delicado.

Melifluo proviene del término latín mellifluous que quiere decir “destila miel”. Es por tanto un adjetivo que bien define lo meloso de lo que califique. Los principales diccionarios de la lengua española indican sobre él que “tiene miel o es parecido a ella en sus propiedades” y que en un sentido más figurado es “tierno en el trato o en la manera de hablar”.

Sus sinónimos me parecen un poco crueles: melindroso, remilgado, empalagoso, blandengue, dulzón; mientras que sus antónimos son áspero, duro, desabrido. De acuerdo con la bibliografía disponible en Internet, este vocablo es más empleado de forma peyorativa y así lo indica el ejemplo que encontré: Habla con un tonillo melifluo bastante irritante.

Según la etimología, llegó a nuestro idioma por vía culta hacia mediados del siglo XV y hoy se usa más coloquialmente y alude a quien pronuncia bellas y dulces palabras para seducir y obtener beneficios. Es esa persona galante y amable en exceso, incluso pegajosa al punto aburrir. Dicho así parece molesto.

Es cierto que de esa forma hablan unas cuantas personas que conozco, sin embargo, se me ocurre una lista meliflua que destaca por su delicadeza y lindura. Sonidos armoniosos como el del mar y el río, el de la lluvia sin truenos. También melifluos son los locutores de Radio Enciclopedia porque tienen voces dulces y una cadencia pausada muy seductora y relajante. Así mismo son muchas piezas de la música clásica, del jazz y el blues que en su conjunto tienen ese efecto de calmar gracias al ritmo, sus intérpretes e instrumentos.

Recuerdo a Norah Jones, tan melódica, algunos temas de Enigma, Enya y Sade, esa cantante y compositora nigeriana que estuvo muy de moda hace 30 años con propuestas acarameladas y de quien dejamos este tema.