Teletrabajo en Cuba: ¿menor o mayor productividad?

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Teletrabajo en Cuba: ¿menor o mayor productividad?
Fecha de publicación: 
27 Agosto 2020
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Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social, ha afirmado que con el teletrabajo «se reducen los costos asociados a la permanencia en la entidad, se combina mejor la vida familiar y laboral, entre otras ventajas».

Aunque ya existía, la pandemia del nuevo coronavirus puso en un plano más relevante al teletrabajo, el cual ha experimentado un crecimiento nunca antes visto. 

Pero ¿qué debemos entender por teletrabajo? Básicamente, este se refiere a una modalidad flexible de empleo que posibilita la realización del trabajo sin la presencia física del trabajador en su puesto tradicional. Por lo general, lleva aparejada la utilización de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs).

¿Cuáles son los antecedentes de esta modalidad? El surgimiento del teletrabajo se sitúa (vinculado al desarrollo de las TICs) en los años 70. Sin embargo, en  Cuba, hasta hace poco no había referencia arquetípica, entre otras causas, debido al incipiente desarrollo de las tecnologías que lo soportan. Fue a fines del año pasado cuando se pusieron en el boom tanto el término (y su similar, trabajo a distancia) como la necesidad de incentivarlo y ampliarlo sustantivamente. La ruptura de inercia se dio a instancias del gobierno como una de las alternativas ante el contexto de la crisis energética anunciada públicamente en septiembre de 2019. 

En ese momento, se realizó una macrorrevisión de las potencialidades existentes en el país. Quedó orientado a las administraciones implementar estratégicamente el teletrabajo. Era una opción que estaba —pudiera decirse— frente a muchos, pero pocos la veían. No precisaba esperar una legislación específica ni modificar la existente, al menos a priori

Desde el punto de vista legal, el Código de Trabajo vigente da el marco mínimo necesario. El inciso e) de su artículo 24, al referirse a los contratos, dice que estos deben contener el «lugar de trabajo acordado entre las partes». O sea, no se estipula rígidamente el espacio físico: empleador y empleado pueden convenir y adaptar la selección del sitio donde se desarrolla la actividad laboral. 

Por su parte, el Decreto-Ley 370, «Sobre la informatización de la sociedad en Cuba», hace alusión expresa al término cuando dictamina, en el inciso c) de su artículo 59, que los ministerios de Comunicaciones y de Trabajo y Seguridad Social desarrollan acciones encaminadas a desarrollar el teletrabajo. 

Durante los meses más complejos de la pandemia, una porción relativamente considerable de la masa laboral pasó a régimen de teletrabajo o modalidades afines. Datos divulgados a fines de marzo por Marta Elena Feitó Cabrera, ministra de Trabajo y Seguridad Social, refieren que al cierre de enero había unas 5 mil personas en teletrabajo, mientras que dos semanas después de la detección del primer caso de coronavirus, la cifra ya sobrepasaba los 112 mil. Para junio, el cómputo oficial sobre todas las formas de trabajo a distancia era 627 mil 855. 

De las enseñanzas que dejó esa temporada sobre cómo organizar el teletrabajo en Cuba es preciso tomar nota, pues este no puede verse como una excepcionalidad. Deben regularizarse novedosas formas de emplear la fuerza de trabajo, teniendo en cuenta las características de cada actividad donde potencialmente pueden revolucionarse los esquemas tradicionales.   

En un repaso rápido puede identificarse un sinnúmero de ocupaciones ajustables, en buena medida, al teletrabajo: programación informática, edición, investigación, elaboración de proyectos de diversas índoles, diseño, arquitectura, tareas de contabilidad, asesoría jurídica, preparación de clases en distintos niveles educativos, realización de informes, periodismo… 

El último caso trae consigo múltiples ejemplos positivos. En los meses de confinamiento, los medios de comunicación demostraron sus potencialidades para la realización de todo tipo de productos comunicativos, de diversos géneros y soportes tecnológicos. La creatividad de los profesionales, las prestaciones de las TICs, la confianza depositada en sus equipos por parte de muchos directivos, entre otros elementos, lo evidencian: el teletrabajo no es una adaptación forzosa; al contrario, tiende a convertirse en un impulso para la eficiencia y la calidad en los resultados. 

Si bien se asume que actualmente el teletrabajo tiene presencia en la mayoría de los sectores, son los de educación, ciencia, comercio exterior, justicia y comunicaciones los reconocidos oficialmente con las mayores cifras. Si se mide por territorios, Santiago de Cuba, Granma, Guantánamo y La Habana resultan las provincias que tienen mayor concentración. 

Empero las estadísticas no describen por sí solas toda la realidad. La permanencia de las modalidades de empleo a distancia en el ecosistema laboral cubano y su evolución enfrentan retos. Varios de quienes tienen en sí las facultades de organización y decisión todavía se muestran reticentes —explícita o tácitamente— ante la perspectiva de una rutina que alterne, combine y complemente lo presencial con lo no presencial. Algunos jefes aguardan la recuperación del país para volver al status quo anterior, al régimen de oficina, de permanencia, del cumplimiento estricto de un horario que, en muchas ocasiones, ya no se adapta a los requerimientos productivos. 

El teletrabajo es, entre otras cosas, un cambio cultural que demanda una transformación de las mentalidades. Teletrabajo no es sinónimo de resquebrajamiento de la disciplina; no es sinónimo de improductividad. Al revés. El teletrabajo reduce tiempos y gastos de desplazamiento hacia los centros y de regreso al hogar. Ello, al mismo tiempo, incide en una disminución de la demanda en el transporte público. Por otra parte, anula el ausentismo y las llegadas tarde. Algunas experiencias indican, además, que acomodar el horario de trabajo con mayor autonomía para los empleados favorece la productividad. 

Aunque poco a poco se tendrán que ir ajustando determinados elementos, en general son muchos los beneficios que a nivel social, familiar e individual ofrece el teletrabajo. No los desaprovechemos. 

Comentarios

Que falta hace que los directivos de muchas entidades no lean este tipo de trabajo, entre el desconocimiento y el miedo atroz a los cambios (sobre todo cuando tiene que ver con teletrabajo y el querer pagar a sus trabajadores a distancia). Aun hoy hay dirigentes que hacen oidos sordos a lo solicitado por nuestro presidente, primer ministro, PCC y gobierno en general. No quieren aterrizar en la necesidad real de cambiar todo lo que debe ser cambiado. Un ejemplo clasico por ministerios es el caso de Banco Central y del sistema bancario general, que es reacio a este tipo de cambios, escudandose en primer lugar en la ciberseguridad. Habiendo la capacidad tecnologica, financiera y el personal capacitado para garantizar estas modalidades de trabajo con la seguridad y eficiencia requerida. Mas especificamente la Oficina Central del Banco Popular de Ahorro prefiere en esta etapa de pandemia y extremada en la Habana, prefiere poner estos 15 dias a los trabajadores en que gasten sus vacaciones o peor aun en estado interrupto (sin ganar nada y perder mucho). Cuando hay potencialidades y posibilidades de trabajo para hacer y salir del inmovilismo de tecnocratas que solo entorpecen el desarrollo de la nacion.
emwxuzyyrzehnypane@etochq.com

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