Súmate en El Moncada: cuando la sangre pesa más que el agua
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Incluso más que el agua sucia, fangosa, que todavía marca las paredes en esa comunidad pinareña, donde la lluvia insistente de Ian desbordó el río, incluso por las zonas que parecen más inofensivas y no fue suficiente ni siquiera el controlador que se instaló después de los embates, aún más devastadores de Alberto, en 1982.
"Es que fueron muchas horas, imagínate, las casas aquí están buenas, y uno no esperaba que pasara esto con el río, así que no nos evacuamos, muchacha, tuvimos que salir en medio del ciclón, con un viento que te llevaba", recuerda uno de los vecinos, mientras organizábamos en la sala de su casa las donaciones que la iniciativa social Súmate, en colaboración con el negocio particular Balcón de Bruno y Pilar recogieron para apoyar a las familias afectadas por el huracán Ian.
Diana, su esposa, ya tenía preparada la lista y ayudó a formar los paquetes de manera personalizada: "esta blusa para Amancia, una viejita que vive sola, aquella camisa para Carlos, que es el único en el pueblo que usa camisas, los vestiditos cortitos para las muchachitas..."
Mientras, la mamá de Diana y tía de quién me llevó hasta allá, mi compadre Danilo Serrano, intervenía de vez en cuando con ojo de costurera y rectificaba la talla de algún vecino o vecina, bien sabe ella que todos los arreglos le van a tocar.
Ropa, zapatos, gorras, aseo, libretas y hasta un ejemplar del Gran libro de Chamaquili llegaron envueltos en solidaridad y amor desde La Habana hasta la casa de cada familia damnificada en El Moncada.
¡Lo importante es que estamos vivos!
La Curra y Macambrán tienen 80 y tantos años. Viven solos, pero aquella noche los acompañó La China, una de las hijas de él, que siempre está pendiente de "los viejos". Cuando la cosa se puso mala, se fueron los tres para el bohío y allí pasaron el temporal.
A Pablo le llevó todo: el aserrío, el molino, su fuente de sustento y el fruto de años de trabajo, pero bueno, él y todos ya están enfocados en recuperarse, al final ¡lo importante es que estamos vivos!
Así fuimos escuchando historias casa por casa y al tiempo que entregábamos los pequeños aportes que llevamos, recibíamos lecciones enormes de resiliencia y voluntad
El Monumento
No llegamos a la casa de Leydiana, lo que habíamos separado para su familia se lo alcanzamos al Monumento a los Malagones, a la entrada de la comunidad, pues Ian allí también hizo de las suyas, así que las horas son largas para quienes laboran en ese sitio histórico.
Habían puesto casi todas las piezas del Museo a buen recaudo, pero igual fue necesario lavar los uniformes que allí se conservan y limpiar mucho, todo: el mausoleo, la escultura... El viento rompió las vitrinas y el río crecido los obligó a sacar con haraganes alrededor de una pulgada de fango. Sin embargo, ya no podríamos adivinar el desastre, porque nadie ha descansado hasta devolverle la belleza al sitio más solemne de la comunidad.
Danilo, Diana y la estirpe de Los Malagones
Él es activista social, coordinador de la Campaña Súmate, nació y ha vivido la mayor parte de su vida en la capital, pero siempre regresa al pueblo El Moncada, dónde están sus orígenes.
Ella es especialista en Medicina General Integral, ha hecho otros cursos y posgrados, pero permanece allí, hace 6 años es la doctora de la comunidad.
Son primos, nietos ambos de Eduardo Serrano Martínez, uno de los doce hombres que capturaron al Cabo Lara, allí, entre las lomas que rodean el Valle e Viñales, con más coraje que preparación o recursos, los iniciadores de las Milicias Campesinas.
A pesar de que hace años somos amigos, Dani nunca me había hablado sobre su abuelo, lo supe solo cuando ya veníamos de regreso y la doctora nos acompañó hasta el Monumento. Vi al "ChicoSúmate" como enternecido frente a una de las lápidas y me explicó: es mi abuelo, esto también lo hicimos en su nombre.
El Moncada es un pueblo de milicianos, de gente valiente, llevan la estirpe y la sangre de Los Malagones corriendo por sus venas, así que no hay río crecido que los detenga.
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