Parque Ritán: un lugar mágico en una ciudad que encanta ( + FOTOS)

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Parque Ritán: un lugar mágico en una ciudad que encanta ( + FOTOS)
Fecha de publicación: 
12 Junio 2024
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Beijing es una ciudad que encanta. La vida allí transcurre de forma muy dinámica y agitada, quizás como la de cualquier otra gran urbe capitalina del mundo. La cantidad de habitantes, el tráfico y los transeúntes habituales parecieran darle un ritmo apresurado a todo y a todos; pero muchas cosas de ella atrapan. Hoy resalto apenas una, sus parques y dentro ellos, uno en especial que atrapa a cada paso: el parque Ritán.

Cuentan los que habitan la capital del gigante asiático que las raíces de este mágico lugar se remontan a 1530, cuando reinaba el emperador Jiajing de la dinastía Min y justo allí, entre la magia de lo histórico, lo tradicional y cultural - una mezcla de mitos, leyendas y realidad-  encontramos el llamado  Templo del Cielo, pero también el Beihai, un antiguo jardín imperial de 69 hectáreas abierto al público en 1925.

Sin embargo, lo que más enamora del Parque Ritán son sus paisajes naturales, la amalgama de flores de los más diversos colores, árboles de todos formatos y tamaños, una jardinería exquisita muy bien cuidada y presentada, el aire puro, la tranquilidad, seguridad, la armonía espiritual propia del pueblo chino que allí se respira en toda su dimensión.

Y es que cada centímetro del Parque Ritán es en si mismo, es un  área de disfrute en el que pueden encontrarse personas de cualquier edad caminando, explorando, leyendo un libro, practicando Taichi, jugando mahjong o ajedrez chino (xiangqi), grupos danzarios, pequeñas orquestas o solistas que practican ritmos diversos al aire libre, hermosas parejas que se enamoran, familias que comparten una especie de picnic improvisado.

Es también el lugar en el que cada día, casi al final de la tarde citadina, se ve un hermanamiento de personas que se unen - sin importar incluso nacionalidades, edades, sexos o lenguajes - para practicar ejercicios físicos y se les siente armonizar, reír, relajar, quien sabe si bajo los preceptos de esa filosofía tradicional china que vuelve una y otra vez a la búsqueda del equilibrio para la vida.

Y es que es muy difícil deslindarse de la belleza y la espiritualidad de obras naturales como estas, matizadas y perfectamente esculpidas por la mano del hombre, como si con eso se protegieran los pulmones de una ciudad agitada, una urbe de millones que gracias también a su naturaleza, a sus parques, definitivamente, encanta.

 

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