Normas sociales: vigentes para todos los tiempos
especiales
La Habana, Cuba. Foto: (Ramon Espinosa / Associated Press)
En tiempos como los que corren, de restricciones y carencias variopintas, resulta esencial recordar que las normas sociales mantienen su vigencia y no por imposición, sino por una forma responsable de coexistir y respetarnos unos a otros y todos entre sí.
Puedes estar hasta el copete por problemas acumulados, pero el raciocinio debe imperar. Estar siempre consciente del contexto en que desenvuelven sus vidas los cubanos, quienes van hacia adelante pero siempre encontrando escollos, lo que no justifica que las personas las tomemos con el prójimo.
La familia, los vecinos, los amigos y compañeros de trabajo se revelan como los ámbitos para intercambiar y hasta- porque no- para liberar las malas energías que van acumulando.
Ir de prisa y en todo momento “contra el tráfico” no resolverá las dificultades que nos asechan en las bodegas vacías, los puestos de viandas con la inflación al tope, las farmacias a la espera de medicamentos, la salud pública con carencias de personal yrecursos materiales, o el transporte cada vez más ausente y con un complemento privado a precios de los dueños de los carros, aunque se tomen medidas topadas.
Ante tal cúmulo de situaciones bien crudas, entre las que debemos incluir los cortes eléctricos derivados del déficit de combustibles y la salida y el mantenimiento de algunas centrales eléctricas, los individuos debemos estar preparados para que el estrés no nos mine y olvidemos las formas de la convivencia.
En esta situación de crisis en que nos hemos sumergido en primer lugar por el arreciado bloqueo imperial y en segundo por insuficiencias internas, debe pervivir la cotidianidad, que implica que continúen funcionando centros de trabajo, escuelas y las principales actividades productivas nacionales, convocadas a paliar el déficit de divisas y sustituir importaciones para encontrar oxígeno que insuflar a los sistemas económicos del patio.
Con tanto en contra algunos hombres y mujeres, cuyo 80 por ciento ha vivido siempre bajo las secuelas de la guerra sin cuartel de Washington contra Cuba, suelen tener mal carácter y destilarlo a diestra y siniestra, sin tomar en cuenta edad o sexo de aquel objeto de su desafuero, que también pueden ser uno o varios.
Vale la pena entonces recordar cuán bueno es ser cortés, dar las gracias, ceder el paso, apoyar al ajeno. Recientemente esta redactora se tropezó con dos ancianas (hablo de personas que superaban las ocho décadas, casi dos más que yo). Una de ellas, auxiliándose de un bastón cruzaba una calle en condiciones precarias y presta la moví; solo la dejé ya en la acera, que por suerte sí estaba en mejor estado.
Otra pedía el último para cobrar la jubilación. Le expliqué que hasta las 11 a.m. tenía la prioridad- debería ser siempre- y no le correspondía hacer la cola en el Banco Metropolitano del Mónaco, siempre con muchas personas en la fila. Fue y comprobó que era cierta mi indicación. Ya al partir con el dinero en su bolsita, me dio las gracias; también lo hizo la anterior. Fue todo tan fácil y da mucha satisfacción.
Hay que imitar las buenas acciones y desterrar los individualismos y maltratos, con énfasis frente a los más vulnerables, muy abundantes en una población envejecida como la cubana.
Tender siempre la mano y compartir lo poco que tenemos ennoblece y eleva el espíritu. Ver con mirada amorosa - y no solo contemplativa- a los pequeños, los ancianos, a los enfermos. Dar sin esperar nada, ni siquiera que más adelante tengan con uno la misma actitud. Lo importante es dar el ejemplo y sumar a aquellos con los mismos sentimientos, que por suerte no son pocos. No podemos dejarle más espacio a los insensibles.
Comentarios
Carlos de New York City
Añadir nuevo comentario