Mortalidad materna desciende tras impacto de la pandemia
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Cuba cerró 2022 con una razón de mortalidad materna de 40,9 defunciones por 100.000 bebés nacidos, una cifra apreciablemente inferior a la de 2021, que fue de 176,6, según reportes del Anuario Estadístico de Salud publicado este octubre.
Los números de 2021, impactados directamente por la pandemia de covid-19, superaron en amplio margen todos los registros del periodo posterior a 1959 y revirtieron una tendencia histórica a la estabilidad, aunque en cifras no precisamente bajas.
“En la década de 1950 a 1959, la mortalidad materna en Cuba alcanzó una razón de 137,8 por 100.000 nacidos vivos, cifra elevada, aunque en aquel entonces era inferior a la de algunos países de la región latinoamericana”, refiere el artículo “Mortalidad materna en Cuba”, publicado en 2019 por la revista Novedades en Población, del Centro de Estudios Demográficos (Cedem), de la Universidad de La Habana.
“Al igual que lo ocurrido con otros indicadores de mortalidad en el país hacia finales de esa década, la mortalidad materna continuó su progreso hacia niveles más bajos y ya en el decenio siguiente, 1960-1969, se produjeron cambios significativos, no solo a nivel de la salud pública, sino también en la actividad social y económica de la población cubana, de los cuales muchos atañen de forma particular a la mujer”, agrega el texto de Maydée Vázquez Padilla.
Datos del Ministerio de Salud Pública (Minsap) confirman que en 2021 murieron en Cuba 175 gestantes, 93 de ellas debido a la neumonía provocada por la pandemia y otras complicaciones asociadas. En todo ese año, 6.947 embarazadas y puérperas fueron diagnosticadas con la enfermedad.
En cambio, de acuerdo con el más reciente Anuario Estadístico de Salud, que corresponde a su edición 51, en 2022 disminuyeron las tasas de mortalidad materna “por causas directas, indirectas y tardías”; estas últimas son las que ocurren después de los 42 días del nacimiento.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) confirmó el carácter excepcional del dato de 2021, al reportar para la nación caribeña una tasa promedio de 40,4 fallecimientos por cada 100.000 nacidos vivos entre 2000 y 2020.
Desde 2016, Cuba adoptó la estrategia del Código Rojo, basada en un protocolo para la prevención y tratamiento de la hemorragia obstétrica avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y capacitó a un primer grupo de ginecobstetras y personal de enfermería, que luego replica esa formación en el país.
Cuba cerró 2022 con una razón de mortalidad materna de 40,9 defunciones por 100.000 bebés
nacidos, una cifra apreciablemente inferior que la de 2021, que fue de 176,6. Foto: SEMlac Cuba
En 2018, justamente la hemorragia relacionada con el parto aportaba entre el cuatro y el nueve por ciento del total de las muertes maternas, según declaraciones de la doctora Mercedes Piloto Padrón, especialista en Ginecobstetricia del Departamento Materno Infantil del Minsap, publicadas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), aliado en la implementación del Código Rojo.
A juicio de la doctora Piloto Padrón, existen factores de riesgo conocidos que se asocian a la hemorragia, como las edades extremas de la vida (adolescentes y edad materna mayor de 40 años), obesidad, anemia, cesárea anterior o en el embarazo, condiciones propias en la gestación como placenta previa, hematoma retroplacentario y sobredistensión de la fibra uterina (líquido amniótico aumentado, embarazos múltiples).
Las cifras oficiales del más reciente Anuario del Minsap no identifican en 2022 muertes por secuelas de causas obstétricas, que son las que ocurren a un año o más de la terminación del embarazo.
Sin embargo, pese a la disminución con respecto a 2021, la mortalidad materna en Cuba ha progresado lentamente y se resiste a entrar en un proceso de declinación sostenida, indica la investigación de Vázquez Padilla y otros estudios especializados.
Las investigaciones también muestran comportamientos diferenciados del fenómeno por color de la piel, con mayor impacto en las mujeres no blancas, según la investigación “La mortalidad materna en Cuba. El color cuenta”, de Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira y Patricia Varona Pérez, cuyos resultados también fueron publicados en la revista del Cedem.
Especialistas coinciden en que la mortalidad materna constituye un tema poco estudiado en el país.
Dedicarle miradas más detenidas “nos permitiría entender el fenómeno de la muerte materna y tal vez visualizar elementos que fomenten la creación de propuestas que contengan enfoques diversos, con el principal objetivo de disminuir la presencia de dicho fenómeno”, a juicio de Vázquez Padilla.
Por su parte, Albizu-Campos Espiñeira y Varona Pérez consideran que “los factores que se encuentran detrás de la acción única o combinada de esas enfermedades y causas de muerte, muchas veces escapan a la influencia de las medidas que provienen unilateralmente del ámbito del sector de la salud”.
Existen determinantes económicas, ambientales, individuales, grupales, sociales y político-culturales que exigen un abordaje multidisciplinario y que, de no tenerse en cuenta, podrían hacer fracasar cualquier intento de mejoramiento de la sobrevivencia materna.
En ese sentido, ambos consideran la mortalidad materna como “un área clave para una política integral de desarrollo social”.
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