Me lo contó mi entrenador de judo

especiales

Me lo contó mi entrenador de judo
Fecha de publicación: 
10 Marzo 2025
0
Imagen principal: 

Les advierto, yo no viví este texto. Simplemente. Aunque es rico y muy complejo, en el oficio de cazar testimonios que andan dando vueltas por ahí, uno los encuentra. A veces creo que ellos son capaces de cazarnos para manifestarse.

José Soler Puig, el novelista cubano, lo expresó: el escritor tiene de ladrón de vivencias. Les digo que no podemos ni debemos escapar de esa acción salvadora y, sin soslayar las propias, hasta uniéndolas, ayudados por la imaginación de alguna manera, estamos obligados a cantarlas más que a contarlas. Cuando mi entrenador de judo de mi patria chica, el barrio de Cayo Hueso centrohabanero, me confesó estremecido este pedazo de su vida, hace muchos años, supe que estaba envuelto en dicho trance. Surgió el texto. Y de vez en cuando, como hago ahora, le desempolvo las alas.
 
DE AMOR Y TATAMI

Tu hijo podría ser mío. No tendría el pelo crespo y negro, ni ese tamaño porque yo no soy tan alto como el padre y, aunque la calvicie me ha ido ganando, lo que me queda es rubio y lacio como cuando te conocí. Pero el muchacho sería tan bueno como es, y sería mío y tuyo; aunque más tuyo que mío porque los hijos son más de la madre, poemas que fabrican bien adentro, en el cuerpo, en el alma; y viven y hacen verdad de los sueños si uno sabe guiar como se debe esa verdad y esos sueños.

En él habría cristalizado nuestro amor, pero el amor se nos fue, o lo agoté, ¿qué sé yo? Un mal día, cada uno por su rumbo, y nuestro ensueño fue solo tuyo y, claro, del padre. Y ese ensueño ya tiene catorce años de andar por el mundo y soñar. Buen muchacho tienes, Mirta... Al año, pasó para la selección provincial y, aunque yo seguí en el tatami del Pontón, lo sigo entrenando.

Estás en las tribunas. Pensé que no vendrías. Cuando fuimos novios no te gustaba ni la pelota; hasta ignorabas quién era Víctor Mesa, ¡qué barbaridad! Nunca me acompañaste a las competencias: preferías el ballet, los buenos libros, el teatro y el cine, la música, y la música especial de tu computadora. Despreciabas mi otro amor; al menos, le hacías poco caso, a pesar de que yo trataba de no limitarme a los triunfos de los músculos y me entusiasmaba cada vez más con el piano y con las rosas.

Así, así... No te apures, tú eres mejor. Se cansa, ya verás. Ahora… ¡Qué ushi mata! Lo clavaste, mijo, lo clavaste... Me gustan esos aplausos desde las gradas. Es tu primera victoria. Vamos a seguir. Nadie te va a quitar el título.    

Aquí estás, allá arriba; aplaudes y se te encienden los ojos cual fuego en el bosque. No me has visto. Bueno, ¿qué vas a ver hoy en la Kid Chocolate más allá de tu hijo que te sonríe tímido y te saluda antes de sentarse a descansar?

¡Cuidado! Como te enseñé... ¡Sabroso! Frenaste su ofensiva. Te saca dos centímetros; tú eres más fuerte y eso empareja el combate. Si andas más vivo, te lo echas en el bolsillo. ¡Ay!, si te das cuenta, te lo comes: alza demasiado el brazo derecho, olvidando la defensa en busca del osoto... ¡Bien, no lo perdonaste: ippón! Palante que ya estamos en bronce...

Bella todavía. O, quizás, más bella. Como el buen vino, ¿eh? Aunque no sé de vinos ni de ninguna bebida de esas, la gente lo dice y por algo será. Hay algo de angustia en tu rostro. No te preocupes. No le va a pasar nada. Sé que tienes miedo, se lo dijiste desde su inicio: y si te rompen una pierna, un brazo... Si le rompen un hueso, nada, Mirta, los dolores, las dificultades esculpen a los seres humanos. Lo curamos y adelante. La vida no es solo sonrisa y mariposas. Todavía no me has visto. Tus ojos están fijos en él.

Ese mulato es un dolor. Le falta técnica; le sobran valor, potencia y deseos de imponerse. ¡Resiste, Javier, y te lo llevas! ¡Levanta, tú tienes un mundo; véncelo y vamos por la de oro! Falló; si aprovechas, el mulato es out. Así... No fue clara la proyección, pero lo tiraste. Vamos arriba por una koka, queda poco. ¡Cará...!, esto parece cámara lenta. Camina, reloj. Ah, la relatividad del tiempo. ¡Cuánta bobería pienso! Ahora no hace falta el violín de Einstein y sí el saber de Jigoro Kano... ¡Ya! ¡Se acabó! Tienes la medalla de plata. No se me contente: vamos por el cetro. ¿Quién te para?

Y tú, muchacha, no te preocupes más. Va hacia la victoria, cansado pero entero. Por favor, cambia esa cara. Está pegadito al gran salto. Mañana, Juventud Rebelde hablará de él, y las emisoras de radio y la televisión; estará su foto. Será el campeón juvenil nacional de su peso. Cambia esa cara…

¡Qué peleíta! Duro y hábil el contrario. No importa. ¡Cuidado, Javier! No... Por poco. Escapamos. Es tu turno. Ataca, ataca... Lo barriste. ¡Ganamos, Javier, ganamos...! ¡Cómo has tenido que sudar el kimono, mijo!

Tu cara iluminada. Mirta, no te asombres. Desde que lo descubrí, sabía que iba a llegar; algo delgado y todo, tenía. Se lo leí en los ojos: mucho coraje, mucha voluntad en el pecho. Y el judo lo ayudó a crecer por fuera y por dentro. Como a las dos semanas supe que era tu hijo. No dije nada, pero le puse el extra: un poco de desquite, tal vez una venganza. No contra ti, contra la vida. O contra mi cobardía, mi falta de decisión; si no te hubiera perdido, el muchacho sería...Lo hice mi hijo, el que no tengo. Lo ayudé a formarse; más que mis conocimientos, le entregué mi cariño.

El campeón me abraza. ¿Quién puede con las lágrimas? Las seco, Javier me lleva hacia las tribunas. "Mami, este es mi segundo padre: sin él no hubiera ganado". Me estremezco cuando te doy la mano. Sonríes y también hay un riachuelo recorriendo esos ojos que alguna vez fueron tan míos como los míos.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.