Las torpezas diplomáticas de los embajadores de Trump
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En Islandia, un país tan seguro que el presidente se maneja en bicicleta, no cayó muy bien el empeño del embajador estadounidense Jeffrey Ross Gunther en movilizarse acompañado por guardaespaldas armados.
Gunter también causó malestar entre los legisladores finlandeses al insinuar que Islandia estaba de acuerdo con la expresión “virus de China” con la que Donald Trump alude al coronavirus.
“¿Qué no es muy diplomático eso? Bueno, Gunter no es lo que se dice un diplomático de carrera. Es un dermatólogo. Que aportó dinero a la campaña del presidente y eso hizo que le diesen la embajada de Reikiavik.
Las acciones de Gunter y de otros embajadores designados por razones políticas ponen de manifiesto los riesgos que conlleva la práctica muy estadounidense de dar cargos diplomáticos a figuras que aportan fondos a las campañas políticas y a los amigos del presidente. Esa práctica se intensificó bajo el gobierno de Trump.
“Estados Unidos es un caso aparte en eso de nombrar embajadores sin experiencia ni conocimientos”, dijo Barbara Stephenson, exembajadora en Panamá y expresidenta de la Asociación Estadounidense del Servicio Exterior, el sindicato que representa a los diplomáticos.
Partidarios de un presidente pueden resultar buenos embajadores. Muchos lo han sido. Una relación personal con el mandatario y el conocimiento de su programa son una ventaja. Se supone que quienes no tienen aptitudes para esos cargos serán descartados en las audiencias de confirmación del Senado. De todos modos, con frecuencia son confirmadas figuras que no pueden evitar controversias.
El embajador en Gran Bretaña Robert “Woody” Johnson fue acusado de presionar para que el Abierto Británico de golf se hiciese en un resort de Trump en Escocia e hizo comentarios racistas y sexistas.
En Holanda, el embajador Peter Hoekstra, un exrepresentante, publicó la semana pasada una foto en la que aparece visitando un cementerio de soldados alemanes muertos en las dos guerras mundiales, incluidos nazis que ocuparon Holanda. Otros embajadores generan malestar entre el personal diplomático más experimentado a su cargo.
Gunter, el embajador en Islandia, ha tenido siete asistentes desde que asumió el cargo, aunque el Departamento de Estado asegura que cuatro de ellos fueron asignados solamente por períodos de 30 días.
Lo que causó desconcierto en Islandia fue que la embajada publicó avisos buscando guardaespaldas armados. Fue un paso inusitado en un país que por 13 años seguidos fue considerado el más pacífico del mundo, según el Índice Global de la Paz, que publica el Instituto para la Economía y la Paz.
La comisionada nacional de Islandia Sigridur Gudjonsdottir declaró a la Associated Press la semana pasada que la policía no decidió todavía si autorizará el porte de armas por parte de los guardaespaldas.
“Estamos sopesando la solicitud y analizando el nivel de posibles amenazas para las embajadas de otros países en Islandia”, manifestó. El Departamento de Estado se abstuvo de comentar.
Días después de la publicación del aviso, Gunter volvió a causar revuelo, y condenas del Parlamento, por una publicación en Twitter: “¡Estamos Unidos para derrotar al Virus Chino Invisible!”. El mensaje incluía un símbolo de la bandera islandesa y hay quienes piensan que eso da a entender que Islandia aprueba la descripción del coronavirus como “el virus chino”, que Trump usa para desviar a atención de su manejo de la pandemia.
Las torpezas de los embajadores que no tiene experiencia diplomática no son exclusivas de un solo partido ni ha sido fácil eliminarlas. Pero están generando más atención bajo el gobierno de Trump porque las designaciones de figuras con conexiones, que habitualmente representan el 30% de los nombramientos, llegaron al 42%, su nivel más alto desde mediados de la década de 1970.
“Todos los nominados para embajador deberían estar calificados para el puesto y la cantidad de designaciones políticas no debería superar las normas históricas”, opinó Eric Rubin, presidente de la asociación que representa al personal diplomático.
El gobierno ha defendido los nombramientos de embajadores y dijo que el que haya tantos que no son diplomáticos de carrera es consecuencia de que hay muchas confirmaciones demoradas.
Algunos embajadores políticos han sido acusados de ser algo más que poco diplomáticos. Las presiones de Johnson en Gran Bretaña respecto al torneo de golf generaron interrogantes acerca de si había violado normas éticas. También se dijo que hizo comentarios racistas y sexistas que ofendieron a personal de la embajada.
Johnson, propietario del equipo de la NFL Jets de Nueva York, niega conducta inapropiada alguna y sostiene que despedir a su segundo porque hizo comentarios favorables sobre los discursos de Barack Obama es algo perfectamente legítimo, según funcionarios en servicio y retirados.
En Holanda, Hoekstra causó furor al decir que en ese país había zonas a las que no se podía ir por la presencia de extremistas musulmanes.
La desconfianza entre el Departamento de Estado y sus diplomáticos de carrera por un lado y los funcionarios de Trump por el otro ha causado numerosos enfrentamientos. Trump y sus principales asistentes han hecho a un lado la tradicional política internacional bipartidista de sus predecesores y acusan al personal diplomático de carrera de ser parte un “estado profundo” que busca socavar el gobierno.
Como consecuencia de esto han sido despedidos varios diplomáticos de carrera veteranos, personal que siempre le es muy útil a los embajadores sin experiencia.
El embajador en Francia Jamie McCourt, un magnate que ha donado dinero a la campaña de Trump, se deshizo de dos asistentes por considerar que no le eran leales, en tanto que la representante ante las Naciones Unidas Kelly Craft despidió a al menos uno y tuvo encontronazos con el personal de carrera cuando fue embajadora en Canadá.
Hubo casos parecidos en las embajadas de Alemania y Sudáfrica, de acuerdo con varios funcionarios en actividad y retirados.
El principal demócrata en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Bob Menéndez, dijo la semana pasada en un informe que el gobierno había “diezmado” el servicio exterior.
Sostuvo que “difama” al personal “pintándolos como burócratas radicales y (agentes) del estado profundo”, y exhibiendo un “total y desdén por sus conocimientos”.
“Estos ataques injustificados corroen nuestra diplomacia y hacen daño a nuestra democracia”, agregó Menéndez.
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Javier Hernández Fernández
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