La hora de las aventuras

La hora de las aventuras
Fecha de publicación: 
27 Julio 2021
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Imagen principal: 
Tribuna de La Habana

Digamos que se llama Sergio. No usaré su nombre verdadero porque es medio tímido y eso de que lo mencione en público no le va a gustar, pero en estos días estaba recordando que la última vez que estuve en su casa me dijo: «Oye, estoy descargando Lorencito. Si quieres, la puedes ir copiando o te la paso cuando esté completa». 

Mi amigo se refería, por supuesto, a Hermanos, unas aventuras que tuvieron a mi generación pegada a los Krim 218 o Caribe de aquellos tiempos hasta el último y feliz capítulo. Pero si fuera solo esa... Sergio es una «enciclopedia» del espacio Aventuras y juntos recordamos títulos y títulos... Los que él se encuentra en internet los descarga para que su niño pueda gozar con lo que nosotros también gozamos.

Valga decir que las de producción nacional son sus favoritas (y las mías). Reconocemos que no todas estuvieron igual de buenas, pero hay cierta fidelidad que compartimos, no sé si por la cercanía, a los dramatizados cubanos (y aquí incluimos desde Las honradas hasta Julito el Pescador, no solo aventuras).

Recuerdo en las puertas de mi escaparate las fotos de Humbertico Miranda, Yosvani de Los pequeños campeones; recortes de periódico que hacían las veces de pósters en aquel duro brinco de los ochenta a los noventa. 

Tampoco olvido a los chiquillos de mi primaria repitiendo «corre, Cutú», y saliendo en desbandada cualquiera sabe por cuáles motivos. Esa frase me remite a la que quizás guarde con más cariño: Los papaloteros (porque me presentó a Noel Nicola y me enseñó la Cuba a la que no puedo volver).

Hace poco, por casualidad, mis hijos vieron en internet unas escenas de Shiralad y me preguntaron sorprendidos: «¿eso es cubano?» Pues sí —les conté orgullosa—, de una época en la que todavía las 7:30 era una hora sagrada para los niños y las niñas, los y las adolescentes y no pocos adultos: la hora de las aventuras (que era tan sagrada como «la hora de la novela»).

La hermanita de una de mis mejores amigas estuvo amenazada de llamarse Baconao. ¿Adivinan por qué? Por supuesto, por La cueva de los misterios, un éxito de mis seis o siete años. Por suerte para la recién nacida, los padres decidieron no complacer a la hija mayor, que andaba —como todos en aquella época de solo dos canales— hechizada por las aventuras de turno.

A ver: que levante la mano todo el que se inventó espadas cuando pasaron El conde de Montecristo o La leyenda del Rayo. Porque eso también tenían de positivo: uno salía del sillón al patio, dispuesto a utilizar cuanta creatividad tuviera para convertirse en el héroe o la heroína de la historia.

Y no solo nos ponían a imitar y admirar a héroes de ficción. Ya era yo mayorcita cuando Descamisados trajo pasajes y héroes reales de nuestras luchas por la independencia a los saberes y sensibilidades de las nuevas generaciones.

Blanco y negro no, El cucumí se despierta los domingos, El capitán Tormenta, Los pequeños fugitivos, Enigma de un verano o Coco verde... Quien las recuerde, habrá hecho cuentas de cuánta diversidad hay en esa lista: épocas, temáticas, locaciones...

En estos tiempos en que la casa debe ser hogar, refugio, parque, cine, escuela, de todo un poco... y las familias no tienen de otra que reinventarse para mantener entretenidos y alegres a los que saben querer, las he echado de menos, francamente, más que nunca. Quizás alguien me diga que se siguen transmitiendo series para niños y adolescentes, pero aquel espacio habitual de las 7:30 p.m. tenía poderes y sentidos que ojalá rescatemos. 

Comentarios

Gracias recordar es volver a vivir y si mucho más jano momo y la flecha negra y uuufff mucho más esa generación no a pasado está y estamos por favor un chance el la tv aaa y nuestro inolvidable Mario Rodríguez aleman con la tanda del domingo uuuurrraaa pero ténganos en cuenta un abrazo
eddyraiz15@nauta.cu

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