Junio de 2020: se sigue buscando la vacuna para la COVID-19
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Ha llegado el sexto mes del año y el mundo sigue combatiendo una terrible pandemia que ha costado la vida a casi 400 mil personas y que ha infectado a seis millones de todo el mundo: la COVID-19.
En un principio, la llamada infección respiratoria parecía otra nueva enfermedad local y tratable, sin embargo, cuando comenzó a infectar a todo el mundo con una capacidad asombrosa y explosiva de contagio, los laboratorios empezaron una carrera casi frenética por encontrar una vacuna.
Seis meses después apenas se habla de eso, en nuestro mismo país se ha llegado a la conclusión de que una enfermedad tan contagiosa se convertirá en endémica, lo que significa que podría circular libremente y si las personas infectadas muestran síntomas severos serán tratadas por estos y no por el nuevo coronavirus en sí.
Sin embargo, los científicos siguen considerando que la vacuna no es el único recurso científico para frenar al virus, pero sí el más importante, pues se espera alcanzar la llamada inmunidad colectiva o "inmunidad de rebaño".
Esta proporciona protección indirecta a los individuos no vacunados, y solo se produce cuando se vacuna una parte muy importante de la población, a la que se sumarían las personas que son inmunes porque han desarrollado anticuerpos tras el contagio previo.
Los epidemiólogos calculan que entre el 60 por ciento y el 70 por ciento de la población necesita ser inmune al virus para alcanzarla, por lo que muchos países y sus expertos consideraron en su momento que deberían dejar que las personas se infecten para generar la inmunidad de rebaño.
Suena bien si se tiene en cuenta que los infectados podrían terminar generando anticuerpos y con ellos crear una barrera inmunológica, pero al parecer esto no es una buena táctica contra el Coronavirus, por poner un ejemplo: en España, uno de los países europeos y del mundo más afectados, hasta finales de mayo solo el cinco por ciento de la población había generado algún anticuerpo.
A lo que sí conlleva dejar a las personas contagiarse libremente es a un colapso de los sistemas sanitarios, enormes afectaciones económicas y la muerte de millones de personas, por lo que a esta altura las miradas han vuelto sobre las vacunas.
Hay enfermedades graves con las que hemos tenido que aprender a vivir sin que todavía esté ni siquiera cerca la posibilidad de una cura definitiva.
El dengue, por ejemplo, tan común en esta región del mundo, posee cuatro serotipos, lo que impide que aún exista una vacuna para este virus, pues la persona que ha padecido un tipo de dengue puede volver a contagiarse en su vida de alguno de los otros tres serotipos.
Cuando el dengue se complica, que sucede con alrededor del dos por ciento de los casos, aparecen síntomas severos como dolor abdominal intenso, hemorragias, disnea y shock, y a esto se suma que no existe un tratamiento específico sino que a las personas hay que darles medicamentos atendiendo a los síntomas de manera que se les ofrezca sostén vital.
Una vacuna llamada Dengvaxia fue aprobada para su distribución por la Organización Mundial de la Salud en 2016, sin embargo, esta resultó muy efectiva para las personas que ya habían tenido dengue, aún siendo asintomáticos, pero dañina para aquellos que nunca lo habían padecido.
Funciona de esta manera: si una persona ha tenido alguno de los tipos de dengue la medicina lo ayuda a inmunizarse contra los otros tipos del virus, pero si nunca ha padecido la enfermedad, la vacuna se convierte en un sensibilizador y si la persona se contagia puede tener una reacción alérgica muy fuerte y presentar síntomas graves.
Sin dudas este medicamento está lejos de ser la solución ideal, y si bien es comercializado como vacuna aún le queda tiempo para ser considerada como tal, en el sentido en que no puede ser aplicada a gran escala sin riesgo para los supuestos beneficiarios.
Por otra parte, la difteria, la tos ferina, las paperas, el rotavirus, el tétanos o la poliomelitis son afecciones de las que ya casi nunca escuchamos, pues los bebés son inyectados casi al nacer contra muchas de estas enfermedades y también a lo largo de nuestras vidas continuamos siendo inmunizados.
Si bien parecen enfermedades misteriosas y de otras época, se ha comprobado que algunas todavía existen y pueden acabar con la vida de miles de personas si se les da tregua.
Esto quedó demostrado con el movimiento antivacunas, pues los casos de sarampión aumentaron solo en 2019 al 300 por ciento, sobre todo en países donde se creía eliminado, causando cientos de miles de muertes en periodos muy cortos.
Ante estos rebrotes muchos países tuvieron que optar por la vacunación obligatoria, pues solo en 2019 hubo más casos que en todos los años recientes y las muertes se multiplicaron con cifras similares al momento antes de la generalización del tratamiento.
Muchos expertos consideran que en el caso de la COVID-19 se obtendrá la vacuna, si bien hay que ser cautelosos a la hora de anunciarla y, más aún, en el momento de pasar por las fases de prueba de la misma.
Estamos en una situación de emergencia y se busca acelerar el proceso, pero no tanto que signifique en vano todo el esfuerzo, así que el tiempo estimado para poseer una vacuna que devuelva al mundo a como era antes de la pandemia se calcula en unos 12 meses o 18 aproximadamente: para mayo de 2021 los investigadores del mundo creen que ya se podrá aplicar.
¿Por qué esta demora? Las vacunas son aplicadas a poblaciones sanas que serán expuestas al virus con tal de estimular en el organismo anticuerpos, no es recomendable tomarlas a la ligera porque no se trata de una cura para alguien enfermo, sino un posible riesgo para personas con buena salud.
Antes de cualquier prueba clínica en humanos, el candidato a vacuna debe superar una Fase 0 o preclínica, que incluye pruebas in vitro y en animales, si esta vacuna funciona en organismos vivos puede pasar al estudio clínico, que se divide a su vez en tres fases, con una cuarta opcional:
Fase 1: La vacuna se prueba en pequeños grupos de entre 20 y 100 personas sanas, con un estudio que se centra en confirmar que es segura y efectiva, identificando posibles efectos secundarios y determinando la dosis adecuada.
Fase 2: Es un estudio a mayor escala en el que participan varios cientos de personas que sirva para evaluar los efectos secundarios más comunes en el corto plazo y cómo reacciona el sistema inmune.
Fase 3: Es un ensayo mucho más grande en el que participan varios miles de voluntarios y en él se compara cómo evolucionan las personas que fueron vacunadas respecto a las que no. También en esta fase se recolectan datos estadísticos acerca de la efectividad y la seguridad, a la vez que sirve para detectar otros posibles efectos secundarios que hayan pasado desapercibidos en la Fase 2.
Posible fase 4: Muchas vacunas se someten a una Fase 4 después de que la vacuna haya sido aprobada: el objetivo es recabar aún más información que pueda reforzar su seguridad y eficacia.
Como consecuencia del alto margen de error del desarrollo de vacunas, los investigadores suelen seguir este proceso de manera lineal, para analizar en detalle los resultados de cada fase. Sin embargo, muchos laboratorios del mundo están realizando procesos investigativos que arrancan lo antes posible y muchas fases se ejecutan en paralelo, abandonando el esquema lineal.
El objetivo es ganar tiempo a toda costa, aunque eso pueda conllevar a un mayor riesgo de fracaso, pues algunos incluso han empezado la fase clínica en humanos antes de finalizar la fase en modelos animales y otros comienzan ya a producir masivamente la vacuna antes incluso de saber si tendrá éxito.
No se debe confiar mucho en esos experimentos, y tendremos que esperar pacientemente a que el tiempo adecuado pase, así como que sean probadas todas las fases en todos los medicamentos hasta encontrar el indicado, para que el mundo pueda volver a la ansiada normalidad.
En Cuba también se están haciendo algunas aproximaciones a la vacuna, y el presidente del país, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha exhortado a seguir trabajando en esa línea, sin embargo, también ha dicho que, a la espera, solo existe un tratamiento efectivo: cumplir con las medidas orientadas, la disciplina, y la solidaridad.
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