Invertir en aceras es evitar caderas partidas
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Foto: Otmaro Rodríguez
Está claro que en momentos como estos, calificados por el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, como «economía de guerra», no resulta muy lógico abogar por arreglar aceras y calles.
Sobre todo, porque lo más importante es garantizar lo imprescindible para la existencia en esta Isla, a la que las cadenas del bloqueo estadounidense aprietan cada vez más duro junto a las ineficiencias internas, que no son pocas.
Pero sería interesante conocer cuántas caídas han tenido lugar a causa de esas aceras en pésimo estado, por donde transitan tantos cubanos de la tercera edad, sobre todo en busca de abastecimientos, medicinas y otras urgencias.
No han de ser pocos esos transeúntes que peinan canas, sobre todo considerando el notable envejecimiento poblacional, que continúa creciendo.
Abundan los pronunciamientos en cuanto a la atención y cuidados a ese segmento poblacional, se habla de proyecciones, programas, perspectivas, y se acometen acciones, a pesar de las carencias. Pero quizás sería atendible echar mano a los números y calcular qué cuesta más —en todos los sentidos que ello implica, no solo financiero—: si arreglar las aceras o arreglar caderas fracturadas de ancianos.
Por supuesto que existen hoy otras emergencias, pero esa quizás se dejó para después cuando sí era más factible resolverla, al menos parcialmente. Las construcciones de la última década que hoy se levantan en las ciudades hablan por sí mismas de cuáles han sido las prioridades.
Y ahora, cuando no existen realmente las condiciones objetivas, ni combustible hay, las personas, en su andar por las aceras fracturadas, continúan tropezando, cayendo, fracturándose huesos… y la solución a esos accidentes sí que no puede esperar.
Por eso, confiemos en que cuando la situación mejore y logremos una estabilización macroeconómica, también a medida que las comunidades y territorios ganen en autonomía para decidir qué solucionar primero, este tema no quede «para después», porque los huesos fracturados no pueden esperar.
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Mirella
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