¡Hay que reordenar el Sistema de Atención a la Familia!

¡Hay que reordenar el Sistema de Atención a la Familia!
Fecha de publicación: 
25 Enero 2021
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Corresponde a las autoridades llamar a rendir cuentas y cuestionarse qué hacer para que esos comedores estén a la altura de su concepción inicial en 1996. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate

La Habana se encuentra en fase de transmisión autóctona limitada. La docencia, al menos en su variante presencial, está nuevamente en pausa. Pero el espíritu universitario no. Reordenar los comedores de los ancianos es una de las tantas cosas por hacer en este país. Muchos universitarios prefieren participar que quedarse de manos cruzadas.

Entre ellos están Amanda Olmo Infante, Yaira Díaz Sánchez, Mayrel Echezarreta Rodíguez y Lía Lazo Núñez. Amanda debe graduarse de Sociología este año y Yaira, de Filosofía. Mayrel debería estar cursando el segundo año de Turismo y Lía, el segundo de Comunicación Social.

Por estos días no hay seminarios, conferencias, talleres, ni clases prácticas… Su tarea es entrevistar a 110 beneficiarios del Sistema de Atención a la Familia (SAF). Ellas forman parte de un grupo mayor ─integrado por profesores y estudiantes de la Universidad de La Habana (UH)─ que colabora con las autoridades de la capital en la revisión del funcionamiento del SAF.

Como residen en Centro Habana, en torno al Consejo Popular Los Sitios, les correspondió desplegarse en ese territorio. Después del trabajo en el terreno tabulan a diario la información obtenida y la envían a la profesora que, por parte de la UH, está al frente de la operación en el municipio.

Es jueves 21 de enero. Temprano en la mañana nos reunimos en Reina y Belascoain. El grupo, que aumentó su membrecía conmigo y con Lester Chang Choy (estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universidad Tecnológica de La Habana), se dividió en dos después de estudiar qué casas quedan más cerca entre sí y trazarnos una ruta más o menos lógica.

Lo principal que se persigue es conocer si los beneficiados del SAF están asistiendo a los comedores, recoger sus apreciaciones acerca de la calidad del servicio y explicarles sobre la última actualización de los precios. Guiados por una lista de números, nombres y direcciones, un subgrupo fue en busca de Silverio Balsinde Griñán, el primero de la ruta que nos trazamos.

Lo encontramos justamente cuando salía de su edificio. Es un señor mayor de tez oscura. Tras nuestras preguntas respondió que sí suele asistir al comedor correspondiente. Sin embargo, la calidad de la comida ─afirmó─ no es la debida. Supone que parte de los recursos destinados a la elaboración de los menús están tomando otro rumbo.

Agradeció que fueran jóvenes quienes estuvieran realizando la labor de contactar con los beneficiados. “Los pinos nuevos tienen que imponerse contra lo mal hecho; el robo hay que repudiarlo…”, nos dijo. “No mentir jamás ni violar principios éticos”: citó de Fidel mientras comentaba lo dañino que puede llegar a ser convivir con malas prácticas.

Seguimos rastreando personas de la lista. En la misma cuadra dimos con dos que convivían. Eran una niña y su madre, relativamente joven. La primera padece asma y la segunda cáncer. El SAF, además de a ancianos, atiende a embarazadas de alto riesgo, casos sociales críticos y discapacitados que no pueden trabajar. Aunque ellas consideran que en su comedor ─ubicado en Belascoain y Concordia─ la elaboración de los alimentos está por debajo de lo que debería ser, recurren diariamente al almuerzo y la comida. No tienen muchas opciones.

Casi todos los entrevistados coincidieron en la necesidad de  mejorar la calidad del servicio. Algunos hicieron referencia al aumento del precio. Aprovechamos para aclarar que aunque estos ya no eran los que conocieron por muchos años, la primera propuesta había sido corregida y ahora eran un poco más asequibles.

Cerca del mediodía nos reagrupamos en la calle Reina. Sacamos cuentas de cuántos beneficiarios faltaban por visitar y nos volvimos a reunir, esta vez en  tres dúos. Junto con Mayrel me correspondió localizar a 10.  

Entre esos estaba Silvio Mifaña García, un anciano muy amable que conocimos cuando salíamos de su edificio tras tocar varias veces en la puerta de su apartamento. Venía de la calle. Vive solo. Un vecino suyo nos había informado que el día anterior Silvio no pudo comer en el comedor porque no aparecía en la lista. Silvio lo confirmó en persona. Mayrel tomó nota de su situación mientras él explicaba que dependía del comedor, pues el dinero de la jubilación no le alcanza para costearse la alimentación de otra manera.

Le dijimos que daríamos cuenta de su caso. Era una contradicción que en el comedor no apareciera en el listado y sí en la relación de beneficiarios que nos habían entregado a nosotros. “¿Entonces puedo ir mañana?”, nos preguntó optimista. En ese momento a uno le pasan por la mente varias interrogantes… ¿A dónde van a parar los recursos que se planifican para cubrir las necesidades de otros tantos como Silvio? ¿Quién es el responsable de que Silvio no aparezca en “la lista”? ¿Qué sucede con la gente que no está puesta para hacer su trabajo? ¿Pesa más una lista que la necesidad de comer de un anciano?

Confiados en que nuestro reporte llegaría pronto a las autoridades municipales y se solucionaría el problema, le respondimos que sí, que fuera al día siguiente en busca de la comida que le toca. No obstante, decidimos ir personalmente al comedor de Silvio, situado en la esquina de su casa, en Águila y Maloja.

Allí tuvimos un intercambio con el hombre al frente del establecimiento. Se deshizo en explicaciones. Con sus palabras dijo que la culpa de que Silvio repentinamente haya dejado de aparecer en la lista no es suya, pero que él ya había llamado por teléfono para subsanar el error. “Lo que sí no tiene sentido y no debe volver a ocurrir es que ese señor quede sin recibir alimentos”, le apuntamos.

Alrededor de las 3:00 pm acabamos con las visitas. En Los Sitios, Centro Habana, la fase del trabajo que se puso en manos de los muchachos de la Universidad está prácticamente acabada. Ahora corresponde a las autoridades llamar a rendir cuentas y cuestionarse qué hacer para que esos comedores estén a la altura de su concepción inicial en 1996… ¡Hay que reordenar los SAF!

Comentarios

Todo hay que reordenarlo todo
Jhgh@yahoo.es

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