Haití: ciclo sin fin

Haití: ciclo sin fin
Fecha de publicación: 
11 Marzo 2024
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Fotografía tomada de https://republica.gt

De tantos conflictos que existen en la región, lo que ocurre en Haití es una situación vergonzosa que no solo permanece en el tiempo independientemente de quien asuma el poder, sino que parece importarles a pocos mientras el resto del mundo pretende minimizarlo, silenciarlo en los medios, mirar hacia otro lado y hacer como si nada sucediera.

Haití es un país carente de estructuras sólidas, fruto del desequilibrio social, la extrema pobreza y otras formas redundantes de descalabro que giran sobre lo mismo.

El hecho es que parece una tierra abandonada por la suerte, desconocida para tantos, y pisoteada por ellos mismos; además, cuenta también la histórica intromisión de potencias como Estados Unidos y Francia, incluso no tan lejos en el tiempo. Recordemos que, en el siglo XIX, esos mismos países se negaron a reconocer la independencia de ese pequeño territorio caribeño. ¿Por qué? La respuesta es la misma de siempre: para proteger sus intereses. Y ahí empezó todo.

No quedan dudas, la ocupación, la injerencia extranjera, han sido una limitación importante para Haití, han mediado en su falta de prosperidad y han definido su camino lleno de tropiezos, y que, en consecuencia, aun padezcan los rezagos del colonialismo, el esclavismo y la discriminación. El factor externo es clave en este proceso, y es demasiado pesado el lastre de sus residuos.

No es de ahora que los poderes colapsan constantemente, son el vivo reflejo de un pueblo agobiado y convulso al que le cuesta mucho reponerse del descontento generado por la depresión económica. Ese es el motivo de desgracia para cualquier sistema. Como es lógico, se parte desde la necesidad para que poco a poco deje de funcionar cada aspecto de una nación, al punto de mancillar, sobre todo, la calidad humana, pues da pie a que surja lo peor de los individuos. Y se cae, así, en una espiral sin fin, ¿cómo crecer de ese modo?

Haití no es más que el resultado de las circunstancias. A pesar de ser el primer país de América Latina en lograr su independencia gracias a la revolución de sus propios esclavos, hoy arrastra un conjunto de infortunios heredados hace dos siglos y que se traducen en destrucción, desprecio y aislamiento internacional, además de gobiernos dictatoriales que lo marcaron para siempre y lo dejaron en un verdadero abismo de terror y subdesarrollo.

Por eso durante muchísimo tiempo los haitianos han vivido desamparados y sometidos, unos tratando de sobrevivir, otros intentando escapar, todos pendientes de las promesas tanto de sus coterráneos como de las instancias internacionales.

Si revisamos los reportes de prensa de antaño, desde hace muchos años ya parecía que se encontraba en un callejón sin salida. No solo porque es una comunidad que vive la persistencia de enfrentamientos entre pandillas muy territoriales, la corrupción política vinculada al crimen organizado, sino que hasta la naturaleza se empeña en querer borrarlos del mapa con la ocurrencia de terremotos como el de 2010, que fue devastador y acabó con lo poco y malo que ya existía, y provocó más hambre y enfermedad, así como medio millón de muertos y 1,5 millones de personas sin hogar. Sumémosle enfermedades que arrasaron como el cólera y la Covid-19.

Se halla en una zona geográfica compleja también porque gran parte del año sufre tormentas tropicales y su pueblo no cuenta con mecanismos de prevención, ni infraestructuras que aguanten. Con cada viento huracanado el saldo es el mismo: más calamidad.

Todo esto incrementa la necesidad, la inseguridad, la violencia. Sin obviar que la política es un caos, y por eso hemos escuchado de masacres masivas, de crímenes no resueltos. La impunidad es otra palabra de orden, pues los poderes no tienen la fortaleza, o la disposición, para enfrentar lo mal hecho. Ejemplo de ello es la situación reciente, descontrolada por la fuga de miles de reclusos. Pero este es solo uno entre tantos: golpes de Estado, asesinatos políticos, represión, y más.

En conclusión es un país colapsado y empobrecido, que no supera la miseria y vive en ruinas, con insalubridad, sin servicios fundamentales en muchas de sus zonas, y con peligro para la vida por los enfrentamientos constantes; una sociedad gastada, desplazada a la fuerza, marcada por la desigualdad y la agonía, atrasada en todos los sentidos, marginada, con un gobierno débil, endeudado e inestable; una nación que aparentemente no logrará salir a flote ni evadir ese destino de penurias que parece tener escrito en piedra, y que —aunque parezca perverso— parece convenir a las elites, sospechosamente ociosas.

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