Greta Garbo, un mito que aún vive

Greta Garbo, un mito que aún vive
Fecha de publicación: 
18 Febrero 2024
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Considerada como una de las más grandes estrellas de la pantalla, la sueca Greta Garbo dijo adiós al cine para el que rodó inolvidables películas. En Hollywood un halo de misterio la envolvió. ¿Acaso ocultaba un gran secreto que pudo  anular su exitosa carrera? ¿Es cierto que tenía una doble vida? Fueron muchas las conjeturas por su extraño comportamiento.   

John Gilbert y su inútil espera

Juntos leían los guiones de sus próximas películas y, tal vez, alguna sonrisa se abría en el rostro de Greta. También se amaron como ocurrió en algunas de sus cintas. Al fin, John Gilbert, el galán del cine mudo, le propuso matrimonio a la joven, quien asintió. Todo estaba preparado para que aquel vínculo se hiciera oficial. Llegó el día de los esponsales; él vestía sus mejores galas y nervioso esperaba a la novia a la hora convenida. El tiempo fue pasando y Gilbert se paseaba ansioso. No hubo una disculpa, ni una nota explicando el porqué de lo ocurrido. Simplemente, Greta no acudió a la boda.     
                   
Dolido y sin una explicación, Gilbert tuvo que aceptar lo sucedido. Al principio se sintió fracasado en su empeño, luego continuó su amistad con ella e incluso se unieron en nuevos filmes.
                                 
Muy comentada fue también la bisexualidad de Greta. Dicen que tuvo una relación amorosa con la actriz Marlene Dietrich, otra de las grandes estrellas de la cinematografía. Ambas lo negaban e incluso objetaban no haberse conocido antes; sin embargo, se descubrió que de jóvenes sí habían intervenido juntas en un rodaje. Además, se le atribuyeron a la Garbo vínculos con la actriz mexicana Dolores del Río y con la escritora Mercedes de Acosta, cuya amistad duró 28 años y de la que quedó una copiosa correspondencia. Esta mujer donó al Museo de Filadelfia 55 cartas con la condición de que solo fueran abiertas diez años después de la muerte de la sueca.

Culto a una estrella

Nacida en 1905, en Suecia, la joven Greta Lovisa Gustafsson llegó al cine de una manera casual; trabajaba en los almacenes Pub y la seleccionaron para unos anuncios.

“Todo lo que soy se lo debo a Stiller”, solía decir, para expresar su agradecimiento. Con este director rodó La leyenda de Gosta Berling, en 1923, un clásico del cine. Con él viajó a Hollywood a tentar la fama. La Garbo llamó la atención y fue contratada. En El torrente, Amor y El demonio y la carne impuso el mito de la mujer fatal.

Su talento, su exacerbación expresiva, tan propia del silente, brillaron en varias cintas. Donde célebres artistas sucumbieron, la Garbo superó la prueba del sonoro y los estudios hicieron gran publicidad con la frase ¡Garbo habla! 

Poco dada a la risa, fue muy publicitada su cinta Ninotchka, a partir de la escena en que echa al aire una carcajada. Hizo inolvidables filmes como Mata Hari, Gran Hotel, La reina Cristina, Ana Karenina, Margarita Gautier y María Walewska, entre otros. Su última aparición en la pantalla fue La mujer de dos caras, dirigida por George Cukor.

Aunque la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas la nominó mejor actriz en 1930, 1932, 1937 y 1939, nunca recibió el Oscar. En 1954, le confirieron una estatuilla honorífica, pero no se presentó a la entrega de los premios porque la gente la aburría, según declaró.

A los 36 años, la Garbo dijo adiós al cine y se dedicó a disfrutar de su fortuna. Viajó por Europa y Sudamérica y adquirió propiedades y obras de pintores célebres. Al paso del tiempo, cuando poco quedaba de su hermosura, se refugió en su apartamento de Nueva York. Ocultando su cabeza con un enorme sombrero, los ojos con gafas negras, a veces iba al Parque Central y se entretenía echándole maíz a las palomas, o desde un banco miraba con nostalgia de madre frustrada a los niños en sus travesuras. De aquella mujer de la que todos alababan su serena belleza, la enigmática sonrisa, poco quedaba. Sufrió en silencio el proceso de envejecimiento y llevó una vida totalmente solitaria; cuando un periodista o un fotógrafo la descubría y se le acercaba, huía ante una pregunta o tal vez una foto que no deseaba. Las pocas veces que lograron entrevistarla solo pedía que la dejaran en paz.

A menudo la prensa se refería a la artista en anuncios como “Greta vuelve al cine” o “La Divina regresa”. Se hablaba de que sería dirigida por este u otro notable realizador, mas Greta callaba con obstinación. Ese capítulo de su vida estaba para ella totalmente cerrado.

Muchas preguntas surgían: ¿Por qué se aisló? ¿Fue acaso el hastío o el dolor de sus fracasos  amorosos? Lo cierto es que la verdad se fue con ella aquel 15 de abril de 1990, en Nueva York, cuando ya tenía 84 años. En 1999, sus cenizas fueron enterradas en un cementerio de Estocolmo. Considerada una de las cinco mejores estrellas de la historia del cine, su mito sigue viviendo.

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