Geopolítica: Por encima del bien y del mal o la moral en tiempos de guerra

Geopolítica: Por encima del bien y del mal o la moral en tiempos de guerra
Fecha de publicación: 
7 Octubre 2022
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Muchas personas se me acercan para cuestionar la moral con la cual se produce este o aquel suceso en la política internacional, en especial la guerra en Ucrania. Quisiera poderles dar una respuesta en el orden más simple posible, pero es que los sucesos macro sociales carecen de un solo punto de vista moral, ético o religioso. Las perspectivas  en tal sentido son casi tan importantes o más que los hechos mismos o las directrices y los posicionamientos. ¿Putin pudo evitar la confrontación?, quizás sí o quizás no, lo que sí no se puede negar es el expansionismo de Occidente y la OTAN, así como la retórica anti rusa, la cual han llevado al paroxismo, a la exageración y el odio a todo lo que provenga de dicha cultura. Somos en ocasiones víctimas de la falta de perspectivas propias y de la asunción de matrices mediáticas cuando compramos una sola versión. Nos hacemos cómplices de la inmoralidad de un determinado grupo de poder global cuando no vemos todas las aristas y buscamos una verdad, un punto lo más independiente y objetivo posible.

La guerra no es ni deseable ni recomendable, nadie quiere morir o matar para sobrevivir. No debería regir una ley de la selva en las cuestiones internacionales, pues para eso en definitiva se creó la ONU, para que no se llegara nunca más a los niveles de 1914-1918 y de 1939-1945. Pero obviar la realidad de que hay una estructura desigual, la cual se reproduce en la toma de decisiones en esos organismos y en los medios hegemónicos es cuanto menos un disparate o una ingenuidad muy cara. La guerra en Ucrania es un asunto que proviene de 2014, cuando la OTAN, alentó, financió y dirigió un golpe de Estado mediante una revuelta de colores, proceso que condujo al poder a un grupo de personas que comenzaron a preconizar el separatismo entre las dos etnias culturales que componen la nación. Ello creaba fricciones con Rusia, el verdadero objetivo de Occidente. Nunca los asesores otanistas tuvieron otro fin que el conflicto mismo, a costa de que un país sufriera una crisis de guerra civil y luego una confrontación con otra gran potencia. Si el escenario que se le creó a Moscú, se le genera a Washington, habría que ver la reacción del Pentágono.  Es cierto que el ego ruso es fuerte y que posee raíces históricas. Pero no debe cargar con todo el peso de la culpa por lo que está pasando, eso no sería justo, ni mucho menos moral. Las víctimas civiles de todos los bandos son lamentables, pero para Occidente, los muertos y desplazados del Donbass parecieran no existir. En las matrices no se habla de ello, en los debates en la ONU solo Rusia lo menciona. Ni hablar de los acuerdos de paz de Minsk, borrados por Zelensky en sus limpiezas étnicas en Donbass. Todo ha conspirado para que haya una guerra mundial, con la complicidad de los asesores otanistas que han alentado al líder de Kiev hasta el límite. Si Ucrania entra en la OTAN, el final de la Tierra y de la civilización está cerca, pero eso pareciera ser materia de segundo orden ante las ambiciones de un grupo de personas.
La guerra en Ucrania es un negocio para EE.UU que está vendiéndole el gas más caro a Europa, haciendo naufragar el proyecto de dicho continente, que era competitivo en los mercados, en especial el liderazgo de Alemania. Se ha cancelado el Nordstream 2 y se le ha saboteado, para que no genera un cambio geopolítico en el área a favor de las potencias emergentes. Por otro lado, Ucrania ha servido para que la CIA establezca, sin fiscalización, laboratorios de guerra biológica que en las naciones más organizadas y seguras (incluyendo EE.UU) son casi impensables, por su peligro potencial. Zelensky pide armas atómicas y habla de usarlas al menor atisbo. Es un caos, que ha detenido la economía y ha creado un pico de crecimiento para el gran capital occidental, que vive de las crisis. El globalismo respira a través del oxígeno que le quita al pueblo de Ucrania, y de las justificaciones que fabrican los medios mentirosos.

EE.UU es un creador de conflictos que lo favorecen, en los cuales apela a su poder como hegemón y principal centro del sistema mundo del capital. Esa postura le permite no solo manejar los relatos mediáticos sino incidir directamente en la vida global como si se tratara de una cuestión doméstica. De esa forma la gran potencia no es realmente cuestionada y su moral está constantemente “a salvo”. La culpa es siempre de otros, de ese otro cultural, ese oso ruso, ese dragón chino, ese terrorismo islámico, ese comunismo cubano o esa Latinoamérica convulsa e ingobernable. Fue Samuel Huntington quien a través de su teoría del choque de civilizaciones dijo que el Imperio necesita de hipótesis de conflicto o sea que la moral se moldeara a los deseos del complejo militar industrial y de los grandes financistas.

La financiarización de la muerte y del genocidio es lo que estamos viendo en Ucrania y es precisamente lo que pocos denuncian. Si bien es cierto que la guerra es injusta, como toda guerra lo es, ha sido un choque inevitable prácticamente, dadas las opciones que le dieron a Putin para maniobrar. Occidente cerró toda vía al diálogo y la cuestión diplomática, los neonazis hundieron su credibilidad cuando masacró a los civiles del Donbass. La inactividad y el dejar hacer como posturas en el gobierno anterior en Moscú, conllevaron a esta situación, por lo cual ahora el escenario era otro. La incompatibilidad de miras entre Occidente y Moscú se refleja no solo en lo político, sino en lo cultural, en la manera en que los medios mentirosos manejan la cultura rusa, generando cancelación y odio. El sistema mundo en crisis se ha  convertido en un tribunal de satanización y condena de todo lo que huela a eslavo y se ha llamado varias veces ya al uso de una fuerza nuclear mayor, sin pensar en las consecuencias para todos.

La presencia de nazis en Kiev es real, lo cual significa que la historia aún tiene muchas lecciones que darnos. Por ello aunque la moral debe respetarse y los muertos son lamentables en todas las circunstancias, perder de perspectiva de que hablamos de una cuestión geopolítica y de un asunto macro que va más allá de las pasiones o de los relatos; puede ser perjudicial incluso en el hallazgo de soluciones o de explicaciones justas para el conflicto. Rusia no es Alemania en 1933 como hay medios que están tratando de establecer, Putin no es Hitler. Esas analogías son absurdas en un país que venció el fascismo y que es el principal depositario de dicha memoria histórica. En Ucrania no hay una pelea entre la nación pequeña y democrática y el imperio poderoso y autocrático, sino que hay una colisión geopolítica entre dos polos y visiones del mundo, con intereses irreconciliables, la cual se está expresando mediante la guerra lamentablemente.

Hay que luchar porque no haya guerras, pero la principal alianza bélica del mundo, con el mayor presupuesto en armas y más número de invasiones no es Rusia, sino la OTAN. La historia debe enseñarnos, entre otras cosas, a ser objetivos. Porque mañana, si ocurriera que los otanistas entrasen de forma directa en el conflicto, los medios nos obligarán a decir que la alianza atlántica es una santa y que posee toda la moral del mundo, habremos entonces comprado el relato pusilánime de los más mentirosos e interesados periodistas y plataformas occidentales.

Lo que sí expresa lo de Ucrania es el fracaso del sistema de tratados internacionales posteriores a 1945 que en teoría debieran evitar una tercera guerra mundial. Ello porque el sistema mundo está en una crisis, la cual no parará hasta que exista un cambio de paradigma global civilizatorio. La moral es si bien es un bien necesario es histórico, pero no es inmutable. Los golpes de los sucesos la van haciendo a la imagen y semejanza de los conflictos y de los dolores de la humanidad. Es un faro para accionar a favor de intereses comunes y de bien, pero no para volverse patrimonio de un relato mediático ni de un grupo de presión.

Sí, creo en la paz, pero no en las matrices impuestas.

 

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