Geopolítica: La primera guerra de la cultura de la cancelación de la Historia
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George Soros publicó en la década de 1990 su artículo El nuevo orden mundial en el cual sugería que los países de Europa del este debían servir como carne de cañón para futuros conflictos de la OTAN. Se basaba en el hecho de que los ciudadanos occidentales no estaban dispuestos a poner los muertos o los lesionados en las guerras imperialistas y de reparto llevadas adelante por los Estados Unidos. Ello habría sido una de las principales motivaciones para que la alianza atlantista se expandiera hacia el oriente europeo, presionando las fronteras de Rusia. En el año 2022, el propio Soros dijo que había que vencer rápidamente a Putin o sobrevendría una guerra de la cual la humanidad no saldría indemne. Este especulador financiero, amo y señor de revoluciones de colores, de organizaciones no gubernamentales que actúan como agentes de cambio y de ingenierías sociales en todo el globo; no es otra cosa que uno de los diseñadores del orden mundial y sus consecuencias. El rostro del magnate aparece en casi todos los países donde operan cambios políticos en favor de una agenda única, cuyo objetivo es poner a las naciones bajo un mando imperial.
Las teorías en torno a Soros, unas mejor elaboradas y otras menos creíbles, sostienen que en realidad su accionar no es más que el rostro visible de una jugada global fruto de las más grandes fortunas privadas y del capital corporativo. En cuanto a la guerra en Ucrania, las ONGs financiadas por la Open Society tuvieron un papel fundamental en la mal llamada Revolución Naranja o sea la revuelta de color que depuso al gobierno soberano de Kiev y que inició la debacle en curso. Desde 2014 se ha masacrado a los civiles rusos del Donbass sin que a los organismos internacionales les importara, violando los acuerdos de paz de Minsk y con la complicidad de la gran prensa comprada. Solo cuando Moscú comenzó su respuesta, se desató toda una cultura de la cancelación que busca preservar una falsa unidad en torno a los designios de Occidente y que, como mismo dijo Soros en la década de 1990, usa a los europeos orientales como carne de cañón en una guerra sin sentido. Por ello la OTAN mantiene viva la llama de la confrontación y le vende más armas a Zelensky. Ha sido todo un negocio que sea otro pueblo quien sufra las consecuencias de la política exterior genocida. EE.UU pone las bombas y los fusiles, mientras que Kiev pone los féretros y los cadáveres. No hay en el horizonte un acuerdo que haga que las hostilidades terminen. Si se tiene en cuenta el artículo de Soros se puede entender la lógica con la cual se mueve el sistema mundo del capital. La geopolítica occidentalista lo que ha perpetuado es la muerte hacia otros pueblos, evitando que los jóvenes norteamericanos y europeos pasen por un segundo Viet Nam, lo cual sería muy costoso para la clase política en materia de estabilidad y de gobernanza. Pero lo que además está sucediendo es que la guerra de Ucrania se está haciendo a expensas de la fuerza y del crecimiento económico incluso de los europeos occidentales, que están viendo cómo se desmantela y se elimina el Estado de Bienestar.
La publicación por parte de un prestigioso periodista de una teoría muy coherente sobre cómo fue saboteado el Nordstream; ha venido a echar más leña al fuego a un panorama mediático que ya estaba candente. De hecho, los platillos voladores son el relato con el cual se ha querido tapar la recurrencia a la culpa del capital corporativo en lo que está sucediendo realmente en Europa. Elementos como la inflación, la caída en el descrédito de Biden, la proximidad de las elecciones; han llevado a los hacedores de titulares a fabricar la inminente invasión alienígena. Algo parecido a lo que pasó durante la pandemia de la COVID 19 cuando no pararon de alarmar, de crear el miedo y de dirigir a las masas hacia comportamientos compulsivos y alienados. En ese panorama, todo lo que es tocado por la agenda atlantista se transforma en postverdad, en cultura de la cancelación o en matriz mediática. La misma batería de armamentos que se envía a Kiev subyace en el plano de las operaciones simbólicas, lo cual convierte a esta en la primera guerra de la cancelación de la Historia, en la cual los EE.UUU posan como “país defensor de una pequeña nación frente a un imperio”. Este énfasis en la cultura de la culpa y en la manipulación de los significantes cuenta con la presencia de las redes sociales como entes creadores de sentido y codificadores de postverdades funcionales y orgánicas a los intereses de las corporaciones y de los círculos del sistema mundo.
La OTAN no dejará que se detenga la guerra de Ucrania hasta tanto no se produzca su objetivo fundamental que es la debilitación de Rusia y la salida de Putin del poder como líder aglutinador de la resistencia anti atlantista. Soros, que es uno de los diseñadores del orden mundial, ha reconocido varias veces que al presidente ruso hay que sacarlo del ruedo si se quieren lograr las metas a mediano y largo plazo del sistema mundo. Ello implica que el costo humano que ello implique no va a interesarle a las élites. Ni siquiera el peligro de una tercera guerra mundial de carácter nuclear. De hecho, esta confrontación, en la cual la culpa es un elemento fundamental, está jugando con las percepciones mediáticas en torno a Rusia como potencia, haciéndola ver como responsable todo el tiempo de lo que pueda pasar. En la más reciente conmemoración de un aniversario de la liberación de Auschwitz, no fue invitada Moscú, nación a la que se le consideró como el III Reich de estos tiempos. Curiosamente fueron los rusos quienes hicieron caer el fascismo y eso hoy también es víctima de los linchamientos y de la cultura de la cancelación occidental que relativiza las realidades.
El error de la humanidad ha sido creer que no va a pasar nada y que nadie oprimirá el botón nuclear. De hecho, la Historia ha demostrado que la especie es capaz de hacerlo. Con la salida de Putin del poder, pueden volver al mundo de 1991 en el cual Rusia era débil y manipulable y por ende un aliado y no un opositor global. Quedaría China rodeada de enemigos y en posición geopolítica desventajosa. Ese es el juego que se hace hoy en Europa y que posee objetivos a corto, mediano y largo plazo. Ucrania, otrora granero del mundo, está pagando las consecuencias con la destrucción de su economía probablemente para siempre. Europa occidental está dejando de ser un polo global y refuerza su dependencia como mercado de hidrocarburos norteamericanos. La poca soberanía energética hace que se hunda toda pretensión de independencia. EE.UU sale más fuerte, con nuevos mercados y desapareciendo a potenciales competidores. Se hacen movidas en la arena internacional que también ofrecen otras oportunidades de mercadeo y se eliminan adversarios poderosos. La decadencia china está muy lejos de ser una realidad, por lo cual la guerra occidental contra Beijing deberá mantenerse en el plano del posicionamiento y de las presiones. Quizás con la esperanza de que los asiáticos renuncien a una postura propia y una vez solos se sumen a Occidente en cuanto a orden político. Opción que sería el fin de China, por supuesto.
Ucrania es una ficha del tablero, igual que lo podría ser Taiwán. El mundo se comporta como el campo de tiro de estos especuladores que lo transforman a su antojo aunque lo pongan en peligro. Lo que dijo Soros en los años 90 del siglo XX es hoy una realidad articulada, hecha, fehaciente. Eso nos debería llevar a la reflexión cuando hacemos caso a las campañas que intentan blanquear a este personaje y ponerlo como blanco de teorías de la conspiración. Nada de lo que esté dentro de la lógica del sistema mundo del capital está exento de ser funciona a los intereses reales de la clase élite. El capital está mutando hacia una forma de capital más feroz, manipuladora, en la cual lo más importante viene siendo la información, porque con esta se puede lograr casi cualquier cosa. Y ello incluye a las variaciones de la propaganda en tanto desinformación, asesinato de carácter, cultura de la cancelación, matriz de opinión o censura.
Se ha llegado al extremo de extirpar de las redes sociales a los medios rusos y alternativos para que no traigan otras narrativas. Recientemente Facebook, incluyó una etiqueta que advierte sobre información “no contrastada”. O sea que no está acorde con las versiones que dan los medios establecidos de la oficialidad occidental. Y es que uno de los sellos de la guerra en Ucrania viene siendo que el liberalismo se está acabando de enterrar él mismo, pues las libertades de prensa y de pensamiento se hacen quimeras imposibles en un mundo en el cual las empresas lo poseen todo para mentir. Cuando Rusia en 1991 dejó de ser una potencia, los occidentales estaban seguros de que eso no sería para siempre, ya que Moscú no perdió la guerra fría, solo fue engañado. Hoy, se está viendo una operación que incluye como eje central nuevamente una matriz de culpa y de manipulación. A falta del discurso anticomunista de antaño, se echa mano a una xenofobia anti eslava que estigmatiza todo lo que provenga de Rusia. La guerra ha sido sobre todo de culturas, de significantes, de etnias y de imperios; en la cual por supuesto el sistema mundo global impone sus formas de existir y de ver el universo.
No es que el capital deje der ser capital sino que como forma de organización humana está consciente de su necesidad de variar ante el riesgo de morir, se está vacunando contra el resurgir de Rusia y la potencia de China. Sin embargo y como de costumbre, el sistema sobrevive a base de muerte y de miseria, exportando lo peor de sí mismo para robarse lo mejor. La lógica de supervivencia es que nosotros nos morimos de hambre para que los poderosos puedan botar la comida y vivir en lujos. No importa el costo, no importa a lo que se llegue.
Rusia posee más ojivas nucleares que Occidente, solo que su dirección política está actuando desde la responsabilidad de dicho poder. ¿Lo ha hecho así la OTAN? La humanidad debe preguntarse muchas cosas antes de caer en las trampas de la culpa y la cultura mentirosa de la cancelación. Hemos de crear nuestros propios antídotos contra los virus belicistas y mediáticos. Solo así se podrá al menos ver con claridad y opinar desde la razón y no desde las emociones, el odio o el suicidio como especie.
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Liana Liz Perez Suarez
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