Eugenio George y su imperecedero legado
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Foto: Momento Deportivo / JIT
Hace 88 años, un día como hoy 29 de marzo, nació en la Ciudad Primada de Baracoa quien se consagró al voleibol desde su juventud hasta convertirse en el principal artífice de la Escuela Cubana de ese deporte y de los equipos que formaron las reconocidas Morenas del Caribe.
Eugenio George Laffita fue el mayor de cinco hermanos, de ellos cuatro varones que incursionaron todos en el deporte. Con Edgar integró siendo un veinteañero la selección nacional de voleibol y después Eider fue su compañero de labor cuando ambos ya eran entrenadores.
De jugador no sobresalió por su estatura, pero él mismo reconocía que era muy táctico y bueno en ataque, bloqueo y servicio, lo que le propició un espacio en los equipos que asistieron a los juegos panamericanos de México 1955 y Chicago 1959, el Campeonato Mundial de Paris 1956 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Jamaica 1962.
Al regreso de estos últimos decidió retirarse y enrumbar profesionalmente como entrenador. Su inicio no pudo ser mejor al ganar con el equipo masculino los juegos centrocaribeños de San Juan, Puerto Rico en 1966.
Dominó ese año también las semanas preolímpicas en México, convocadas como ensayo para la cita de México de 1968, lo que propició que después de la épica cita de la delegación cubana en tierra boricua intervino en su compromiso de mayor rango, el Campeonato Mundial de Praga con un elenco joven, sin embargo ganaron la segunda división.
En 1969, tras el retiro de otro distinguido técnico, Andrés Hevia (Machito), le dieron las riendas de la selección femenina con la que acumuló uno de los historiales más excelsos del voleibol universal.
De hecho, el mejor entrenador en este género en el siglo XX y exaltado en el 2005 al Salón de la Fama con sede en Massachusetts, Estados Unidos, donde también tienen un lugar sus alumnas campeonas olímpicas Regla Torres (2001), la jugadora de la anterior centuria; Mireya Luis (2004) y Magaly Carvajal (2011), así como Mirka Francia (2019).
Pero más que su director técnico, el profe Eugenio se convirtió en padre de las Morenas del Caribe desde aquella generación que conquistó la primera corona mundial en 1978 y las que le sucedieron con récord de tres títulos consecutivos olímpicos (Barcelona 1992, Atlanta 1996 y Sídney 2000), una medalla de bronce (Atenas 2004) y dos oros en los campeonatos del orbe (1994 y 1998).
A estas agregaríamos, entre otras, a las Mercedes -Pérez, Pomares y Roca-, Ana Ibis Díaz, Imilsis Téllez, Nelly Barnet, Ana María García, Maura Alfonso, Evelina Borroto, Mavis Guilarte, Josefina Capote, Nancy González, Tania Ortiz, Yumilka Ruiz, Zoila Barrios, Idalmis Gatos, Ana Ibis Fernández, Marlenis Costa, Lily Izquierdo, Regla Bell, Marta Sánchez y Rayza O´Farril, quienes igual reconocen la validez de Eugenio en su formación para la vida.
El laureado DT atesoró otros éxitos en las Copas del Mundo organizadas por Japón en 1989, 1991, 1995 y 1999, y medallas de plata en las ediciones de 1977 y 1985; y en la Copa de Grandes Campeones el oro en 1993 y el segundo peldaño en 1997.
En los grand prix sumó par de títulos y cuatro preseas plateadas, así como podios en juegos Panamericanos, y Centroamericanos y del Caribe, y múltiples torneos Norceca, además de en Europa y Asia. Dirigió los equipos formados para las galas mundiales de 1985, 1989 y 1991.
De regreso de Indianápolis, tras el alegrón en los Juegos Panamericanos 1987, recibió de manos del Comandante Invicto Fidel Castro la medalla de Entrenador Destacado.
Por su entrega como técnico y pedagogo fue distinguido como Héroe Nacional del Trabajo y merecedor de la Orden del Collar Dorado de la FIVB.
Nació para ser autodidacta, enseñar, buscar estrategias y mezclar lo mejor del voleibol europeo y asiático hasta crear la Escuela Cubana. Y su carisma, conocimientos y larga experiencia en los más connotados eventos internacionales le confiaron diversas responsabilidades en comisiones de trabajo en la FIVB y la confederación Norceca.
Su impresionante historial deportivo y méritos personales motivaron a los mejores entrenadores del planeta a reverenciarlo, y a su pueblo a quererlo y admirarlo, sin borrar la sencillez de quien vivió agradecido del apoyo de sus colegas, entre ellos Antonio Ñico Perdomo y Luis Felipe Calderón, y de su compañera en la vida Graciela Chela González, para hacer realidad su sueño de elevar el voleibol femenino al más alto peldaño.
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