El libro, más allá de las nuevas tecnologías
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Con el desarrollo de la tecnología y la era de internet, no faltan quienes han pronosticado el fin de los libros impresos, lo que llevaría a la entronización de la red de redes, en la cual puede encontrarse cualquier información sin moverse de la casa y en un breve espacio.
Pero, desde que Johannes Gutenberg inventó los tipos de imprenta y se amplió la difusión de textos, el libro ha acompañado al hombre a través de los tiempos y contribuido a hacerlo más capaz en sus diversos oficios o profesiones.
Por eso, asiduos lectores y catedráticos han expuesto sus razones por las que consideran que los documentos en línea pueden ser un complemento; pero nunca sustituir a las bibliotecas tradicionales.
Mark Y. Herring, Decano de Servicios Bibliotecarios en una Universidad de Carolina del Sur, dio a conocer, desde hace algunos años, lo que podría ser su tesis en defensa de esos archivos literarios, comparados con los textos digitales.
Entre los argumentos más sólidos destaca la necesidad de pagar grandes sumas por la suscripción a bases de datos, revistas profesionales y otros recursos en formato electrónico disponibles por medio de la Red.
La internet -- explica-- es como una inmensa biblioteca sin catalogar y los motores de búsqueda, ni organizan la colección virtual, ni seleccionan, ni dan todo acerca de un tema en específico.
Otro aspecto en el que sacan ventaja las obras llevadas al papel deviene el relativo a la calidad, pues en los almacenes virtuales suelen aparecer, junto al material científico, médico e histórico, otros nada fiables, sin el debido control.
También ha quedado destruido el mito de que los materiales electrónicos pueden ser más accesibles, pues estos en muchos casos requieren de una licencia previa, y llevarán como premisa una notable inversión en medios técnicos, por lo que no están al alcance de todos.
Como si estos argumentos fueron insuficientes, aún queda el hecho de que un título impreso puede acompañarnos a cualquier parte, viajar en nuestro equipaje de mano, seguirnos al parque o a la cama, sin dejarnos la fatiga visual o el dolor de cabeza que produce una larga permanencia frente a un material digital.
Tampoco a través de la Red pueden consultarse obras raras o materiales valiosos, que pocas veces son digitalizados por el alto costo de esa acción.
Ni siquiera puede garantizarse el acceso de todos los estudiantes a los textos electrónicos en todos los países, y siempre quedará la incertidumbre de que un fallo energético nos prive del placer de leer.
Por esas y otras motivaciones, el libro, ese testigo excepcional de la evolución humana, tiene en la Feria Internacional que se celebra anualmente en Cuba, un espacio de reconocimiento y constituye motivo de encuentro para toda la familia.
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